No es una retrospectiva al uso, sino un Toni Catany visto desde otra perspectiva. En concreto, es el viaje o los movimientos de ida y vuelta los que dan cuerpo a la gran exposición que anoche inauguró La Pedrera de Barcelona con la colaboración y el apoyo de la Fundación del artista.

"La última antológica se la hizo el MNAC en 2011, es una retrospectiva que aún no está agotada, pero que sí podía ser completada con algunas obras inéditas, las que ahora se podrán ver hasta el 17 de julio", comenta Toni Garau, vicepresidente y director de la Fundación Toni Catany y comisario de la exposición junto al que fuera su galerista en Bruselas, Alain d'Hooghe. "Nos planteamos dar a conocer un Catany pluridireccional, con mucho interés por las técnicas modernas y por temáticas muy diversas", sostiene Garau. El objetivo del proyecto es revisar de un modo distinto la obra del Premio Nacional con el fin de comprender mejor su extenso universo.

El retrato de un niño en Eivissa (1967) funciona de preludio del recorrido. "Con esta foto, decidió hacerse fotógrafo", explica Garau. "A partir de aquí, la suya fue una mirada transversal que entrecruza cronologías y geografías, desde su Mediterráneo natal al Caribe o la India", indica. En otro calotipo, Catany homenajea a Eugène Chevreul, el químico francés que formuló la ley del contraste simultáneo de colores. "Aquí tenemos al Catany que fue a Barcelona a estudiar", agrega.

Los objetos del fotógrafo dialogan con las cerca de 150 fotografías expuestas. Redondean el singular imaginario del artista y explican mejor su cartografía íntima. En este primer ámbito, es posible contemplar un florero hecho por la tía de Toni que remite al Mediterráneo y a su infancia en Llucmajor, un tema recurrente en su trabajo.

El segundo ámbito de la muestra, la primera del fotógrafo mallorquín desde su muerte en 2013, está dedicado a los retratos. Hay un conjunto de los que realizó en un estudio de Barcelona, polaroids transportadas, o retratos inéditos hechos en la India o Etiopía, "fotos tomadas en el exterior que captan lo que hay en el interior de los personajes".

A continuación, el espectador atiende a un paréntesis visual. Una serie fotográfica de barcas y peces (con su correspondiente libro, aún inédito) se despliega ante sus ojos. "Son de los viajes que realizó a Venezuela o a la Costa Oriental del Caribe", detalla Garau. "Algunas de estas imágenes están tomadas también dentro del estudio y varios objetos marinos también están presentes en la muestra", continúa.

Es imposible hablar de Catany sin referirse a las naturalezas muertas. En esta ocasión, se han seleccionado algunas de las más clásicas combinadas con inéditas. "Las más conocidas son las tiradas originales", señala el comisario, "mientras que, para las inéditas, hemos hecho tirajes nuevos". Llaman la atención porque se han visto menos aquellas naturalezas que están fotografiadas en picado, mirando hacia abajo.

Matèria obscura es el ámbito dedicado a la técnica. En varias vitrinas hay una exposición de las cámaras del mallorquín: una leica, una hasselblad o dos digitales, "con las que pudo hacer sus famosas fotos negras, sin luz". "Para Toni, las técnicas fueron importantes en el sentido de que le aportaron diversos registros para expresarse", considera Garau. "Gracias a la llegada de lo digital, Catany pudo autoeditarse muchos libros, de los que exponemos una selección".

Antes del ámbito que cierra la exposición, una selección de Altars profans, la última serie creativa que realizó, se exhiben las paredes sin personajes de Llucmajor que el fotógrafo inmortalizó en sus últimos años de vida.

Para Garau, uno de los paréntesis más interesantes de la exposición es la presentación de los cossiols, imágenes tomadas en 1987. "También se ven piedras, ollas, las cosas de la madre de Toni. Es curioso: miras estas fotos de finales de los 80 y las de 2013 y no hay diferencia, hay un fuerte vínculo entre ellas. Es un Toni de ida y vuelta", concluye.

El último objeto que se queda en la retina del espectador, entre ellos se encontraba ayer la presidenta Francina Armengol, es un globo terráqueo envuelto y con un corte. Una metáfora del viaje, de una travesía exterior pero también interior. Con la belleza al fondo. El agujero o corte del globo es un claro símbolo del objetivo de Catany.