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Escuelas de música

Mi primer concierto

Jóvenes alumnos y músicos experimentados, como la pianista Maria Victòria Cortès o el ex director artístico del Principal, José María Moreno, desvelan qué sintieron la primera vez que actuaron en público, una cita en la que los nervios suelen ser protagonistas

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Mi primer concierto

"Mi primer concierto importante tuvo lugar en el Liceo, como alumna de su Conservatori Superior, con un homenaje a Xavier Monsalvatge (por su 80 cumpleaños), quien estuvo presente. Viví una situación de nervios y emoción al mismo tiempo. La noche anterior dormí, con alguna pesadilla: en mis sueños aparecía en pijama llegando a la sala de conciertos -otra pesadilla recurrente es olvidarme las partituras-. Y por la mañana, el estómago lo tenía cerrado. Siempre recordaré las horas, las semanas antes de aquella actuación. Fueron momentos de crisis, de angustia, pero en el instante en que salí a actuar, volqué toda mi energía y conecté con el público".

La pianista Maria Victòria Cortès no olvida aquellas sensaciones, las de su primer concierto, una experiencia por la que pasan todos los músicos. Una prueba que suele tener a los nervios como testigo y que necesita de la concentración y ciertos "trucos" o aprendizajes para lograr su superación. Comenzar a tocar para pequeños grupos de personas y visualizar la actuación son algunos consejos que se dan desde las escuelas de música.

Veinte años después, Maria Victòria Cortès volvió a vivir un episodio similar, esta vez protagonizado por su hija, Helena, de poco más de siete años. "Trabajamos mucho la parte psicológica para enfrentarnos al miedo en el estreno ante una audiencia. Tocamos ante la familia, o en una sala con muñecos en el papel de espectadores, y lo grabamos en vídeo. También le dije que visualizara la actuación. Todo esto le puso en situación y pudo actuar sin ningún miedo e inseguridad", afirma.

Con 34 años de historia, la Escola de Música Ireneu Segarra tiene como objetivo ofrecer una educación musical a sus alumnos -en la actualidad suman 450-, y esto no solo incluye el estudio de un instrumento, también el disfrute de la música: tocar, cantar, escuchar, experimentar, convivir, sentir y preparar el primer concierto con espectadores.

"En la Escola cada semana hay un concierto en el que participan unos diez niños. La idea es que a lo largo del año un alumno realice unos dos conciertos ante una audiencia", comenta su director, Pere Fiol.

"Lo normal y más habitual es que al alumno que se estrena le suden las manos y dé muestras de cierta tensión, aunque algunos no la exteriorizan y la llevan por dentro. En las clases les preparamos para esta experiencia y les enseñamos a sentarse de un modo correcto, eliminar tensiones y camuflar posibles errores que surjan durante la interpretación. Un concierto puede ser desenfadado, divertido, pero debe acometerse con toda la seriedad del mundo", subraya Fiol.

Mireia Mercadal, de 14 años, venció al miedo hace ya siete años. "Ahora estoy tranquila y segura de mí misma, cuando toco el violín con el grupo de cámara, porque si lo hago sola sí aparecen los nervios y el arco no deja de temblar", confiesa.

"A mí me encanta actuar ante público. Siempre me muestro lo más seria posible, para parecer muy profesional", intercede Maria Carrió, de 12 años, también alumna en la Ireneu Segarra.

En Can Renou, escuela de música que ofrece enseñanza a niños a partir de tres años, viven con "alegría" las actuaciones. "Los niños esperan con ansia el día del concierto", afirma su director, Christian Lehnert. "No hemos tenido ni un solo caso de nervios. Los niños se toman los conciertos como algo normal, divertido. Siempre trabajamos desde la alegría. Enseñar música es transmitir alegría", añade.

Alegría en Can Renou

La fórmula de Can Renou funciona, a juzgar por las confesiones de sus pequeños músicos. "He cantando una vez delante de gente y aunque me puse algo nerviosa lo hice muy bien. Me gustaría repetir", señala Oriol Miralles, de 6 años. "Yo no tengo ninguna vergüenza", le interrumpe Caterina Salom, de 5 años.

