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Entrevista

Cela y Miró se reencuentran

La amistad y colaboración que cuajaron entre Cela y Miró hace más de 50 años perviven a día de hoy en sus nietos Camila y Joan. Preparan una exposición sobre sus abuelos en Madrid y Palma

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Cela y Miró se reencuentran

Cela y Miró se conocieron en Palma hace más de medio siglo. El motivo: la colaboración del pintor en un número de Papeles de Son Armadans en homenaje a Gaudí. A partir de ese encargo, nació una amistad verdadera. Sus nietos se imaginan a los dos genios de la siguiente manera: Cela hablando como si no hubiera un mañana frente a un Miró asintiendo con escuetos monosílabos. "A mi abuelo le encantaba que le escucharan y, si no era el centro de atención, se enfadaba", comenta Camila, reconciliada recientemente con la figura del Nobel. "El mío, opaco y silencioso, debía estar encantado de cederle el centro a Camilo", apostilla Joan. Los herederos recuerdan a estas dos grandes figuras de la cultura para DIARIO de MALLORCA durante una entrevista que sucede en el Taller Sert, y volverán a hacerlo a finales de año en Madrid y en 2017 en Palma a través de una exposición que analiza la colaboración y la amistad que forjaron en la isla.

-¿Cómo se sienten siendo nietos de tales genios y cuánto les ha marcado?

-Camila Cela: Siempre que me lo han preguntado, digo que es complicado decir si es mejor, peor o diferente que otra cosa porque esto es lo que conozco. Ahora bien, mi familia me ha protegido mucho del ambiente más mediático, que a veces sí puede marcarte en negativo. Este hecho conlleva que finalmente haya podido hacer mi vida de manera bastante independiente de mi apellido. Evidentemente, el apellido te abre puertas y te cierra otras porque es una historia que tú llevas a las espaldas que para muchos será buena y para otros mala. Pero no puedes dejar de ser quien eres. Yo no conviví con mi abuelo. Vino a mi bautizo, pero no puedo decir que lo conociera. No tengo ningún recuerdo de él. No puedo decir si su influencia ha provocado que yo me dedique a la gestión cultural, porque en realidad he crecido en un entorno muy cultural -el de mis padres- en el que él no estaba.

-Joan Punyet: Para mí es un gran privilegio y honor ser nieto de Joan Miró. Y creo que tanto Camilo José Cela Trulock como Joan Miró son dos personajes con una personalidad muy marcada. Tenían dos maneras de ser contrarias. Y es posible que la unión entre ambos se acentuara por esas diferencias. Tanto para ti, Camila, como para mí tener a esos dos genios como abuelos es una de las grandes responsabilidades que tenemos que llevar siempre encima porque su presencia siempre está en nuestras vidas. Su ejemplo siempre estará marcando nuestros destinos. Y creo que sus decisiones siempre marcarán nuestras influencias y opiniones. Son dos ejemplos, dos astros, dos estrellas en el firmamento a las que nosotros quizá podremos dirigirnos en nuestros sueños para preguntarles: "Abuelo, ¿qué hubieses hecho tú en este momento?" Yo me lo pregunto muchas veces, porque en Successió y con las fundaciones tenemos muchas historias que defender y siempre pienso en qué habría hecho él.

-¿Camila también se pregunta por su abuelo cuando duda?

-C.C.: Yo me pregunto más qué habría hecho mi abuela. He tenido más contacto con ella y considero que era muy sensata, muy capaz de pensar qué era lo más positivo y cuál era la manera de salir más airoso de una situación. Mi abuela era una persona que te sabía aconsejar en momentos difíciles. De hecho, mi abuela fue fundamental en la carrera de mi abuelo. Camilo José Cela no habría sido lo que fue si no hubiera estado Charo Conde a su lado. Esto lo tengo claro porque se ve la influencia de ella en los escritos de mi abuelo. Él siempre le preguntaba a Charo cómo veía las cosas. Y ella le editaba, le corregía...

-¿Les han preguntado muchas veces si se iban a dedicar a lo mismo que sus abuelos?

-C.C.: Un montón de veces. No me he planteado escribir porque no he ido por esa vía desde el principio y quizá también porque me lo han preguntado tanto y he visto ilusión para ver cómo escribo que me da un poco de miedo. Lo he comentado en alguna ocasión: si realmente alguna vez escribiera, lo haría con pseudónimo. No me atrevería en absoluto a lanzarme a escribir con mi nombre porque sería como una expectación para leer a la nieta de Cela.

-Están bajo presión por su apellido. ¿Cómo lo gestionan?

