-¿Qué significa recibir un premio como el Pushkin?

-El nombre de Pushkin equivale en Rusia al de Dante en Italia o al de Cervantes en España. Es una figura capital de nuestras letras y por eso es un honor recibirlo. Pushkin no fue sólo un gran autor sino que creó la lengua rusa en la que ahora escribimos. En una vertiente más práctica, este premio me dará más facilidades para publicar y para ser escuchado. Y pongo un ejemplo. El ministerio de Cultura de Rusia le ha cerrado a la viuda del gran Bulat Okudzhava la casa-museo dedicada a su marido. A la vuelta de este viaje de Mallorca, quiero reunir a los amigos que queden del poeta para pedir que se restituya su honor. E iré hasta Putin si hace falta. Esto es algo que el premio me va a permitir hacer. Por otra parte, los poetas y escritores hacen carreras para obtener el Pushkin y yo es algo que ni me había planteado. Me ha cogido totalmente desprevenido. Seguramente, Mallorca y Ramon Llull han intermediado para que lo consiga.

-Supongo que recibir un premio en un país con problemas para la libertad de expresión es más significativo y relevante.

-He conocido la represión de la libertad de expresión cuando existía una policía especializada en el tema y con los acosos que había en el régimen comunista. El problema ahora no es ése, el problema no es hablar sino escuchar. La gente ya no está interesada en escuchar. Ahora puedo decir con total libertad que Putin es un prevaricador que ha robado pero el problema es que nadie te escucha. En estos momentos, se puede criticar lo que uno quiera. La situación ahora no es una cuestión de autoridad abusiva por parte de quien sea. Éste no es el problema. El problema es que la oposición en general está dispersa y la que existe está interesada en el poder y no en los problemas reales de la gente. Su mayor ansia es sustituir al poder actual, pero con una solución que no veo claramente diferente a la que hay.

-¿Cómo ve la situación ahora mismo con Putin?

-La gente se acuerda ahora de los malos tiempos del pasado, cuando la gente se moría de hambre, de una mala praxis médica o se suicidaba por pura desesperación. Mi mujer murió de hambre y por una mala medicación en 1998. Putin corresponde a una mejora en la calidad de vida, a una pequeña mejora en la calidad de vida. De lo que sí están curados los rusos es de revoluciones. Los rusos miran a Ucrania como un ejemplo de mala revolución. El actual primer ministro estuvo de ministro de Economía en los gobiernos que la revolución de Maidán echó. Desde el momento de esta revolución, los niveles de corrupción han aumentado de manera increíble en ese país. Cuando hablo con mis amigos poetas ucranianos, dicen medio bromeando que Putin provocó la revolución de Maidán para afianzarse en el poder.

-¿Qué final augura para la Guerra en Siria, ese conflicto sin fin cada vez más internacional?

-Lo que se está viendo es que cada vez que se rompe el poder civil en un lugar, todos se vuelven islamistas fanáticos. Yo no soy un analista político especializado, pero lo que intuyo es que se ha roto ese poder civil, fuera del régimen que fuera. Lo que sucede en todos estos países es que el poder tiránico civil es menos peligroso que el fanatismo islámico. Tengo muchos amigos poetas israelitas que ven la situación de un imperio islámico extremista como un peligro enorme. También pienso que llevar la felicidad o la democracia a otro país con medios violentos o armas es imposible. Tanto Putin como los americanos no pueden usar la violencia para llevar la democracia al mundo. Porque este juego de ajedrez entre americanos y rusos lo paga la población inocente.

-Luego están los refugiados. Europa está cerrando fronteras.

-Es una cuestión peligrosa porque los que emigran no lo hacen con la intención de integrarse en la sociedad europea. Van a Europa porque parte de ellos son de la burguesía pudiente. Si te fijas, muchos vienen con los gadgets de última generación y lo que buscan son ventajas de los sistemas sociales para paliar el mal momento que están pasando. Hay un dicho en Rusia que dice: “Si vas al monasterio, no puedes ir con tus reglas”. Es decir, tienes que aceptar las reglas del monasterio. Los refugiados van con sus reglas, las musulmanas, con la intención de cambiar las reglas europeas.

-La semana pasada arrestaron en Palma a un presunto yihadista que preparaba un atentado en España, según la jueza. ¿Estamos a salvo en algún sitio?

-Es imposible detener a gente dispuesta a morir matando, inmolándose. Éste es el problema común de la sociedad occidental ahora mismo. Y es muy grave. Se trata de que todos, americanos, rusos y europeos, estemos juntos en el deber de salvar la civilización cristiana.

-Han pasado 30 años de la catástrofe de Chernóbil y ahora se trabaja para sustituir el sarcófago del reactor donde se produjo la explosión por una nueva cubierta.

-El actual presidente de Ucrania es un farsante que está utilizando esto como un show. Parece que los actuales dirigentes se han formado con los videojuegos, pero la vida no es un juego. Siempre piensan que pueden volver a reiniciar el juego cuando se han equivocado y han perdido la partida. Cuando fui a EE UU reproché a mis amigos americanos que la intervención de su presidente en Irak se había basado en preceptos falsos y que por sus mentiras habían muerto centenares de miles de personas. Y ellos me contestaron como disculpándole: “Él es muy consciente de ello y ha estado yendo dos años al psiquiatra”.

-¿Qué papel debe jugar Rusia en Occidente, un país que está en la parte más oriental y cerca de las zonas de conflicto?

-Rusia es el último imperio del mundo que ha salvado su sistema escolar y 145 lenguas. Todo esto hace que Rusia siga siendo un país importante. Pienso que toda esta diferencia cultural es su riqueza. Un día, un poeta de Buriatia, un país que está entre Rusia y China, le dijo a un amigo revolucionario, un poeta que quiere independizar Siberia: “Buriatia le suplicó al zar Pedro el Grande que les acogiera en el imperio ruso y el zar les contestó que no tenía ningún interés. Las negociaciones para ingresar duraron diez años. Gracias a esa decisión, existimos todavía, si no, seríamos chinos”. Catalina la Grande los acogió en Rusia pero pidió que se respetara el budismo que allí se practicaba. La coexistencia religiosa, de creencias y de costumbres en Rusia ha provocado que los terroristas musulmanes no traten de matar a los policías o burócratas del Estado ruso sino a los pacifistas musulmanes, que son mucho más peligrosos en Rusia que el Estado ruso.