Formada en Londres y Barcelona, María Gil Ulldemolins ha expuesto en Sudáfrica, Bruselas y Madrid, entre otras ciudades. Desde ayer lo hace en Aba Art Lab, en la plaça Porta de Santa Catalina, 21b. “Trato de fluir con el momento, las formas, los accidentes felices”, señala la artista.

-¿Cuándo decidió dedicar su vida al arte?

-Lo he decidido y des-decidido varias veces. Ser artista es una cosa como muy grande cuando lo dices; da mucho miedo, con mitos, leyendas y expectativas que una no puede realizar nunca. Pero hubo un momento en el que tuve que admitir que las ganas de hacer arte eran muy testarudas, y que con el panorama económico actual, la excusa “es muy difícil vivir del arte” no me servía: está siendo muy difícil vivir de la medicina, de la construcción, de la arquitectura. Dado que me voy a tener que emperrar y embarrar para sacar adelante lo que sea, me tocó admitir que la única salida por la que estaba dispuesta a darme de bruces una vez

y otra vez era esta.

-¿Cuáles son las fuentes de las que bebe?

-Me interesan los artefactos y las obras de arte tanto como reflexiones personales como contextuales. Mis artistas favoritas tienden a ser mujeres, como Louise Bourgeois, Agnes Martin o Helen Frankenthaler (y Mona Hatoum y Kiki Smith). Por supuesto también me enamora Rothko, Cy Twombly o Anish Kapoor. Pero también me apasionan los dibujos de los hermanos Bouroullec; o arte “primitivo” (término que no me gusta, está lleno de prejuicios, prefiero el término “clásico", que tendimos a reservar para Europa sin razón) de regiones de África del Sur (donde estudié); Australia, o incluso Ámerica del Norte. Ah, hay un libro, llamado Tantra Song que muestra pinturas meditativas en Rajasthan, y es absolutamente fascinante. Si coges dibujos de Bourgeois, pinturas de Martin, bocetos de los Bourollec y pinturas tántricas de lado, encajan sin fisuras.

-¿Qué lectura le atrapa?

-Soy una lectora omnívora. Leo tanto ficción como no-ficción. Ahora mismo tengo acumulados el catálogo de Andres Martin en la Tate, los libros de Guillaume Wolf (reflexiones muy cortitas sobre qué es ser artista) y de Brené Brown (académica que investiga la vulnerabilidad), y varios artículos sobre creatividad y mindfulness.

-¿Cómo elige los soportes y los materiales de sus creaciones?

-He tanteado el dibujo, instalaciones, arte textil y pintura. Hasta he metido la nariz en arte olfativo y olores en general. Soy curiosa y me gusta mucho experimentar. Ahora me ciño más a la pintura, porque cada día descubro cosas nuevas, pero muchas veces juego con pinturas raras. Es muy placentero trabajar sin expectativas, me permite permanecer abierta a las propiedades de cada material.

-¿Qué mensaje le gustaría transmitir al espectador?

-En un mundo ideal, me gustaría poder acercar al espectador a la idea del desapego, que suena fatal y de mala madre, pero me refiero a la idea de cobrar distancia con los pensamientos, sentimientos y deseos que todos tenemos. Se trata de entender todas esas sensaciones y expresiones como transitorias, pasaderas, fluidas. Nos sentamos a la orilla de ellas y las vemos pasar. Cuesta muchísimo, pero se trata de no juzgar algo, no etiquetarlo de “bueno”, o “malo”, simplemente dejarlo ser. Me gustaría que alguien viera mi trabajo y pudiera parar, vaciar la cabeza, sentir la pieza, y dejar ese sentimiento pasar.