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Crítica de cine

Perdidas

El tema es de sobra conocido, los trastornos alimentarios y su diana favorita, las adolescentes. La inmadurez, la inseguridad, la obsesión por ser adultas lo más rápidamente posible, la búsqueda de objetivos vitales, el bandeo entre indulgencia o la autocrítica desaforada. Y, en paralelo, las dificultades de las personas cercanas para detectar esa patología en sus primeros estadios.

La cineasta Sanna Lenken aporta a un argumento previsible un pequeño giro de cámara muy acertado. En vez de protagonizarla la chica anoréxica, una estudiante de bachillerato con una prometedora carrera de patinaje artístico sobre hielo, pasa a primer plano a su hermana pequeña. En el umbral de la adolescencia, menos agraciada físicamente, muy relajada con la alimentación. Admiradora y a la vez envidiosa de su hermana mayor. Cuando descubre, antes que sus padres, el secreto de su hermana el mundo se le viene encima. Duda, se deja chantajear, delata. Palos de ciego sucesivos, inevitables. La perplejidad y los titubeos de los progenitores son igual de comprensibles. El guión y la realización se desenvuelven mejor en las distancias cortas, los planos cerrados, las pequeñas y constantes acciones y reacciones de los personajes. Evitando extremismos y estridencias. Hiperrealismo sin apenas tics de culebrones, tvmovies o superegos de autor. Todo amparado en factura de cine indie, fotografía y música suaves sin llegar a apasteladas, puesta en escena sencilla, elenco reducido. Notable a los actores y actrices. La protagonista, Rebecka Josephson, soberbia. Recuerda mucho en físico a Abigail Breslin (Pequeña Miss Sunshine). Su desenvoltura y sus miradas no parecen ensayadas. Provoca, sin esfuerzo aparente, compasión, empatía, admiración.

Mi perfecta hermana

suecia, 95 min.

****

Director: Sanna Lenken

Actores: Rebecka Josephson, Amy Deasismont, Henrik Norlen, Annika Hallin

Cines: Rivoli

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