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Con ciencia

Tiempo

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Es probable que los humanos seamos los únicos seres con idea precisa de lo que significa el tiempo y no estoy seguro de si eso es una bendición o una condena. Las religiones han aparecido para evitar lo que los existencialistas llamaron el horro al vacío, la angustia por nuestra desaparición para siempre tras la muerte. Pero "siempre" es un concepto que tiene que ver con el propio tiempo y la mejor manera que hay de indicar hasta qué punto, como nos enseñó Kant, el espacio y el tiempo son constructos de la mente humana, es la reflexión sobre el sinsentido de la pregunta acerca de qué existía antes del Big Bang, cuando no había ni espacio ni tiempo ni, ya que estamos, universo.

Hasta Google se ha hecho eco del aniversario de la creación del calendario que ordena nuestro tiempo en Occidente, el del papa Gregorio XIII, pese a que se cumpla una fecha nada redonda de su puesta en marcha: 434 años. Hace esos cuatro siglos y pico el 4 de octubre pasó a ser el 14 del mismo mes. ¿Se perdieron diez días? Ni por asomo: humanos, animales y plantas tenían la misma edad efectiva antes y después del decreto papal. Pero esos diez días desaparecidos dan mucho juego literario. De hecho hay una novela de Umberto Eco, La isla del día después, que plantea las paradojas de quienes viven a un lado y otro de la línea convencional de cambio de día. Todos los que viajan en avión saben que las horas se ganan y se pierden según se muevan hacia poniente o levante. Sales de Madrid a las nueve de la mañana, pongamos, vas doce horas metido en el aeroplano y cuando llegas al DF en tu reloj son las nueve de la noche pero los de los que te esperan en el aeropuerto marcan el mediodía. Te han regalado nueve horas, las que hay de diferencia entre México y España. Si sigues camino hacia occidente y todo permanece igual llegará un momento en que al dar la vuelta al mundo habrás ganado un día entero. Para evitar que te apoderes de ese día de más la línea de cambio de fecha te lo quitará cuando la cruces. Eco se dio cuenta de las oportunidades literarias que da el que suceda algo así.

Gregorio XIII no dio jamás, que se sepa, la vuelta al mundo ni reformó el calendario pensando en los husos horarios. La razón tenía que ver con ajustar el calendario civil al astronómico y, para poner las cosas en orden, hizo que despareciesen diez días enteros. Ahora quitamos o ponemos, no sé, fragmentos de segundo de vez en cuando y la pérdida se nota menos. Salvo que a alguien se le ocurra escribir una novela sobre lo que se puede conseguir en menos de un segundo. Tras el Big Bang hizo falta que transcurriese un cierto tiempo, diez elevado a menos cuarenta y tres segundos, un tiempo que nuestro lenguaje no puede siquiera pronunciar, ni nuestras mentes imaginan, para que apareciesen las primeras partículas que existieron. ¿Es eso poco o mucho? Una eternidad en términos de diferencia para las fuerzas y las constantes más esenciales del universo.

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