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Crítica de cine

Fregonas milagrosas

Fotograma de la película Joy.

Joy recrea con cierta libertad creativa la vida de Joy Mangano. Un prototipo de mujer hecha a sí misma que, desde una relativa pobreza, logró hacerse millonaria diseñando productos para teletienda. El que la catapultó fue una fregona con un ingenioso mecanismo de escurrido y lavado.

La película confirma una paradoja: en los últimos años David O. Russell (Tres reyes, El luchador, El lado bueno de las cosas, La gran estafa americana) ha crecido como cineasta, en el aspecto de crear atmósferas, fotografía, ritmo y dirección de actores; pero recula, o ha perdido el rumbo, como guionista. En Joy logra emocionar un par de momentos (el estreno en televisión de la protagonista, el viaje a Tejas) pero comete dos pecados capitales de un narrador, personajes acartonados y conflictos forzados. Cae en el melodrama por omitir datos clave de la protagonista (sus estudios universitarios) y exagerar otros (zancadillas empresariales), intenta imitar un par de veces el inimitable humor de Wes Anderson; y chirría el charlataneo de autoayuda. ¿Pretende que admiremos a una persona -luchadora y astuta, eso sí- que fomenta los peores vicios del consumismo? Lo mejor de la película es, junto con la fotografía y el encaje de los temas musicales, el reparto: la química profesional entre Jennifer Lawrence y O. Russell provoca que la actriz se supere aún más en sus películas; Robert de Niro mejora nota respecto a sus ramplones últimos filmes; Bradley Cooper está menos tieso; Edgar Ramírez (Carlos) muestra que sigue siendo un infrautilizado gran actor; Isabella Rosellini o Diane Ladd bendicen la pantalla sólo con su presencia.

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