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Los recuerdos ´poblers´ de Cela

El día que Cela comió 'ratas' de s'Albufera

El abogado Jaume Gelabert Martorell a sus 93 años es el único amigo de Sa Pobla que queda con vida del Premio Nobel

El día que Cela comió 'ratas' de s'Albufera

Ante la celebración del centenario del nacimiento de Camilo José Cela Trulock, resulta difícil resistirse a comentar las relaciones amistosas, que el entonces recién nombrado académico y futuro Premio Nobel, mantenía con un destacado grupo de poblers; circunstancia que le llevó, en distintas ocasiones y por diferentes motivos, a visitar la localidad. De aquellas amistades, hoy solamente queda con vida el abogado Jaume Gelabert Martorell, que a sus bien llevados casi 93 años, rememora algunas de las anécdotas compartidas con tan insigne y carismático personaje.

Precisamente en el segundo número de la revista local Vialfás (abril 1957); Jaime Gelabert publicaba una entrevista realizada a don Camilo José Cela, en cuyo encabezamiento de presentación quedaba bien claro, el orgullo que para el firmante de la misma y para la modesta neo-nata revista, significaba la presencia en sus páginas del afamado escritor. "Debíamos a nuestros lectores algo de gran fuste, una entrevista de altos vuelos. Y lo hemos logrado. Hemos obtenido algo impensado. Camilo José Cela, recién ingresado en la Academia, entre los inmortales, que dirían en Francia, el Excelentísimo señor Camilo José Cela, que tan buenos amigos y admiradores tiene en La Puebla, con su sencillez, síntesis del gran señor que encarna en su persona, ha condescendido hasta el punto de figurar en nuestras páginas, contestando a las preguntas como él podía y sabe hacerlo...", rezaba la entradilla.

Recuerda Gelabert que la entrevista, tuvo lugar en la casa familiar que los Cela-Conde habitaban en la Bonanova, "yo era en aquel entonces el presidente del Club Cultural y de Ajedrez de La Puebla, y por mi profesión de abogado había conocido a Cela a través de su amigo, Antonio Trillo, y del entonces presidente de la Audiencia Provincial, Ignacio Summers. Ello propició que en varias ocasiones se invitara al escritor, junto a otros amigos suyos, a participar en algunas charlas o conferencias que organizábamos en la asociación cultural y recreativa, de donde nació la idea de fundar una revista de información local. Por tanto, aprovechando la relación amistosa, le pedí para publicar una entrevista que aceptó gustosamente". Nuestro interlocutor añade que, una vez leída, Cela le felicitó diciéndole que aquella era la mejor entrevista que le habían hecho, "no sé si porque así lo sentía o para halagarme...", sonríe Gelabert.

En aquella conversación se trataron temas sobre las emociones que le suscitaban, al escritor, los fenómenos de la naturaleza, sobre la vida, sus autores preferidos, su obra ... para terminar con la pregunta "¿Sabe que en La Puebla hay una general admiración y casi devoción en un gran sector hacia su persona y sus grandes dotes?". A lo que Cela contestó: "Sí. Y lo agradezco en todo lo que vale y para mí representa. Si amor con amor se paga, deben saber mis amigos de La Puebla que en mi ánimo pesa mucho su presencia".

La misma revista hace referencia a Cela en otros números de los últimos años de la década de los 50, con motivo de varias visitas a sus amigos de sa Pobla, una de ellas para informarse de los platos típicos de la gastronomía local. También se hizo eco de la famosa cena de ratas, comentada como "un íntimo homenaje en un conocido restaurante".

Las ratas que no comió Cela

Sin lugar a dudas la anécdota más chocante, la protagonizó Cela con sus amigos poblers, la noche del día 23 de enero de 1958. En una de las citadas reuniones tertulianas celebradas en el Club Cultural, el escritor manifestó sus deseos de comer ratas de s'Albufera de las que tanto había oído hablar. Un plato considerado por muchos un delicioso manjar durante los años en que se capturaba aquel topo en los parajes del humedal.

