Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Josep Massot i Muntaner: "El Conde Rossi destacó porque era un bruto"

Un chulo, un fanfarrón y un asesino. Así desmonta Massot i Muntaner la figura de Arconovaldo Bonaccorsi, el ´Conde Rossi´, que como abogado...

El escritor e historiador Josep Massot i Muntaner.

­­—Usted habla de ‘La vida y milagros del Conde Rossi’, tal como tituló hace años un libro. Pero Arconovaldo Bonaccorsi no era precisamente un santo.

—Era un escuadrista italiano del Corpo Truppe Volontarie (CTV) que pertenecía a las milicias que llevaron a Benito Mussolini al poder. Era de Bolonia y trabajó con el jefe de esas milicias. Hasta la ?Marcha sobre Roma’ intervino en muchas acciones sanguinarias. Él mismo alardeaba de que había matado a ocho o diez personas por las buenas.

—Incluso de su mismo bando. Al parecer se encargó de dar palizas a disidentes fascistas. Una pieza. Lo que quería era guerra.

—En Italia había cometido barbaridades. Era una persona muy histriónica. Pero aquellos fascistas tenían una estructura muy pequeña, como la de Falange en España. Eran pocos, pero como era tan bruto, enseguida sobresalió. Incluso llegó un momento en que hubo un intento de matar a Mussolini desde dentro de sus filas y se ofreció a Bonaccorsi que fuera su verdugo. Era un caso especial. Cuando Mussolini ya llegó al poder, se convirtió en cónsul de las milicias fascistas y se decidió a estudiar. Mussolini le recomendó que hiciera una carrera para poder ganarse la vida. E hizo Derecho. Puso un bufete: resolvía los asuntos colocando sobre la mesa un revólver.

—Qué macarra.

—Todas estas cosas las sabemos porque hay informes que mandaban a Mussolini contra él.

—Joan Pla le llama putero.

—Estaba casado y tenía hijos. Pero cuando estuvo en Mallorca luchando junto a los Nacionales era un impenitente donjuán. En todos los aspectos. Oficialmente, iba con señoritas de la buena sociedad. Lo que pasa es que cuando no podía tenerlas a su lado, iba a un burdel...

—Casa Elena.

—En ese burdel tenían un convenio los de Falange. Él, en realidad, fue una especie de animador de la Falange de Mallorca, por orden de Mussolini.

—Y lo de conde, ¿otra fanfarronada?

—Todos los italianos que llegaron a Mallorca, y él fue de los primerísimos que desembarcaron allí, se ponían un nombre falso, y además se subían un grado su cargo militar para poder cobrar un poco más. Él, como cónsul de las milicias, tenía un cargo equivalente al de coronel del ejército, pero no era más que soldado. Y desde el punto de vista militar no sabía nada de nada. Lo de general conde Aldo Rossi se lo inventó para darse pisto.

—¿Era respetado por los otros camisas negras?

—La etapa mallorquina duró poco tiempo, desde finales de agosto a finales de diciembre de 1936. Llegó un momento en que nadie le soportaba. Ni los españoles ni los ingleses ni los franceses. Mussolini [duce] y el Conde Galeazzo Ciano [ministro de Asuntos Exteriores], que eran los interlocutores en asuntos extranjeros, le llamaron para que volviera a Italia. Ya le habían expulsado una vez del partido y le costó mucho recobrar el carné. Yo creo que aunque presumía de que era muy amigo de Mussolini, en realidad le tenía miedo: el líder fascista le quería lejos. Por eso le mandó entonces de nuevo a España, pero ya con el CTV a la batalla de Málaga. Se portó allí tan mal que los mismos italianos pidieron a Mussolini que lo sacara de allí.

—Lo de Málaga fue una escabechina, tuvo que ponerse las botas, de sangre.

—Él mismo explicaba que iba acompañado del jefe de Falange de la zona y comenzaron a ejecutar tal como había hecho en Mallorca.

—Al grito de ‘Fusilati súbito, tutto rosso fusilati

—Le apartaron entonces y volvió a Italia. Pero como no les gustaba tenerlo por allí, y él pedía trabajo para poder cobrar, le mandaron a Abisinia (Etiopía).

—Y allí es detenido por los británicos en 1941. Poco le duró el ardor guerrero.

—Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial estuvo recluido en un campo de concentración de la India.

—Como Otto Skorzeny, Rossi se libró de todas tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Fue por suerte o porque era inteligente?

—Cuando al terminar la guerra volvió a Italia, intentaron procesarle por haber intervenido en el asesinato de un diputado socialista. Pero hicieron lo mismo que en España cuando murió Franco: se perdonó todo. No le pasó nada y continuó trabajando como abogado. Y además creó una asociación de antiguos combatientes (Associazione Nazionale Combattenti Italiani di Spagna), que le veneraban. Aún hoy en día.

