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Entrevista

Maria-Antònia Oliver: "Decidí jubilarme porque no me salían las palabras, ahora vuelvo a tener ganas de escribir"

"Me sorprende que las generaciones jóvenes sean tan machistas; estamos retrocediendo" - "Con el feminismo no se puede hacer un discurso políticamente correcto, sino al revés" - "Jaume Fuster me dijo que si no leía a Dashiell Hammett se iba a divorciar de mí"

La escritora Maria-Antònia Oliver, en su casa de Biniali. guillem bosch

Es menuda pero una mujer de gran presencia y enorme sonrisa. Su casa de Biniali es un refugio lleno de libros y recuerdos. La memoria de su marido el también escritor Jaume Fuster, fallecido en 1998, late en cada rincón. Maria-Antònia Oliver (Manacor, 1946) es cercana, pero se le intuye la misma timidez que demuestra la perrita cocker que le acompaña: huye escaleras arriba con las visitas de desconocidos. Su salud es estable después de un trasplante de corazón hace casi 18 años y una septicemia que la puso al borde de la muerte. La autora de Joana E. es vitalista, fuerte -"som molt forta", repite con énfasis-. Aprendió catalán con Aina Moll - "igual que Carme Riera"-, ha traducido a Virginia Woolf y ha publicado numerosas novelas y libros de relatos.

-Junto a Mercè Rodoreda, Teresa Pàmies y Montserrat Abelló es la cuarta mujer que recibe este premio. ¿Qué significa para usted?

-Ya es la 48 edición y somos muy pocas mujeres las que lo hemos conseguido. Aún estamos en un patriarcado. Y Òmnium Cultural también lo piensa y quiere ponerle remedio. Pero tendrían que darle el premio a 48 mujeres para conseguirlo. De momento somos cuatro escritoras. Hay hombres de otras profesiones que también tienen el premio de honor, pero mujeres, no. Y también hay mujeres que son lingüistas como Joan Veny, que consiguió el galardón. O se lo podrían dar a Maria del Mar Bonet, dado que reconocieron a Raimon. Ya es hora de que las mujeres estemos al mismo nivel que los hombres.

-¿A cuáles de las anteriores ganadoras se siente más cercana?

-No me sentía cerca de Mercè Rodoreda porque era muy reservada. Pero conmigo siempre fue muy amable. Saqué mi primer libro en la misma editorial que ella publicaba, la de Joan Sales. Y él quiso que yo la conociera. Fuimos a su casa, en la calle Balmes, y Mercè Rodoreda me había hecho una coca. Fue un detalle precioso. Después le hice una entrevista para TVE Catalunya en Port de la Selva, donde tenía una casa. Y también fue muy amable pero estaba muy encerrada en sí misma. En cambio, Teresa Pàmies era muy abierta conmigo. Y Montserrat Abelló era un encanto. Las conocía a las tres, pero era más amiga de Teresa y Montserrat que de Mercè. Yo soy más extrovertida también. Cuando se murió mi marido, Teresa Pàmies me preguntó cuántos años habíamos vivido juntos. Yo le dije que 29. Ella me dijo: "Casi treinta. Muy bien, Maria-Antònia". Teresa me animó mucho.

-Se declara feminista. ¿En qué punto está ahora el feminismo?

-Se ha estancado. Con el feminismo, no se puede hacer un discurso políticamente correcto sino que se ha de hacer políticamente incorrecto. Por ejemplo, como hicieron las sufragistas en Londres cuando pedían el voto. Las encerraron, les dieron de comer a la fuerza... Hemos de ir por esa vía.

-Están las Femen o la diputada de Podemos Carolina Bescansa, que se presentó al Congreso con su bebé.

-Exacto. Esta diputada lo hizo para montar una polémica, pero es que eso es lo que se debe hacer: ser políticamente incorrecto. No era necesario que esta mujer llevara a su hijo pero lo hizo para demostrar que las mujeres aún no estamos al mismo nivel. Ni las mujeres ni las madres.

