El músico mallorquín (ex Los Crudos) publica el primer disco de su nuevo proyecto como cantautor, Aucell Cantaire. Lo presentó ayer en el Mar i Terra y girará con él durante los próximos meses.
Las canciones de Aucell Cantaire testimonian el viaje interior de Toni Verd hacia la madurez y la búsqueda de una vida más sencilla. "Es un proyecto personal, pero también colectivo, y así lo veo en el sonido", explica el cantautor horas antes de presentar en el Mar i Terra su primer trabajo oficial (Bubota Discos) bajo este nombre evocador que deja entrever las intenciones de Toni: dar con una lengua propia en la que expresarse y cantar por cantar, "porque nos alegra, como hacen los pájaros". "Aucell se presentó como una necesidad para que yo pudiera acabar las canciones con la finalidad de mostrarlas", confiesa. Anteriormente, con Alens, junto a Elisabetta Monacelli y Kiko Barrenengoa -también en Aucell-, los temas ya empezaron a cobrar vida, pero por el camino se fueron cruzando artistas como Pedro Sastre o Pep Toni Ferrer. Imperaba ampliar un proyecto en el que también ingresarían, al menos en la grabación del disco, Michael Mesquida, Víctor Mardaras o Toni Cobretti. "Cada uno tiene su carácter, pero ha habido consenso. En general, yo soy más tocón y de improvisar, pero he tenido que contenerme", comenta.
Los temas de este debut son aparentemente sencillos y antimodernos. Verd sabe encontrar en los pequeños detalles la esencia de la vida. "No descarto tampoco que el proyecto coja después otra forma", indica. "He querido escribir letras que evoquen más que ser realistas. Las he trabajado de una manera menos figurativa de lo que parece", asegura. Musicalmente folk y con pequeñas dosis de psicodelia -aquí le hace un guiño al gran filólogo orientalista Joan Mascaró-, "el disco es una vivencia en la que no se necesita el virtuosismo ni como oyente ni como músico. Es minimalismo sencillo pero muy medido y calculado", señala.
Toni Verd (ex Los Crudos) es de los que arruga la nariz si se le encasilla. Gusta de hacer música electrónica, psicodelia, punk, pero sobre todo "música incompleta, que no está acabada". ¿Por qué? "Cuando algo está finalizado es como que está muerto también. El hecho de que el proceso de grabación [en Estudis Favela] y producción haya sido bastante lento, me ha permitido aceptar mejor esa muerte", asume. "Pero como nosotros íbamos continuando y añadiendo cosas a lo que ya estaba grabado, para mí es como si el disco no estuviera acabado y siempre le pudiéramos añadir algo más; en cierto modo, este trabajo es como la fotografía de un momento", sostiene.
Sencillez, conexión espiritual, universalidad y los niños. "Pienso que éstos también están representados en estas canciones. Lo de ser padre me ha influido mucho. Las preguntas que te formulan te hacen volver a la esencia y descubrir nuevos significados", considera. "Quiero que en mi música haya complicidad y compromiso con la educación de las generaciones que vienen", agrega.
En el capítulo inspiración, salen más lecturas que discos nuevos. "Me gusta más leer que escuchar música actual, por eso he pedido ayuda para producirme", revela. Su memoria intelectual se apuntala en la poesía catalana (Espriu) y europea del siglo XX (Graves, Borges, Pessoa) o pensadores como Walter Benjamin, Foucault, Gadamer, Jerry Mander o el dramaturgo David Mamet. "Empecé por la poesía pero al final soy más aficionado a la filosofía", matiza. "Pero con esto no quiero decir que lo que yo haga tenga algo que ver con ellos, eso sonaría tan pretencioso. Simplemente son cosas que me interesan. Yo no hago discos porque quiera parecerme a alguien, sino que tengo una serie de vivencias relacionadas con la filosofía, el arte, la música o la vida misma, y mi manera de transmitirlas, mi camino, son la guitarra y la voz", concede.