Cuenta Jaume Gelabert que la noche de la cita Cela se presentó en sa Pobla, acompañado por varios amigos de Palma, para probar las famosas ratas, pero justamente aquel día, los organizadores del evento no pudieron encontrar ni una, pues "el hombre especializado en su captura nos informó que con el temporal reinante, los topos se habían refugiado en sus madrigueras", rememora Gelabert, que añade que tal contrariedad "nos ponía en un serio compromiso y suponía una gran preocupación para nosotros hasta tal punto que al cocinero Toni Riera se le encendió la bombilla y propuso que en lugar de ratas se guisarían conejitos de indias condimentados con los mismos ingredientes". Cela comió con fruición aquel exquisito guiso y el notario Damián Vidal, que, a petición de Cela, había sido requerido para que levantara acta de lo que había presenciado, Cela comiendo ratas, expuso así en el acta "...que el homenajeado (por Cela) traga con verdadera fruición, haciendo grandes elogios de lo que significa una gran pieza culinaria de nuestra cocina payesa...". El notario, convencido también, de que ratas eran lo que se estaba comiendo el literato, no traicionó su condición de fedatario público, ya que tan solo Jaume Gelabert y el prestigioso cocinero manacorí, propietario del restaurante, Antonio Riera Sansó, eran conocedores del enredo que supieron guardar con gran disimulo y siguieron guardando el secreto durante mucho tiempo "y Cela nunca lo supo". Cuando, meses después, se le entregó el acta notarial protocolada, dice Gelabert que el escritor cogió un enfado monumental porque en la misma no constaba, como él había manifestado que quería que figurara, la frase tan suya: "Pues coño, vale!".

Cuenta el abogado pobler que "tal fue el cabrero de Cela que amenazó con querellarse contra el notario, teniendo yo que intervenir para apaciguar sus exaltados ánimos". Además de las "ratas" que comió Cela, figura en la referida acta notarial que el resto de comensales, mostrándose, en su mayoría, escépticos al típico plato de rata, cenaron de la no menos típica "espinagada de anguila y porcella rostida". Según consta en el documento notarial, compartieron aquella encantadora velada, que se prolongó hasta bien avanzada la madrugada, los acompañantes de don Camilo, desde Palma: Ignacio Summers Isern, Fernando Dodero Pérez, Luis Vicens Rufas (todos ellos con el tratamiento de Ilmo. Señor y Cela como Excelentísimo), Antonio Trillo Urquiza, José Balaguer Alonso. Y sus amigos de sa Pobla; los médicos Miguel Jaume Planas (hijo del represaliado y ejecutado Alejandro Jaume), Guillermo Llompart de la Peña (hermano del escritor Josep Maria Llompart), Jaime Gelabert Martorell, Rafael Ramis Ramis y Antonio Rotger Mateu.

Jaume Gelabert dice guardar "un agradable recuerdo, de aquella y otras veladas, que normalmente se prolongaban hasta altas horas de la noche, compartidas en sa Pobla con Cela y sus amigos, así como guarda celosamente el acta notarial mecanografiada que Camilo Camilo José Cela Conde reproduce en su libro Cela Mi Padre (Ediciones Temas de Hoy. Madrid) con un pie que dice literalmente: "Esta es, probablemente, la única acta notarial que existe en el mundo dando fe de haber comido ratas".

Hablando del mencionado libro y Jaume Gelabert fue preguntado si había mantenido algún contacto con el hijo de Cela. Contestó que "me hubiera encantado, pero no he tenido la oportunidad". Asimismo Gelabert guarda una carta manuscrita que el Académico le remitió con fecha 26 de enero de 1960, con membrete de la Real Academia Española, excusando su asistencia a una conferencia a la que se había comprometido a estar presente. En la misma misiva, le recordaba que tenían pendiente una entrevista referente a un proyecto que Cela había expuesto, que consistía en la creación en sa Pobla de un certamen literario basado en las labores del campo pobler, que según Gelabert no llegó a realizarse. "Todavía no sé por qué razones, pues Cela simplemente me dijo: Jaime, de momento vamos a dejarlo".

La distendida conversación mantenida en su domicilio con s'Advocat Gelabert se hace más interesante a medida que va transcurriendo. Y es que sus curiosas y anecdóticas vivencias en las diferentes facetas en que se ha desenvuelto tan peculiar personaje dan para otros interesantes encuentros. Así, que al despedirnos, quedamos en volver a vernos.

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