-¿Sería posible encontrar en estos momentos una mujer como la que inspiró su novela Joana E.?

-Sí. Si buscásemos un poco, la encontraríamos.

-Si tuviera que volver a escribirla, ¿lo haría igual?

-Sí. Pienso que mi segunda novela, Cròniques de la molt anomenada ciutat de Montcarrà, la escribí demasiado deprisa. Era muy joven. Me salió bastante bien y la gente la encontró muy buena, pero yo pienso que no lo es tanto. Tendría que haber esperado un poco más para escribir todo lo que quería escribir. Incluso había pensado en reescribirla, pero al final no lo he hecho. En cambio, Joana E. la dejaría exactamente igual.

-¿Escribió Joana E. de manera visceral?

-Esta historia no es únicamente de una sola persona. Hay unas cuantas mujeres que me incitaron a escribirla. He conocido a lo largo de mi vida a dos o tres mujeres así. No todas esperaban un hijo, pero hay dos que sí y lo ocultaron. Pienso que hoy día es algo que también se esconde. ¿Cuántas chicas jóvenes hay que han tenido un hijo y su familia no lo sabía? Es algo que sigue sucediendo actualmente.

-¿Han retrocedido las generaciones más jóvenes en las cuestiones de género?

-Pienso que sí. Me sorprende que las generaciones jóvenes sean tan machistas. Sobre todo los chicos, que muchas veces no dejan hacer nada a sus novias. Lo encuentro terrible. Hemos avanzado, pero los jóvenes retroceden y las jóvenes se dejan. No todas, claro, porque estoy segura de que algunas, si su novio les prohíbe hacer alguna cosa, lo hacen igualmente y los mandan a la mierda. Que es lo que se debería hacer: mandarlos todos a la mierda, a todos los que hacen eso me refiero. Yendo a institutos, me he encontrado con chicos machistas que me contestaban. Pero no me ganaban porque yo tenía más argumentos que ellos al ser más vieja.

-Y más lista.

-Más lista a lo mejor no. Pero más vieja sí. Y con los años adquieres más responsabilidades y más fuerza para decir las cosas. Te autoafirmas con la edad.

-¿La escritura le ayuda a autoafirmarse?

-Sí, por supuesto.

-¿Y a conocerse a sí misma?

-Eso no me interesa. A mí me interesa más la otra gente que yo misma. No soy nada egocéntrica.

-Extraño en un escritor.

-Sí, pero es así. Tengo mi ego dentro de este mundo hostil, pero no soy egocéntrica.

-¿Sigue siendo rebelde?

-Mucho. No sé si más que antes, pero puede que sí.

-¿La palabra le ha salvado la vida?

-Yo siempre decía que escribir era vivir y vivir era escribir. Y que yo había nacido para escribir. Y ahora hacía bastante tiempo que no escribía, pero vuelvo a tener ganas de hacerlo. Me rondan unas cuantas ideas. Decidí jubilarme porque no me salían las palabras, no me eran amigas. Pero ahora he vuelto a tener ganas. Cuando me llamaron y me dijeron que me daban este premio, fue como una inyección en vena de pa amb oli amb tomàtiga i olives. Cuando lo dije en la rueda de prensa, la gente se puso a reír, pero es verdad. Este premio me ha dado mucho empuje y ánimos para voler a ponerme a escribir. Y por eso estoy muy agradecida de recibirlo.

-¿Estaba triste?

-No. Me había jubilado. Había tomado una decisión. No podía escribir porque no me salía nada. Escribía cosas que no me llevaban a ningún lado. Y entonces decidí que me jubilaba y ahora me he desjubilado.

-¿Con qué le apetece regresar?

-Con una novela. Aún no sé qué tipo de novela. Tengo ideas. Quizá recuperaré a Lònia Guiu, una Lònia más mayor. Pero tampoco estoy segura porque tengo otras ideas que no son policiacas.

-¿Por qué no escribe sus memorias?