-C.C.: Siempre intento ver la parte positiva de las cosas. Por otra parte, cuando pienso que algo es un problema o un peso intento pensar en la gente que tiene pesos y problemas de verdad. Entonces te das cuenta de que tampoco es para tanto. ¿Que hay una presión social? Sí, es cierto. En este sentido, creo que has de tener cuidado con lo que haces público y lo que no. Y con las redes sociales hemos perdido mucha intimidad. Nosotros tenemos que cuidar eso mucho porque con el apellido se magnifican las cosas y por desgracia hay gente malintencionada que puede hacerte mucho daño.

-Joan, ¿pensó alguna vez en coger el pincel?

-J. P.: No. Cuando estudié Historia del Arte en Nueva York, lo que hice fue tomar clases de pintura al óleo, al acrílico y todas las técnicas, clases de grabado, escultura, dibujo y cerámica para aprender el uso de los materiales, las diferencias entre ellos, cómo aplicarlos, cómo se trabaja de una técnica a otra. La finalidad era obtener la información y el conocimiento necesarios para hacer textos sobre la obra de Joan Miró. Pero como decía Miró, hay que ir más lejos de la cosa plástica. Él decía: "Me gustan Goya y Velázquez, pero el alma de Zurbarán tiene cierta magia que yo respeto". Miró usó a Freud, Jung, la metafísica de Chirico, el surrealismo de Breton y por supuesto la gran poesía de los simbolistas franceses con el fin de ejercitar una parte importante de su cerebro. Cuando ves que Miró es una persona capaz de tener acceso a ese mundo del subconsciente, me doy cuenta que yo como nieto, por mucho que lo fuera a intentar, jamás iba a poder tener ese acceso puro a través de la poesía y del mundo del sueño a los diferentes aspectos, lugares y recovecos a los que Miró sí tenía acceso. Él nació con esa capacidad. Cuando lees la biografía de Joan Miró ves que desde el principio nació para pintar y hay una carta que lo prueba. Cuando tenía 18 años, escribió una carta a sus padres anunciándoles que a partir de ese momento iba a ser pintor.

-C.C.: A mí abuelo yo creo que le influyó mucho el hecho de haber estado enfermo en cama y haber leído a los clásicos. Es verdad que siempre naces con una tendencia y una sensibilidad hacia un lado u otro. Pero también es cierto que esa vocación hay que alimentarla. Por cierto, me ha hecho gracia estar aquí para la entrevista porque yo sí he pintado en esta fundación. De pequeña venía a los talleres de pintura y grabado. Y tengo en casa las cosas que aquí he producido. Mi madre las tiene enmarcadas. A mí me encanta pintar, escribir para mí, la danza. Son tantos palos distintos que al final te preguntas, y qué hago, pues Historia del Arte que lo engloba todo. Y eso estudié.

-¿Qué diferencias ven entre la Mallorca que escogieron sus abuelos y la actual?

-C.C.: Mallorca era un paraíso en aquel momento porque permitió hacer un paréntesis en medio de la dictadura. Hay un número de Papeles de Son Armadans dedicado a las Conversaciones Poéticas de Formentor. En él les pidieron a los poetas invitados que dejaran por escrito un testimonio de lo que había sido aquello. Y todos dicen exactamente lo mismo: es como pararte a respirar; dejar de pensar en represión, en guerra, en enemigo, en si el de delante será de mi bando o no; un lugar donde poder disfrutar del paisaje y de la vida. Mallorca permitía respirar y por eso fue el lugar ideal para que la cultura hiciera su trabajo, que es reivindicar la creatividad.

-La transición cultural tuvo lugar antes que la política en este país y aquélla sucedió en las Conversaciones de Formentor.

-C.C: Exacto. Realmente se les da poco peso a las Conversaciones y a Papeles de Son Armadans. Ésta es una publicación que debería estudiarse en todos los colegios y en todas las universidades y que debería ser completamente reivindicada por el propio interés de la isla. Una publicación como Papeles demuestra que esta isla tiene un potencial cultural enorme que ni se explota ni se reivindica. Y realmente pienso que si nuestros abuelos echaran ahora un ojo a la isla se irían a otro sitio. Yo creo que mi abuelo ve ahora El Terreno y la primera casa donde vivió, un bloque no sé si de pisos o de oficinas, y le da un infarto. Deberíamos tener un poquito más de cariño por lo que se llegó a crear aquí. Evidentemente hay que crecer, porque nuestro sistema está diseñado así, no podemos evitarlo, pero hay que empezar a encontrar un equilibrio entre crecer y dejar algo para los demás. Y quedan pocos espacios de aquella Mallorca idílica que se encontraron. Tú siempre dices, Joan, que tú abuelo tendría que haberlo comprado todo.

