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Crítica

Kentridge revisionado

La obra de William Kentridge (Johannesburgo, 1955) es un referente artístico que nos permite visualizar la cultura de su país (y casi de todo un continente) ya que en su conjunto, accedemos a valorar, entender y acercar acciones tan remotas como las que registra sobre la sociedad sudafricana. Vídeo, obra gráfica, dibujo, imágenes recortadas, forman parte de su lenguaje plástico que le ha convertido en uno de los artistas contemporáneos más aclamados y respetados del panorama artístico actual.

Más cercano a la presentación de procesos creativos ejercidos específicamente para cada exposición, posteriormente, su obra queda dispersa y pasa a formar parte de exposiciones individuales o colectivas en galerías y centros de arte. De ahí que se vea deslavazada aunque su fuerza expresiva siga intacta y su mensaje continúe latente y proclame su vocación plástica más allá del componente sociológico y etnográfico.

La galería Kewenig propone una revisión de su obra centrada en la proyección del vídeo Shadow Procession de 1999, instalado en la capilla colindante con la galería y que puede verse desde el exterior de la calle Sant Feliu. La propia galería exhibe una serie de grabados y collages fechados a partir del 2000 hasta 2016. No es esta la primera vez que pueden verse trabajos videográficos de Kentridge en Palma (la galería Altair proyectó History of the Main Complaint de 1996). Shadow Procession es la primera incursión de Kentridge en la animación fotograma a fotograma de sus figuras recortadas en cartulina negra.

La proyección, que dura 7 minutos, tiene tres partes diferenciadas, la más extensa pertenece al desfile de las famosas figuras recortadas (técnica aprendida en la compañía teatral Handspring Puppet en los años ochenta), una kermesse en toda regla acompañada con música de Alfred Makgalemele, un músico callejero sudafricano, en la que figuras humanas y objetos desfilan al son de su música. Otra imagen, que recuerda al inquietante y represor Ubu de Jarry, gesticula amenazador, una referencia clara al apartheid por sus gritos, gestos grotescos y los disparos que suenan de fondo. Por último, se trata de una edición digitalizada y programada en loop, un enorme gato negro, un ojo buñueliano y un esqueleto dominan toda la escena.

Obra referencial en el currículo de Kentridge, define claramente su posición frente el colonialismo y su lucha antiapartheid y, consecuentemente, a toda política represora de la migración y un alegato a favor de las minorías en este tiempo de políticas globalizadoras y totalitaristas. En la sala contigua destacan dos grandes linograbados, ambos del 2013, en riguroso blanco y negro, muestran su capacidad técnica y artística para elaborar mensajes concisos con el uso del dibujo siempre inspirado en el particular paisaje sudafricano.

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