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Crítica de teatro

Me da en la nariz

Es difícil no pensar en El perfume, la fábula sobrecogedora de Patrick Süskind, disfrutando de esta excelente función que es El sommelier. El gran Fermí Fernández, popular por sus apariciones en la pequeña pantalla y por sus actuaciones junto a Toni Albà (El Messies, Histèria sagrada, Brots) asimismo en el Teatre del Mar, encarna a uno de esos personajes de olfato privilegiado (necesario, claro está, para ser el mejor catador de vinos del mundo), y el modo en que éste es capaz de describirnos a qué narices huelen las sensaciones, prácticamente nos manifiesta una dimensión sorprendente a bastantes espectadores.

Fernández posee, ciertamente, una capacidad cómica sobresaliente, y no están las cosas como para desperdiciarla. En efecto, en El sommelier el humor es sutil, inteligente, y aun así llega uno fácilmente a la carcajada. Sin embargo, hay también aquí un cierto cambio de registro (con respecto a caracterizaciones más frecuentes), y por eso mismo aspectos más dramáticos. Que la representación se haga en un bar (la Carpa Diem, el nuevo espacio alternativo del Teatre del Mar) le confiere mayor coherencia a un espectáculo donde, al fin y al cabo, el vino constituye una de las referencias esenciales.

Sabido es que un monólogo representa la prueba de fuego para cualquier intérprete, y a este respecto Fermí Fernández lo supera con nota muy alta: sólido, convincente, cómplice, versátil. Lo mismo que el resto del equipo. Hasta la bandera la carpa en la función del viernes, con la asistencia de la consellera y el director general de Cultura autonómicos, Ruth Mateu y Jaume Gomila.

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