Al que haya visto el trailer de esta película, ofrece exactamente lo que anuncia: las vicisitudes de un médico rural del centro-norte de Francia que se resiste a abandonar su puesto de trabajo y sus pacientes habituales cuando le diagnostican un tumor. Su superior jerárquico le endosa una atractiva y capacitada colega y... se pueden imaginar.
Thomas Lilti es un galeno reciclado en cineasta. Por eso pisa, como en su anterior Hipócrates, el terreno que domina. Eso es una virtud y una tara al mismo tiempo. Tara porque no arriesga un milímetro. El argumento es totalmente previsible y ha limado todas las asperezas. Personajes demasiado asépticos, justitos de carisma o energía (como el director de escuela en Hoy comienza todo de Tavernier) o con fuertes contradicciones (como, vuelvo al tema educativo, Half Nelson). Hay además una leve nostalgia, no puede evitarlo, de pretender que el tiempo se puede congelar; y esquiva tensiones raciales o políticas. También extraña la banda sonora tan anglófila (aunque emotiva, con una versión desenchufada del Alelujah! de Cohen o Nina Simone en el plano y los créditos finales). En el saco de virtudes del filme, la reivindicación de esa especialidad médica, sus pequeñas glorias y miserias, es genuina. La trama amorosa está muy bien trazada, con muchísima finura, sin el menor aspaviento y un cierre igual de sutil. La fotografía remarca bien la sencillez de los paisajes y los paisanos con algunos bellos amaneceres y atardeceres por carreteras secundarias. Y se aprecia química en la pareja de actores protagonistas, explotando la austeridad gestual de Cluzet y los expresivos ojos de Denicourt.
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De Thomas Lilti.
Actores: François Cluzet, Marianne Denicourt, Christophe Odent.
Cines: Augusta, CineCiutat.