-A los 14 años empecé a escribir un diario en castellano y lo tuve hasta finales de los ochenta. Tengo muchos diarios en cuadernos. Después he ido haciendo diarios y los he dejado. Pero aún no escribiré mi biografía. No la quiero escribir todavía. Y si alguien la ha de escribir, que la escriba cuando yo haya muerto.

-¿Le interesa la literatura memorialística?

-Depende del escritor. De algunos, no me interesa nada. Sí me interesa todo lo que escribió Virgina Woolf. Yo la he traducido. Y me he leído todos sus dietarios y son fantásticos. Parece mentira lo mucho que trabajó esta mujer que sólo llegó a los 60 años. Yo cuando era más joven decía: "Me moriría a los 60 años si pudiera escribir como Virginia Woolf". Y mi marido me contestaba: "No digas esas cosas, Maria-Antònia" (risas).

-Siempre habla de él.

-Sí, siempre. Estoy bien. Ya he pasado el luto. Pero siempre pienso en lo que me diría.

-Cuando empezó había pocas mujeres detectives. Ahora hay muchas, sobre todo en las series de televisión.

-Sí. Y son fantásticas. A mí, por ejemplo, Donna Leon no me gusta. Pero posiblemente porque no soy una entendida de novela policiaca. Yo hice tres novelas negras porque me apetecía y porque con Ofèlia Dracs hicieron Negra i consentida y yo tuve que escribir un cuento policiaco. Entonces me inventé a Lònia Guiu. Y después vi que con Lònia podría escribir cosas contra la corrupción y las maldades del mundo de una manera más directa que con mis otros libros. Y que podría escribir sobre todo contra la corrupción masculina dirigida contra las mujeres o los niños. Jaume [Fuster] sí era un especialista.

-¿Le dio consejos?

-Me dijo que si no me leía al menos a Dashiell Hammett se divorciaba de mí. Y yo pensé: "¿Divorciarme de Jaume por no leer a Hammett?" Entonces lo leí. Y me encantó. Porque Hammett era un gran escritor hiciera novela policiaca u otra cosa. Y entonces empecé a leer algo de novela negra. Él se lo leía todo. Era un entendido. Pero yo no. Y nunca lo he querido ser.

-Es como la poesía. No la escribe, no es una entendida, pero sus novelas resultan poéticas.

-Sí. La poesía me gusta. Pero no sé escribirla. Creo que hago una prosa bastante poética, pero poesía no. Lo he intentado pero no me sale. Sí me gusta leerla. Hay unos cuantos poetas que me encantan: Antoni Vidal Ferrando, Ponç Pons de Menorca, Sebastià Alzamora o Parcerisas.

-Colm Tóibín: "Sólo puedo escribir de aquello que he perdido".

-Qué bonita esa frase. Ahora pensaré en ella. Es una buena idea. Muchas gracias por habérmela leído. Los escritores lo hacemos. Hemos de mirar lo que hemos perdido para escribir. Y yo ahora miraré todo lo que he perdido para tener más ganas de escribir.

-¿Existe la escritura femenina?

-Sí. Las mujeres hacemos escritura feminista con la gramática. Los hombres no lo llevan dentro de la piel. Pienso que la escritura ha cambiado mucho gramaticalmente a causa del feminismo. Por ejemplo, coge Jane Eyre. Aquellas mujeres eran feministas sin saberlo. Jane Eyre es una novela increíble. La he leído cinco o seis veces. Cada vez que la leo encuentro algo distinto, nuevo. Es una de mis novelas preferidas. Tanto que en Joana E. hay un fragmento de Jane Eyre. Pero también fragmentos de Los años de Virginia Woolf o de Víctor Català.

-¿Son sus tres escritoras de cabecera?

-Sí. Y Mercè Rodoreda también. Pero a mí en una entrevista me dijo que esto del feminismo era una bestialidad. Y en cambio hacía libros que después han servido muchísimo a las mujeres. Ella no era consciente, pienso. Esos deseos, la liberación... Salen en sus novelas.

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