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Quimeras

Quimeras

La revista Nature se hace eco de un asunto en el que la ciencia y la moral tienen difícil acomodo. Se trata de un criterio que la agencia estadounidense NIH (National Institutes of Health), el mayor organismo del mundo en la financiación y el control de los experimentos científicos, mantenía desde septiembre de 2015. Los NIH prohibían añadir células madre humanas a embriones animales, es decir, negaban los fondos a cualquier proyecto que quisiese lograr lo que desde épocas remotas se conoce como quimera. Verdad es que la quimera original, la de la mitología griega, tenía la cabeza de un león, el cuerpo de una cabra y la cola de un dragón pero cualquier mezcla de seres se conoce desde entonces con ese nombre.

La ciencia se vuelve en ocasiones ciencia ficción pero de la que asusta. Las quimeras han sido una fuente de inspiración fértil para los novelistas de ese género. Lo tremendo es que ahora, de la mano de unas reglas cuyos límites no son nunca fáciles de establecer, las quimeras salgan de los libros y lleguen al mundo cotidiano. La técnica para poder lograrlo está disponible pero ¿para qué demonios la expresión viene bien a cuento podría querer un grupo de investigación crear quimeras? Dejando de lado la tendencia humana a llamar la atención, que también existe en el mundo de la ciencia, el uso de células madre humanas en embriones de otros animales puede servir para obtener avances significativos tanto en el conocimiento de enfermedades de origen genético como en la obtención de terapias para hacerles frente. Pero, ¡ay!, es fácil entender que el éxito del trabajo experimental a la hora de obtener animales con ciertas características compartidas con nosotros (en un nivel superior al que la naturaleza ha logrado) será más fácil cuanto más cerca esté el animal del ser humano. Y ahí comienzan los problemas de tipo moral. Existían ya numerosas barreras dentro de los propios códigos científicos que impedían experimentar con primates y, dentro de ellos, con simios como los chimpancés, que son los animales más cercanos en términos evolutivos a nosotros. Sin embargo los NIH cambian ahora sus normas, permitiendo el uso de las células madre de seres humanos en otros animales en desarrollo. Aunque las nuevas reglas dejan claro que esa introducción de células humanas no puede llevarse a cabo antes de que el embrión animal alcance el estadio de aparición del sistema nervioso central.

En román paladino aunque el artículo de Nature esté escrito en inglés, lo que la institución que vela por el uso de fondos públicos en la ciencia estadounidense quiere evitar es que aparezcan "animales humanizados" incluso en un grado incipiente. Sus cerebros deben haber alcanzado el estadio de desarrollo sin la ayuda de las células madre humanas. Y los animales que las hayan recibido más tarde no podrán reproducirse. Se quiere impedir que aparezcan nuevos seres más "humanos" que sus padres.

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