La Fundació Pilar i Joan Miró de Palma está volcada en revalorizar aquello que le distingue del resto de centros artísticos dedicados al genio; esto es, atesorar los procesos de creación del pintor catalán que se instaló en Mallorca en 1956. Precisamente, la primera exposición del nuevo director del museo, Francisco Copado, pone el acento en la variedad de materiales, soportes, técnicas y procedimientos que utilizó el artista en su última etapa, refugiado en los talleres Sert y Son Boter. "Fue el Miró más libre, transgresor e inconformista", sostiene el responsable del centro. Características constatables en las 146 obras -muchas de ellas se alejan de lo más conocido y mercantilista del genio- que se exponen entre el Espai Zero y el Estrella. "La selección de las piezas [casi todas procedentes de los fondos propios del museo a excepción de algunas del Govern o de colecciones privadas] se ha basado sobre todo en buscar aquellas donde se evidencia de manera más clara el proceso creativo de Miró", argumenta el director.

En el hall de la planta inferior, tres óleos y un dibujo preparatorio dan la bienvenida al visitante. "Estas tres pinturas sitúan muy bien al espectador: se ve la gran fuerza de la última etapa del pintor, los motivos que le obsesionaron (la mujer, la luna, las estrellas...) y los distintos planos en los que por entonces trabajaba las pinturas", señala. El dibujo preparatorio lo utilizó en el 92 la ceramista Maria Antònia Carrió para producir uno de los paneles cerámicos que decoran el museo.

La entrada a la exposición es significativamente diferente a lo que nos tenía acostumbrados la Fundació: imagen y diseño renovados, más frescos, así como la identificación de las salas Zero y Estrella con el color rojo. También es reseñable la elocuencia de una fotografía de Català-Roca que no merece más explicación: Miró, con 85 años, sentado en Son Boter. Merece ser el título de la exposición.

Dibujos sobre distintos soportes

En el primer espacio, hay una selección de dibujos con entidad propia -no son bocetos u obras preparatorias- sobre cartulina y diferentes tipos de papel, como el de embalar. El centro lo preside una escultura que dialoga con una de las piezas, donde el espectador identificará perfectamente los trazos de la obra en tres dimensiones. El pórtico al Espai Estrella lo conforma una obra muy curiosa en tinta litográfica que no parece de Miró y que evoca la pintura abstracta americana. "Por la técnica, introduce los grabados de la serie Homenatge a Joan Prats, que por primera vez se exhibe completa", apunta Copado. "Primero editó las 15 planchas en negro. En estas obras, podemos ver cómo usó los dedos para marcar los diferentes signos y elementos de la superficie", detalla. En el lado opuesto, hay un muestrario de esculturas (realizadas a partir de la técnica del ensamblaje) en pequeño formato, "con las que Miró creó un universo de personajes fantasmagóricos". A medida que se avanza en el recorrido por el Espai Estrella, aprovechado arquitectónicamente para potenciar la contemplación de las piezas, el espectador se va adentrando en la pintura, introducida por L'evel de matin (1974), una obra que recuerda a uno de los trípticos más poéticos e impactantes de la pintura española, L'esperança del condemnat a mort. La visita continúa con pinturas al óleo o acrílico enriquecidas con carboncillo, lápiz de cera o tiza y en distintos formatos ejecutadas entre 1963 y 1981. Una selección que da cuenta de los procesos plásticos del artista: la fuerte presencia del negro, rojos que se van matizando o el trabajo con los fondos. Llaman particularmente la atención dos pinturas anónimas que Miró compró en mercadillos y sobre las que intervino con grafismos llenos de fuerza y color.

La muestra, que se inaugura hoy a las 20 horas, concluye con diez pinturas monocromáticas que no son obras en sí mismas sino meros ejercicios de trazo pictórico. "Las tenía así en su taller, para practicar. Sabemos que Miró podía llegar a tener cien obras en proceso en el estudio", explica Copado, quien también presentó otra exposición que resume los 22 años de funcionamiento de los talleres de obra gráfica. Las 16 obras seleccionadas de jóvenes creadores, expuestas en el Espai Cúbic, identificado con el color azul, responden a otro de los ejes de trabajo de la Fundació que en los últimos tiempos ha palidecido hasta casi desaparecer: impulsar la creación contemporánea.