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La hija del Cagorcio

Tras la habanera no del todo afinada de hace un par de años, Villaronga regresa no a la posguerra de Pa negre sino a la España negra en guerra del año 37, cuando se ralentizó bastante el avance hacia el este. La acción transcurre en localidades limítrofes de Cataluña y Aragón. Tierra yerma, propensa (¿cual no?) a caciquismos, rumorología desaforada y estrategias de supervivencia variadas. Como realizador el mallorquín hace décadas que no tiene nada que demostrar. El ritmo, la ambientación, las actuaciones, la música, muestran su talento y firmeza. El guión, la masa madre de las películas, algo menos. La obra adaptada de Joan Sales no tiene tanta garra como la de Emili Teixidor. Mezcla dos tramas que no acaban de amalgamar. Una, Lorca trasladado a la estepa aragonesa, muestra como la hija (Prims) de un bruto porquero, con bastante atractivo físico, escasos escrúpulos e innata habilidad manipuladora logra convertirse en dueña de la comarca. La segunda trama muestra a tres de sus víctimas, dos soldados jóvenes y la mujer de uno de ellos. Trata un tema recurrente de Vlllaronga, y siempre interesante, el de la maduración de una persona con alma más cándida (Borras). El amigo curtido y carismático (Pla) me ha recordado muchísimo al Maciek de Cenizas y diamantes de Wajda, No llega a alcanzarlo porque Lorca y Wajda se interfieren más que complementan. Esa falta de liderazgo claro en la historia (la mala pécora o el teniente y su amigo) es casi invisible pero provoca vaivenes. Aún así, la película tiene fuerza y profundidad. Buen drama humano con trasfondo bélico.

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