Diario de Mallorca

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Crítica de cine

Rastreador de genios

Cuando escribes debes matar a tus queridas. Consejo de Faulkner (metafórico, referido a la tentación de enamorarse de un personaje o una trama) para encarar la autocrítica creativa. Se presupone a todos los grandes autores. Al no tenerla tan desarrollada como creemos, el manual del buen editor sugiere que arrime el hombro para recortar, pulir o ampliar. Manita invisible excepto para los iniciados, y no siempre agradecida. El editor de libros recoge la tormentosa colaboración entre uno de los ídems más famosos del periodo de entreguerras, Max Perkins (Firth) con Thomas Wolfe (Law). Wolfe, al contrario que los otros purasangres de Perkins, Scott Fitzgerald y Hemingway, fue un potro desbocado, un torrente siempre desbordado. Perkins se las vio y deseó para reducir los miles de páginas que le presentaba, enseñarle a eliminar lo superfluo y potenciar los personajes y tramas más interesantes. Más que maestro-pupilo, ese toma y daca acabó en conato paternofilial. Y, como era de prever, él hijo acabó asesinando (otra metáfora) a su mentor, fugándose a la competencia antes de morir prematuramente.

La película refleja bien ese atractivo periodo histórico y ese eterno dilema (¿ayudar es desvirtuar?) de los editores. Bien desarrolladas la trama principal y secundarias (las sufridas mujeres de ambos, las ineludibles apariciones de Fitzgerald -Guy Pierce- y Hemigway -Dominic West-) y el contraste de personajes; bien la ambientación, las actuaciones y la música. La película da lo que promete, un correcto retrato de un singular autor y un notable editor. Falta, se echa de menos, la chispa de sus retratados, el genio que anuncia el título inglés.

El editor de libros

Estados Unidos, 104 min.

****

Director: Michael Grandage

Actores: Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney

Cines: Augusta

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