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Arte y compromiso

Imagen con el cartel de la muestra. b.a.

Que a estas alturas en nuestro estado de derecho siga hablándose de la Democracia, parece involutivo y preocupante. Cuando creíamos que nuestro entorno civil gozaba de todos los privilegios democráticos, descubrimos y compartimos una preocupación por una conquista que puede quedar en entredicho en cosa de unos meses. La democracia nunca ha sido solo un asunto político, como sociedad tenemos el deber de renovarla y ampliar los márgenes de bienestar social que lleva implícito el estado de derecho.

Emmanuel Todd insiste en Después de la democracia en que las causas están en "el estancamiento educativo y en el pesimismo cultural" y si Tony Judt aclara que "la falta de confianza es claramente incompatible con el buen funcionamiento de una sociedad", podemos afirmar que la democracia está cuestionada por quienes dirigen nuestros asuntos públicos. Los artistas han estado repetidamente atentos a las vicisitudes antidemocráticas y actuado siempre en beneficio de los valores que la democracia comporta. Los vaivenes políticos y sociales sufridos durante el siglo XX, con la cruenta guerra civil entre medio, dejaron huellas artísticas decididamente contrarias a cualquier dictadura o forma de caudillaje. El arte como reivindicación democrática parecía destinado solo aquellas sociedades que sufrían la opresión, que vivían fuera de las normas democráticas.

Desde hace unos años, la reivindicación democrática ha vuelto a estar presente en diversas manifestaciones artísticas, ya sean colectivas como individuales. El adocenamiento de muchos creadores, muchos de los cuales solo gritan para obtener beneficio económico, han abandonado la capacidad de generar discursos propios del arte, tanto como posicionamiento real como creativo. Una actitud, por otra parte, general entre la política y la ciudadanía.

Todo ello sirve para aplaudir y difundir la acción performativa y la imagen creada para ello por parte de Guillem Portell, imagen que aún está expuesta en el mirador que da la calle Set Cantons de Palma. Asusta ver el aguilucho flotando sobre la rojigualda, como en los viejos tiempos. El artista trata de llamar la atención sobre el estado de la democracia española y la usurpación que hacen de ella determinados partidos políticos, como si el deber y el derecho de nombrarla no fuera de la ciudadanía. El título de la intervención parafrasea el lema utilizado por Donald Trump y del empoderamiento que supuso el Yes We Can hemos pasado al Make America Great Again (como si su presidencia fuera para todo el continente).

El llamamiento de Guillem Portell no es una acción aislada ya que su obra ha puesto de relieve la agitación social a partir del hecho democrático. Acciones recientes como la del proyecto colaborativo Atlas, realizada en Barcelona, con el manual 15 planes terroristas o hace unos días aportó su trabajo en el Ateneu de Felanitx para la exposición La guerra a casa. Un compromiso necesario para soliviantar nuestras conciencias adocenadas y, al tiempo, un ejercicio artístico de posicionamiento crítico frente a la laxitud y tolerancia hacia los iconos y las proclamas antidemocráticas.

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