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Crítico de cine

Mujercitas

Discípulo evidente de Yasujiro Ozu. Hirokazu Koreeda repite fijación por los microcosmos familiares. Sus palitos en el hormiguero son fallecimientos inesperados o tocata y fuga de uno o ambos progenitores.

Nuestra hermana pequeña adapta un manga de tinte femenino. Tres hermanas, jóvenes adultas, viven solas en una casa de una localidad costera tras la separación, años ha, de sus padres y marcha en direcciones opuestas. Cuando muere el hombre se enteran de que tuvo una hija con su segunda mujer y la invitan a vivir con ellas. La película es un dramedia largo (por no recortar el texto original, deduzco), escaso de acción y con los roles de los personajes bien definidos. Roza el simplismo y a la vez, en los escasos momentos que se lo propone, toca los todos los temas previstos y universales: el cotilleo como cola de unión (lease a Harari) y semilla de división; las brujas de guardia (una tía abuela, la madre de las tres chicas cuando se decide a aparecer). Y sobre todo la frágil situación psicológica de la recién llegada. A pesar de que sus hermanas la acogen con los brazos bien abiertos, ella no dejará de sentirse una forastera, casi una adoptada. Esas notas agudas se diluyen entre compases más amables, pero se escuchan bien. Aunque apenas ocurre nada, el mayor mérito de Koreeda, es que atrapa por su encanto, su cotidianidad. Por eso, y por la edad de las protagonistas me ha recordado al mejor cine de Eric Rohmer. Una sincera e instructiva mirada por el ojo de la cerradura de la casa de unas mujercitas saliendo adelante sin padres.

Nuestra hermana pequeña

Japón, 128 min.

Director: Hirokazu Koreeda

Actores: Suzu Hirose, Haruka Ayase, Kaho, Masami Nagasawa

Cines: CineCiutat, Augusta

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