-J. P.: En 1970, cuando construyeron los Pullman o los Impala, Miró decía que eran el demonio que surgía de la tierra. Y que quería irse. Pero tenía ya 77 años. Era mayor. Y ya no tenía fuerza ni salud para irse. También con Sert proyectaron el parque que está en frente de la Catedral, con esculturas, y se sintieron ignorados. En este barrio [Cala Major] se ha llevado a cabo una política especulativa con una serie de edificios fuera de toda regulación urbanística y que son un atentado contra el paisaje. Éste es un enclave que recibió al único coreano en toda España, el compositor Eak-Tai Ahn; a Tito Cittadini; al pintor Saridakis; a Grace Kelly, que vino a inaugurar el Hotel Marivent en el 56; o a Errol Flynn, que era vecino... Este lugar tenía muchísimo potencial y quizá éste fue el catalizador que provocó que las ansias especulativas arraigasen aquí y construyesen estos mamotretos.

-Son dos nietos que luchan y están al frente de los legados de sus abuelos. ¿Lo han buscado conscientemente o ha sido por azar?

-J. P.: A mí me ha tocado. Pero es una gran orgullo y privilegio recordar quién era Joan Miró, qué hizo y por qué lo hizo. Es una herencia intangible que se tiene que transmitir a las generaciones posteriores.

-C.C.: Yo estoy ahora mismo metida en la celebración del centenario de mi abuelo. Desde que empecé la carrera me di cuenta de que puedes tener el mejor legado artístico del mundo, puedes tener un potencial, unos bienes o las obras más maravillosas en tu poder, que si no lo sabes comunicar te puedes olvidar del tema. A la gente hay que hacerle llegar la importancia de ese legado. Y hay que hacerle llegar ese mensaje de una manera atractiva. Me toca defender el legado de mi abuelo en la medida que tengo los recursos y las ventajas para poder comprender la importancia que él tiene porque se me ha explicado y lo he podido ver en mi casa. Y porque, por otra parte, llega un momento que dices: "Bueno, yo no sé realmente, si se me hubiera dado la oportunidad, si me habría dedicado a esto, pero es que me doy cuenta de que si no lo hago yo no lo hará nadie". Puede haber gente que tome el testigo, claro. Yo siempre dejo muy claro que no soy experta en literatura. Pero me gusta el arte, el tema de la comunicación y la educación dentro de los temas culturales, y, teniendo el legado familiar que tengo, como le dé la espalda es para matarme. Además, creo que vale mucho la pena.

-¿Cuándo se ha dado cuenta de esto?

-C.C.: Recientemente. De pequeña tenía una imagen bastante limitada de mi abuelo. La imagen que yo tenía era la imagen pública de un señor de más de 70 años bastante extravagante, polémico, con una manera de ser muy estridente y con unas posturas que yo no entendía y que no encajaban en mis ideas. Por otro lado, tenía a mi abuela, que me parecía como el extremo contrario. En realidad, yo no entendía demasiado bien a mi abuelo. Leía La familia de Pascual Duarte y decía: "No entiendo que este hombre haya escrito esto. No me encaja". Entonces descubrí una serie de fotografías porque mi padre me las dio. Eran de mis abuelos, de jóvenes. Aparecen trabajando, organizando las Conversaciones, en los bares con gente. Luego te vas metiendo poco a poco en el contexto que vivieron y dices: "Aquí hay una persona que no se conoce, que no se sabe quién es y que es la persona que escribió el Pascual Duarte". A mí me toca rescatar a esa persona porque esas fotos están en mi casa y las tengo yo. Los libros de Cela siempre quedarán, pero lamentaría mucho que se perdiera toda esa parte, digamos, de gestor cultural. Si entierras a esa figura de Cela, entierras también a todo el grupo que trabajó para conseguir aquello. Un grupo que incluía a mi abuela, a Mabel Dodero, a Fernando Corugedo y a un montón de gente que trabajó con él y dedicó su vida.

-Entonces, ¿se ha reconciliado con su abuelo?

-C.C.: Totalmente. Cualquiera entendería que la imagen de los últimos años de mi abuelo me chocara y no me encajara ni con su obra ni con lo que me decían de él. Se me hacía extraño. Todo el mundo cambia cuando se hace mayor, pero vale la pena tener la versión previa de él, que es cuando estuvo en Mallorca.

-¿Qué trabajo es prioritario con el legado de Joan Miró?