Después de cuatro actuaciones ante el respetable, Natalia Ruiz (6 años) ya se considera una virtuosa. "Solo me temblaron las manos la primera vez, con la guitarra. Pero lo hice bien. Me pondría un 10", apunta con una sonrisa.

"El escenario es muy chuli, me gusta mucho estar delante de la gente y puedes llegar a salir en la tele. De mayor quiero ser guitarrista, como Steve Vai", desvela Norat Salom, a punto de cumplir 7 años.

"Para mí un concierto es como jugar. Cuando actúo miro a mi familia o a la pared, no me atrevo a mirar a espectadores que no conozco. Me despistaría", admite Joan Payeras (6 años).

En el mundo del rock también existe el vértigo escénico. Xavi Mas, de 12 años de edad, Jordi Navarrete, de 10, y Marc Mas, de 14, lo han saboreado y, con el tiempo, digerido sin problemas. El trío, devoto del legado de los Beatles, Deep Purple y Metallica, estudia en la Academia de Música Moderna de la calle Reina María Cristina y debutó el pasado verano en el Hard Rock del Marítim, en un acto organizado por este centro.

"Pensaba que quedaría en ridículo, pero con los ensayos el miedo se me fue yendo. Eso sí, en algún momento del concierto la púa no dejaba de resbalárseme", comenta Xavi Mas.

"Justo antes de pisar el escenario estuve temblando pero disfruté del concierto. Hubo algún fallo pero los errores hay que disimularlos. Si los cometes no te tienen que influir. Nunca hay que encogerse", aclara Marc Mas.

La voz de la experiencia

Director de orquesta, cantante, pianista y ex director artístico del Teatre Principal de Palma, José María Moreno afirma que preparar a un músico para un concierto es una de las grandes facetas del aprendizaje, porque "realmente es un tema complicado. Es dífícil de llevar. Los hay que nacen con eso innato, con la capacidad de enfrentarse al público sin problemas, al contrario, como un estímulo, algo que a mí siempre me ha ocurrido. En ese sentido me siento muy afortunado porque a diferencia de lo que les pasa a muchos colegas que se ponen increiblemente nerviosos antes de enfrentarse al público, y de hecho hay muchos artistas que han tenido que dejar su carrera como profesionales porque no han podido superar los nervios -el caso más conocido es el de Glenn Gould-, la preocupación y la angustia que les genera los momentos previos a un concierto, los días, las semanas previas a una actuación, en mi caso es lo contrario porque a mí me encanta el público. Siempre me lo he pasado muy bien con el público. Siempre espero el momento de la actuación con gran alegría y gran entusiasmo, y lo enfoco con mucho optimismo. Me gusta mucho actuar en público", subraya.

En este sentido recuerda aquellos exámenes "ante tribunal, que eran antiguamente los exámenes que hacíamos en el conservatorio. Los alumnos libres en aquella época se preparaban con su profesor particular durante todo el año y en junio se presentaban a un solo examen. Te lo jugabas todo a una carta. Yo recuerdo que disfrutaba de llegar al conservatorio y ponerme a tocar delante de todos los que se examinaban y los tres profesores de piano del tribunal. No solo me gustaba sino que hacía crecerme como músico y al final incluso mi rendimiento muchas veces mejoraba por ese estímulo adicional y ese plus de adrenalina que conseguía en los momentos de la actuación".

En su opinión, lo fundamental para salir airoso ante este tipo de bautismo musical es plantearse: "Esto es lo que puedo daros y si os gusta fantástico, aplaudís y ya está; y si no, no pasa nada. Enfrentarse al público con la tranquilidad espiritual de que no pasa nada. Si me equivoco, pues nada, nadie es perfecto. Esto es lo que tengo y esto es lo que soy. Hacerlo lo mejor que pueda pero quitarle trascendencia al momento de la actuación. A veces nos imponemos unos objetivos demasiado altos".

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