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Entrevista

Lluís Homar: "El teatro es una herramienta de crecimiento social muy potente"

El actor Lluís Homar (Barcelona, 1957).

Lluís Homar está en un buen momento profesional después de pasar un verano relajado. "Aunque ya se me ha olvidado", confiesa recién aterrizado de Madrid. Además de proyectos teatrales y la serie Bajo sospecha, desliza en la conversación que vendrán más. El teatro es su vida, pero el cine le permite trabajar con lupa. Basta ver el detallismo de sus papeles para Pedro Almodóvar o el abordaje del robot -mayordomo en Eva, de Kike Maíllo.

-Terra baixa es una obra para cuatro personajes pero en el reparto sólo consta usted. ¿Cómo lo hace?

-Cuando tenía 17 años hice de Manelic. En los 90 volví a hacer la obra, en concreto trabajé en el montaje que dirigió Fabià Puigserver pocos meses antes de morir. Hace dos o tres años, me vino la idea de volver a hacerla, pero, claro, el papel de Manelic ya no lo puedo hacer porque es un personaje que tiene unos 30 años. Por edad, me tocaría hacer de Sebastià. Entonces me planteé hacer la obra yo solo. Había visto en Madrid a Núria Espert haciendo La violación de Lucrecia. La actriz interpretaba a cuatro personajes. Pero yo salí del teatro con la sensación de que había visto a cuatro actores. Supongo que, si no hubiera vivido esta experiencia, jamás se me habría ocurrido hace la obra totalmente solo.

-El tema de la libertad, en parte en jaque con la crisis, ¿no fue otro de los atractivos para afrontar el proyecto?

-En nuestra adaptación, hablamos más de la libertad con uno mismo. Es decir, cómo uno se enfrenta consigo mismo. Es la dicotomía entre la Terra Alta y la Terra Baixa, un espacio de luz y otro de oscuridad... La adaptación que interpreté en 1975 era descaradamente social, en contra de la figura del patrón. Para ponerte en situación de nuestra lectura, te explico una fábula que le contó un abuelo a su nieto: "Todas las personas tenemos dentro un lobo bueno y otro malo, un lobo de luz y otro de oscuridad que siempre se están peleando". El nieto le preguntó a su abuelo: "¿En esta lucha quién gana?" Y el abuelo le contesta: "El lobo que tú alimentes más". Es decir, está en tu mano decidir quién quieres que gane: si la parte positiva o la negativa.

-¿Cuán difícil ha sido preparar todos esos papeles?

-Muy complicado. Recuerdo un día que, después de los ensayos, al llegar a casa me sentí un poco frustrado. Y me dije a mí mismo: "Tranquilo, no estás haciendo un personaje sino una obra entera". Pero es importante que se entienda cómo están defendidos esos papeles. Yo no me transformo en una joven de 14 años, en una chica de 30, etc. No. Siempre soy yo: es mi voz, mi gesto... Yo transito por los estados de ánimo de cada uno de estos personajes. Pero siempre soy yo. Es como eso que dicen los autores: soy un poco todos los personajes de mi obra. Paso de uno a otro, pero soy yo.

-Un trabajo así sólo podría hacerlo alguien con su experiencia.

-Yo no hago esta Terra baixa como un ejercicio de virtuosismo, sino que lo hago más como un ejercicio de necesidad de mostrarme, de mostrar más a la persona que hay detrás del actor. Terra baixa es casi una declaración de principios. Terra baixa no es un punto de llegada sino de salida. Es el resultado de mi experiencia actoral. Pero no es tanto esconderme detrás de unos personajes sino mostrarme a mí mismo a través de unos personajes."Del cine lo que me apasiona es la lupa, poder trabajar la letra pequeña de las cosas"

-Después de tantos años sobre las tablas, ¿ha llegado a alguna conclusión sobre la función del teatro?

-Para mí es un espacio mágico. Me gusta pensar en el teatro como una herramienta de crecimiento a nivel consciente y social muy potente. El teatro es un espejo. Nos ofrece la posibilidad de reconocernos. Y creo que, al final, la herramienta de crecimiento más importante es conocerse a uno mismo. Y el teatro es esa herramienta viva que permite reconocernos.

-¿Trabajaría más para el cine?

-El cine me entusiasma. Del cine lo que me apasiona es la posibilidad de la lupa y poder trabajar la letra pequeña de las cosas. Pero no todo me va bien en el cine. Cuando quiero hacer cine, han de ser cosas que me gusten.

-¿Quién fue el mejor actor del debate del lunes?

-No lo vi porque estaba trabajando. He leído que Pablo Iglesias fue el más seductor de cara a la gente joven. Que Rivera empezó nervioso pero que después mejoró. Que Soraya estuvo a la defensiva, pero se entendió que pusieran a Soraya y no a Rajoy porque Rajoy es un impresentable. No tiene nombre que no fuera al debate. En Madrid, la mayoría de la propaganda que han puesto es de ella, de Soraya. Esto es algo que nunca se había visto cuando el candidato es otro. Y Pedro Sánchez creo que estuvo muy de lección aprendida. Por encima de todo, a mí lo que me gustaría es echar a Rajoy. Pero después debería verse cómo queda todo. La situación está apasionante de aquí al día 20."No vi el debate, pero para mí lo más importante es que el día 20 podamos echar a Rajoy"

-¿Debería cambiarse el estatuto del artista si entra un nuevo gobierno?

-Sí. La realidad de ahora es espantosa, peor no se puede estar. Y hay un responsable máximo de esta realidad: el PP. En el mundo del cine, se están pagando facturas muy altas del "no a la guerra" y al tema del Prestige. Deberíamos mirar a los franceses, que saben valorar de verdad su cultura.

-¿No cree que el desprecio a la cultura es algo más social?

-También. Venimos de 40 años de franquismo que han hecho mucho daño y que arrinconaron la cultura. Recuperar esto es muy difícil. Ha habido un paréntesis demasiado grande. Mientras en algunos países la cultura era un vehículo de identidad, aquí era algo que se apartaba o era de pandereta. Es como si la cultura ya no estuviera en los genes de nuestro país. Se ha perdido por el camino. Hay un enorme trabajo pedagógico por hacer.

-¿Cómo está viviendo el proceso soberanista?

-Para mí en todo esto hay una cosa muy clara: posibilitar un referéndum. Esto sería la solución a muchas cosas. Tanto para los que tienen tanta prisa para llegar a no sé dónde como para los que no quieren que se mueva nada. El punto intermedio en estos momentos es hacer una votación vinculante y asumir el resultado de la misma, como ha sucedido en Escocia o en Quebec.

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