Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Firouz Farman-Farmaian: "Lo que ha hecho Obama durante su 'reinado' será positivo para el arte iraní"

"A los exiliados nos cuesta mucho encontrar el lugar donde ser felices" - "Me trasladé a España porque necesitaba aire, amplitud y un gran taller"

El artista persa Firouz Farman-Farmaian. E. Mercer

Es un personaje singular creado a partir de una historia también singular. Pertenece a una de las familias más prominentes de Irán, de hecho sus antepasados ocuparon el trono de Persia hasta que el padre del último Shah se lo arrebató. Consiguieron, no obstante, situarse muy cerca del nuevo trono imperial y participar de la vida económica y cultural de manera muy activa hasta que la revolución de los Ayatolás les obligó a un durísimo exilio que ha marcado la vida y la obra de este artista criado en París y residente en Tarifa pero con fuertes vínculos con Mallorca donde vive gran parte de su familia. Expone sus últimas obras en la galería Maior de Pollença con el título Momentary Meditations y ha querido hablar con DIARIO de MALLORCA para analizar su arte pero también la situación social actual que sacude el mundo de hoy y sus muchas semejanzas que trastocaron por completo su privilegiada vida de príncipe persa por nacimiento.

-¿Persa o iraní, qué prefiere?

-Es una muy buena pregunta. Los iraníes siempre se llamaron así pero vivían en el Reino de Persia. Así que yo soy más persa.

-¿Tiene que ver con el hecho de pertenecer a una de las principales familias del Irán pre-revolucionario?

-Da importancia a un tipo de educación. Una forma de comprender el mundo y sus diferentes intercambios. Mi familia, su fuerza más grande es la resiliencia, somos grandes resilientes. Pertenezco a un clan que llegó al poder de Irán cuando en Europa se estaba produciendo la Revolución Francesa y ahí estuvo hasta 1927 en que fueron duramente castigados y, aun así, pudieron después de la Segunda Guerra Mundial tener un crecimiento espectacular durante cuarenta años y convertirse en personas muy cercanas al Shah Phalavi. Crearon la nueva economía de Irán. De hecho, uno de mis tíos fue el que creó la idea junto con Venezuela de la OPEP, pero también fueron grandes intelectuales, arquitectos, toda una clase entera cultivada y constructiva con su propio país.

-¿Qué pasó para que todo se viniera abajo?¿Ve similitudes con los cambios que se están produciendo en el mundo de hoy, en la España de hoy, en la que todo se pone en cuestión?

-Lo que pasó con el Rey de Irán, con América y con los Mullas lo dejo para la historia. Como dijo Tolstói, son ruedas más grandes que el individuo. Pienso que para que una revolución triunfe todo debe estar milimétricamente pensado y funcionando como una maquinaria perfecta. Pienso que para que una maquina así se ponga en marcha y llegue hasta el final con todas sus consecuencias hay una lógica, una racionalización histórica que debe tener su verdad. A partir de ahí, yo no juzgo, no lo interpreto a pesar y desde el punto de vista del daño que hizo y hace a mi familia. No pienso en todo lo que se ha perdido, pienso de una manera más lógica y racional en que si sucedió fue por algo.

-Entonces casi 40 años después siguen preguntándose qué pasó.

-Hace solo dos semanas Su Majestad la Reina Farah visitó mi muestra de arte en Marrakesh y allí me preguntó mi opinión sobre lo que yo, joven, creía que había pasado en la Revolución del 79. Le contesté que los Mullas llevaban 3.000 años en la historia de Persia, que ya existían en la estructura del país con un poder enorme antes de la llegada de los musulmanes. Cada vez que un poder ha querido centrarlos un poco se enojan y con el régimen del Shah se habían enojado de nuevo. Yo soy de otra generación distinta de la de la Reina y hay cosas que no puedo comprender. Sin embargo, ella, eso yo lo sé, es una mujer interesada por el arte, por la cultura y siente por lo que ocurre en nuestro país una gran tristeza.

-En España vivimos años de incertidumbre, con una monarquía cuestionada por una serie de errores graves que han cometido sus representantes y el auge de partidos claramente republicanos e incluso revolucionarios que se dice que tienen el apoyo de Irán y Venezuela. Para algunos Iglesias es como Jomeini. ¿Cómo lo ve usted que es artista y por tanto un observador privilegiado criado entre las dos culturas y con la sensibilidad de los creadores?

-No lo veo a nivel de España únicamente, lo veo a nivel mundial. Mire lo que está pasando con Trump en EEUU. Los extremos están apareciendo en todas las partes del mundo. Yo tuve la suerte de poder salir con mi familia cuando estalló la revolución y establecernos primero en Andalucía y después en París, donde crecí con su dureza y su esnobismo pero también con su belleza erótica de París mujer, que no te quiere cuando le dices que la quieres pero que no te deja ir cuando le dices que te vas. Es una relación un poco masoquista la que tengo con esa ciudad, muy dura. Quiero decir con esto que a los exiliados a veces nos cuesta encontrar el lugar donde ser felices, y a los artistas más. Me trasladé a España porque necesitaba aire, amplitud y un gran taller. Mi padre vive en Marrakesh y mi madre en Marbella, así que busqué un sitio aislado en el mundo pero situado cerca de todo. Tengo un gran amor por la naturaleza y la naturaleza en Tarifa está protegida. Es algo muy persa ese amor por lo natural que se incorpora a la creación artística y yo lo necesito como el aire que respiro, como la poesía.

