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Crítica de cine

Partirse la cara o el alma

La premisa argumental de los niños sufriendo y sobreviviendo en una guerra es ya casi un género; y la II Guerra Mundial sigue siendo un goloso granero: El niño del pijama a rayas, Esperanza y gloria, la más reciente El gran cuaderno o aunque trate una posguerra, Pa negre. El argumento de Secretos de guerra no rebosa originalidad. La acción transcurre en una localidad rural de los Países Bajos durante la ocupación alemana. Dos niños son amigos íntimos, uña y carne, hasta que la llegada de una misteriosa chica abre una brecha entre ellos. La etnia de esa chica, las tensiones preamorosas en el trío y las encrucijadas de los adultos con o contra el ejército de ocupación son bastante previsibles.

El filme es también excesivamente correcto en otras áreas (ambientación, fotografía y banda sonora con barnices costumbristas), y justo en concreción histórica (no se especifica el año en que transcurre la acción ni se explica a los foráneos donde/cual es el territorio vecino liberado o neutral). Sin embargo destaca la interpretación de los tres chicos y en el desarrollo del tema. Logra, sin el tensar drama al límite o recrearse en la crueldad, mostrar la efectividad del yugo nazi. Cómo un puñado, o incluso una sola familia de colaboracionistas era suficiente para controlar una comunidad entera. Su capacidad para obligar al resto a cerrar los ojos ante la represión y su ausencia de escrúpulos para manipular o perseguir a los niños. En clave presente, es un aviso indirecto adicional, nunca reiterativo, contra el auge de la extrema derecha en muchos países europeos.

Secretos de guerra

***

Nacionalidad: Holanda, 95 min. Director: Dennis Bots. Actores: Maas Bronkhuyzen, Joes Brauers, Pippa Allen, Loek Peters.

Cines: Porto Pi.

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