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Crítica de teatro

El día del juicio

He visto, con éste, los cuatro espectáculos de Titzina (los tres anteriores: Folie a deux, Entrañas y Exitus) y en mi opinión Diego Lorca y Pako Merino son de lo mejor del teatro contemporáneo de este país. Verles en acción constituye una experiencia infrecuente, un privilegio, una lección de inteligencia dramática. Así que enhorabuena (una vez más?), al Teatre del Mar, por acercárnoslos como inauguración de su temporada de invierno.

Ésta es la propuesta de entrada de Distancia siete minutos: a un joven juez le encuentran una plaga de termitas en casa, así que, durante unos días, se ve obligado a convivir con su padre en el domicilio familiar. Eso da para muchísimo, tanto que parece mentira que pueda concentrarse en apenas hora y media: el oficio de juzgar y sus casos (muy oportuno en la actualidad, para apreciar la labor ingrata de estos profesionales), las relaciones (conflictivas) entre padres e hijos, las historias del pasado, la expedición del Curiosity a Marte y, sí, también las termitas, como metáfora de la vida y de la muerte. ¿Una empanada filosófica que para qué? Pues no: una representación armónica, con destellos de magia, a ratos muy divertida y, sobre todo, con un trabajo actoral pasmoso (vienen de Lecoq: ahí es nada), de una naturalidad apabullante. Algo que se obtiene a base de esfuerzo (su tarea de documentación previa es concienzuda) y de talento, claro.

Con unos recursos relativamente modestos, Merino y Lorca nos mantienen magnetizados, hasta cortarnos la respiración. Por favor, qué maravilla. Háganse el favor de no perdérsela.

Distancia siete minutos

Teatre del mar, Palma

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Dramaturgia, dirección, interpretación y vestuario: Diego Lorca y Pako Merino. Escenografía: Jordi Soler i Prim. Iluminación: Miguel Muñoz

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