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Crítica de cine

Pesadillas paliativas

Es innegable la inspiración del BFG (el amable gigante) de Roald Dahl en el libro de Patrick Ness rematando una idea de otra escritora, Siobahn Hunter, que no pudo terminarlo por prematuro fallecimiento. La novedad, la variante en este caso es que la enfermedad de Hunter (cáncer) se aplica en ficción a la relación de una madre con su hijo y cómo éste sueña con un monstruo, escalofriante pero benigno, que le ayudará a asimilar la inminente muerte de su progenitora y los sentimientos ambivalentes que siente en ese preduelo. Las tramas secundarias, necesarias para dar cuerpo a cualquier historia, van del acoso escolar que sufre el chico, la excesiva rectitud de su abuela y la desatención del emigrado padre. A nivel de guión, esas tramas secundarias tienen demasiado peso al principio; en la segunda mitad, cuando el foco pasa a la cuenta atrás de la mujer doliente y el imaginario monstruo, la historia despega y atrapa.

Respecto al director, J. A. Bayona, es demasiado fácil caer en la condescendencia chovinista. Alegra que se esté consolidando en la primera división de Hollywood gracias a su solvencia. Su batuta sobre la dirección de fotografía, la inserción de los precisos dibujos de Jim Kay, el ritmo, la banda sonora y la dirección de actores merecen un notable. Al mismo tiempo uno echa en falta más personalidad y riesgo, el que están tomando otros hispanohablantes como el mejicano Iñarritu o el chileno Larraín. Un monstruo viene a verme es una buena adaptación para todos los públicos de un gran libro infantil. Nada más, aunque tampoco es poco.

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