-J. P.: Seguir haciendo exposiciones a nivel internacional para que se hagan también publicaciones en coreano, ruso, español, francés, japonés... Y que esos catálogos luego alimenten las bibliotecas de universidades a nivel internacional, y que la Fundació Pilar i Joan Miró de Palma cada día tenga más visitantes y una presencia internacional más arraigada. Mi idea es que este triángulo de las tres fundaciones, Palma, Barcelona y Mont-roig, suponga un potencial extraordinario para que se sigan haciendo simposios, conferencias, exposiciones y publicaciones. La idea es también recibir artistas jóvenes de cualquier rincón del mundo para que puedan trabajar aquí en Mallorca, en los talleres. Mi posición es como la de Camila: intentar no ser pasto del olvido y que figuras como Camilo o Miró tengan cada día más importancia para las nuevas generaciones. Una cosa que yo siempre recuerdo de cuando Miró estuvo en Mallorca es que siempre estaba relacionado con gente joven: con la gran Niní Quetglas de Pelaires, con Maria del Mar Bonet, a quien le hizo la portada de un disco, con Raimon... Tenía la gran obsesión de dejar el poso a las generaciones posteriores. Ten en cuenta que España vivió 35 años cerrada, con un franquismo impermeable, dictatorial y oscuro. Mi madre siempre decía que lo peor no fue la guerra sino la dictadura. Porque era una España negra, oscura y revanchista. Y la apertura hacia el exterior era lo que quería Joan Miró: conseguir una España moderna.

-Cela parece que también lo deseaba, sobre todo con su labor en Papeles.

-C.C.: Sí. Yo siempre que veía un titular relacionado con mi abuelo leía: "Colaborador del franquismo". Pero luego te pones a investigar y ves otra cosa. Yo he sido siempre muy crítica con este aspecto. Pero es cierto que de adolescente no veía los matices. Yo siempre decía, "jamás habría hecho esto, yo habría ido por otro lado". Pero luego ves la historia y te das cuenta que sí, que con 20 años mi abuelo hizo de censor porque fue a pedirle trabajo de manera desesperada a un amigo suyo. En casa no tenían ni un duro y no querían depender de nadie. Entonces, ese amigo al que le pidió trabajo estaba como censor de revistas y le dijo que cogiera su puesto porque él se iba. Y claro, desde la democracia del siglo XXI es muy fácil decir "yo jamás lo habría hecho". Es verdad que mi abuelo mantuvo una amistad con Fraga, y la mantuvo porque él vio una oportunidad de cierto aperturismo en la política que Fraga quería llevar a cabo. Otra cosa es que luego esa política acabara por ser o no todo lo aperturista que se había intentado. Pero hay que recordar que por entonces mi abuelo publicó en Papeles a los exiliados y que les defendió cuando a alguno de ellos se les intentaba censurar. Incluso escribía a Fraga para quejarse. Por entonces, también se mostró crítico cuando condenaron a Salvador Puig Antich. Asimismo, en Papeles también dio oportunidades a los jóvenes escritores. Si te quedas con los hechos y pasas del titular, te das cuenta de que el tema con mi abuelo es que ni todo era blanco ni todo era negro, sino que había una escala de grises gigante.

-Su abuelo era muy hábil. Se llevaba bien con todo el mundo, también con las instituciones del momento, para hacer cosas.

-C.C.: Sí. Es lo que a mí me ha transmitido gente que le conoció muy bien. Su amiga y secretaria Mabel me decía: "Tu abuelo lo que pasa es que era muy listo. Sabía que si manejaba bien a los censores podría publicar lo que realmente quisiera". Él lo que realmente quería era que la cultura avanzara. Puede que haya gente que diga: "No, es que te tienes que comprometer más y ser más firme con tus convicciones políticas y posturas públicas". Pero, si te paras a pensar un momento, te das cuenta de que lo que quería hacer lo consiguió. Y quizá en ese momento ése era el camino para conseguir cosas.

-¿Qué opinarían sus abuelos del panorama político actual?

-J.P.: Joan Miró estaría muy contento del arraigo social de la democracia española, que fue algo que él defendió a ultranza. Miró estaría feliz de ver diferentes fuerzas políticas democráticas hablando en un contexto social favorable para llegar a los menos favorecidos.

-¿Y de Podemos?

-J. P.: Le parecería maravilloso. Claro que sí. Hay que entender a Podemos. La unión de Podemos con IU es actualmente una especie de ventana abierta a gente con problemas muy graves. Ahora hay una especie de estudio postcapitalista después del pelotazo nihilista que da apertura a lo social y al entendimiento cultural entre gente con diferentes backgrounds sociales. Y eso es lo que quería Miró porque supone una evolución de la democracia.

-C.C.: Estoy de acuerdo con Joan. Vamos a tener que empezar a admitir gobiernos de consenso donde diferentes ideologías tendrán que llegar a un acuerdo. Mi abuelo los habría puesto a todos de acuerdo (risas). Sin duda, es un paso más hacia una auténtica democracia.

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