-Para ustedes los persas la poesía es casi una religión , aquí la hemos olvidado, apartado de nuestras vidas.

-Absolutamente. He trabajado con ella. Mire, cuando tienes un padre que te dice en Navidades que has de aprenderte un poema de varios folios escrito por un poeta hace más de mil años hay que tomarlo como un regalo. Te hace tener una visión del arte y de la vida un poco diferente. En mi familia hay pocos artistas, les gusta más la versión más tradicional de la vida, pero yo soy un hombre de erupciones volcánicas. He tenido que somatizar en mi cuerpo todas las frustraciones post-revolucionarias que de repente nos han azotado. A través de mi arte puedo mirar al futuro porque creo que en él está la recompensa, un futuro lleno de cosas buenas. Empecé a los doce años haciendo caricaturas de mis profesores que todo el mundo quería. En esa época mi padre se dedicaba a jugar al polo en Sotogrande y yo dibujaba con fruición esos caballos galopando que entusiasmaban a la gente del polo. Me las compraban. Me enganché al caballo del arte entonces, siendo muy joven. Y como decía Rimbaud, tienes que tocar, cruzar diferentes disciplinas artísticas, o no, pero al menos saber manejarlas. Es algo muy moderno. Yo he hecho cine súper ocho, he hecho guiones, música indie rock con mucho éxito en Francia, hasta que mi mujer Camilla, con la que me casé hace dos años, me abrió a un nuevo mundo, a la abstracción del arte contemporáneo de vanguardia. Pude olvidar los caballos de polo y comenzar a trabajar mi identidad.

-¿Qué significa esto?

-Estoy trabajando a modo de psicoanálisis la estructura de mi pasado, la idea del pasado mismo, la del exilio, el desarraigo, la traición, etc... Eran temas que no había enfrentado conmigo mismo. En el momento en que abrí la puerta del pasado fue una avalancha la que se me vino encima. Pude trabajar entonces con ello en una serie que se llama Retroproyecciones, que son imágenes de la época Qadjar, de finales del XIX y principio del XX que existen por orden del Rey que hizo fotografiar todo el país a fotógrafos franceses. Ese documento fotográfico hoy repartido por el mundo existe milagrosamente y yo he podido tener acceso a algunas imágenes. De miles de fotos que hay, solo elegí las que tenían errores porque en el error está la modernidad.

-¿Qué sería de la memoria y del arte sin la fotografía?

-He crecido en el salón de mi abuelo que estaba lleno de fotos antiguas, en blanco y negro o en color, que reflejaban un Irán que ya no existía. Una mezcla de fotos de los años 70 con imágenes de 1900. Un pasado muy interesante pero a mí no me interesa la nostalgia. Yo soy mucho más volcánico, un hombre de futuro que trabaja a partir de su pasado. Seguramente estaba escondiendo una nostalgia en mi ser que he sabido convertir en arte. Trabajo sobre la abstracción y sobre la nostalgia, la identidad, que son dos segmentos interesantes.

-¿Y la política?

-Desde hace un par de años siento mayor interés, pero con distancia abstracta. Siento pena por la juventud iraní de hoy que vive entre dos mundos, uno arcaico y otro que se abre a través de internet. Tengo mucho contacto con los jóvenes persas. Hay un gran movimiento artístico en Irán, ellos me proporcionan mucha verdad sobre lo que está pasando. Ellos quieren seguir en su país y que su obra tenga repercusión en el mundo porque aman a su país. Hay grandes galerías trabajando muy bien. Esto es muy positivo. Lo que ha hecho Obama durante su reinado será positivo para el arte iraní.

-¿Un artista ha de ser/vivir atormentado para ser bueno?

-Esto es una tontería inventada por los franceses, una gran mentira inventada por Charles Baudelaire y los que le seguían. La intuición y la creatividad no tienen nada que ver con el sufrir o no en la vida. No hace falta cortarse una oreja para ser un buen artista.

-¿Por qué rechaza el sufrimiento?

-Quizás por el miedo, por el sufrimiento que vi en mis padres después de la Revolución. Es posible que sea una reacción epidérmica.

-¿De qué color pintaría el exilio?

-Un amarillo muy pasado, un color que va perdiendo intensidad. Quiero dar las gracias a la Maior, que me ha dado libertad, y a Amador, el artista que me ha dado su amistad para siempre y la posibilidad de meditar sobre mi vida desde otra perspectiva. Conocí primero su obra que a él. Nos unió el destino, no hay duda.

Compartir el artículo

stats