—Borrón y cuenta nueva, vamos, como si nada.

—Incluso puso un pleito por difamación, y lo ganó, a un historiador italiano, Aldo Carossi. En Italia había jueces que protegían a los anteriores dirigentes, como pasó en España.

—Incluso Franco le llegó a condecorar y vivió plácidamente pese a las atrocidades cometidas. Tiene guasa.

—Franco, primero, le dio una patada en el trasero, pero luego le rindió honores. Realmente, el responsable de que le expulsaran de España la primera vez fue Ramón Franco, que al poco tiempo de llegar a Mallorca se peleó con él. Dicen que fue dos veces en avión a Salamanca para pedir a su hermano que lo expulsara.

—¿Qué hay de cierto de su mito, en parte creado por él mismo?

—Con el desembarco de Bayo en Mallorca comenzó su leyenda. Aseguraba que había forzado la retirada de Bayo. Se atribuyó muchos méritos que no eran suyos. A Eivissa llegó solo con un par de ayudantes italianos, no más. El resto eran mallorquines. Ocuparon Eivissa sin problemas porque ya no había milicianos. Sin disparar un tiro. Rossi escribió luego varias versiones, en las que cada vez explicaba cosas más rocambolescas. Se inventó que fue en barca hasta la isla, que había una resistencia enorme... Todo era mentira.

—¿Rossi era tan feroz como se le pinta, tenía tanto ardor guerrero? ¿O fanfarroneaba?

—De ardor guerrero nada. Los militares de Mallorca, que nunca se entendieron con él, decían que ni sabía leer los planos. Lo confirman los informes de los marinos italianos que había en ese momento en Mallorca: decían que desde un punto de vista militar valía muy poco, pero que era un animador de masas.

—O sea, que de héroe en el campo de batalla, nada de nada.

—No. Lo que hizo fue crear dentro de la Falange un grupito que se llamaba Dragones de la Muerte. Unos dicen que eran 50, pero al parecer solo había unos 25 activos. Y no había italianos. Todos eran mallorquines, excepto el hijo de Bernanos. En una ocasión el comandante García Ruiz ocupó un monte, una operación en la que intervinieron los aviones italianos y los Dragones de la Muerte. Los militares que había en ese momento decían que los dragones y Rossi subieron cuando todo había acabado. Él se vanagloriaba luego de los hechos, tanto de eso como de la ocupación de Son Servera... pero que no fue realmente una ocupación porque ya se habían marchado los republicanos. En todo caso quedaba algún enfermo o despistado. Lo exageraron e incluso hicieron una película en la que se ve a los dragones corriendo para ocupar Porto Cristo... algo que rodaron al cabo de unos meses. Era todo falso.

—No sería un héroe, pero sí un asesino. En Mallorca y Málaga dejó un reguero de sangre.

—No sé hasta qué punto lo hizo personalmente. Pero incitó muchísimo a matar a los que consideraba comunistas. Su lema era acabar con el comunismo. Recorrió todos los pueblos de Mallorca, donde hacía unos discursos en los que hablaba de la amistad entre España e Italia y del fascismo. Siempre terminaba diciendo ‘fusilad a todos los rojos’. En el frente de Porto Cristo pidió, y el propio García Ruiz lo decía, que le dejaran matar a algunos de los prisioneros. De hecho tenían órdenes de matarlos a todos. El cónsul británico Alan Hillgarth dice en dos ocasiones que dio la orden de matar a las cinco enfermeras prisioneras que no reembarcaron con los republicanos. Las llamaba ‘putas rojas’.

—Fue fascista hasta la muerte. Hasta se integró en el Movimiento Social Italiano.

—Hay un montón de páginas en Internet donde aún le veneran y le califican de héroe por lo que hizo en Mallorca. Se creen todas las mentiras que él explicaba. Incluso he recibido, hace unos años, una carta anónima muy insultante de uno de ellos escrita por un italiano que estudiaba historia en el Reino Unido. Nunca había visto una carta tan insultante ni con un italiano tan barriobajero. En Italia la Policía detuvo a un grupito que se llamaba Arconovaldo Bonaccorsi.

—Como abogado, ¿siguió dando guerra tras 1945?

—Debió hacer más o menos como antes de la guerra, cuando ponía el revólver sobre la mesa para resolver los asuntos y soltaba que ya había matado a ocho, de manera que no le venía de uno más.

—Y murió tan pancho.

—Cuando falleció, su funeral lo celebró el mismo sacerdote que le hizo de intérprete en Mallorca, el padre Julián Adrover. Hicieron tan buenas migas que incluso se lo llevó a Málaga.

—Aquellos fueron tiempos muy oscuros. Con Donald Trump no pinta mejor.

—La historia se repite. Cuando hay momentos de crisis la gente se refugia en la extrema derecha.

Compartir el artículo

stats