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A tiro

Homenaje a Torrelló ´Bond´

Homenaje a Torrelló ´Bond´

Nos conocemos por Facebook. Le sigo. Cada vez que en mi time line irrumpe una de sus fotografías en blanco y negro, abandono el ratón del ordenador y mi motor interior -siempre alborotado- se detiene. ¿Quién se esconderá detrás de esa mirada que convierte lo cotidiano en extraordinario? Siempre que examino alguna de sus imágenes, tengo un pensamiento recurrente: el mundo parece existir para ser fotografiado. Lo mismo pienso con el clasicismo de los grandes fotógrafos de Magnum: Koudelka, Capa, Cartier-Bresson, D´Agata o Le Querrec, o de Català-Roca. Detrás de los disparos a los que me refiero -un espectáculo visual de la vida en la isla- está Joan Llompart Torrelló, el mejor fotoperiodista que ha dado la isla (Tolo Ramón, también estás ahí) y trabajador de esta casa entre 1963 y 2003. La imagen que acompaña este artículo, titulada James Bond y tomada junto a la capilla de la Misericòrdia a finales de los 60, es la última que ha colgado en su perfil de Facebook. Échenle un vistazo, por favor.

Del mismo modo que José Carlos Llop literaturiza la ciudad, Torrelló noveliza Palma con su cámara. Ambos dignifican la memoria. En el fotógrafo, el testimonio documental es tan efectivo como la instantaneidad poética. Qué difícil es conseguir eso. En la mirada de Torrelló se da un talento en la concentración de una serie de elementos para que la fotografía funcione: la composición, la luz, la tensión en lo narrado, el instante preciso. Al igual que la prosa relata el mundo, la fotografía tambien lo hace para inventarlo o desmentirlo. En este sentido, es justo parafrasear a Matías Vallés: "Torrelló no mira, ve". Y ve cosas que jamás nadie podría ver. ¿Torrelló inventa? ¿Ficcionaliza? ¿Literaturiza con el objetivo?

Él me explica, despojándose de cualquier atisbo de heroicidad y desconfiando de la periodista, que tenía un secreto para que las fotos fueran tan buenas: "Yo disparaba sin flash y llevaba una película que me costaba mi buen jornal". Se compró una leica y, después de su trabajo en el periódico -su primera foto en portada fue la de una sonriente Carmen Polo-, paseaba por Palma en un deambular incesante de posibilidades. Torrelló flâneur. Disparaba poco. Ahora los ´clics´ echan humo, sin orden ni concierto. La fotografía ya no es pensamiento. Es velocidad. Inseguridad. La fotografía de ahora es vídeo.

La llegada del color tampoco ha ayudado a la profesión. Ha desvirtuado el trabajo de los fotoperiodistas. O eso piensa Torrelló. "Cuando una foto es bella, basta el blanco y negro y los grises, el resto obstaculiza la emoción".

Repito su nombre, para que le lluevan los seguidores en Facebook: Joan Torrelló Llompart. También se ha abierto cuenta en Instagram.

Siempre que examino sus fotos pienso que la memoria es tan insegura que necesita de las precisiones poéticas de fotógrafos como él. Miradas únicas que contienen la elocuencia arrebatadora de una gran pintura histórica. Gracias, Torrelló.

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