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Arte

Colette, una vida a través de las plantas

El Jardí Botànic de Sóller rinde un sentido homenaje a la gran acuarelista con la publicación de un libro que agrupa toda su obra

­Dejó Argelia en busca de luz y tranquilidad. Siguiendo los consejos de una amiga, en 1953 aterrizó en Mallorca. Después de estar un mes en Palma, se subió al tren de Sóller y en el valle encontró el equilibrio emocional que tanto anhelaba. Hablamos de Line Juliette Rose Martin, más conocida como Colette, la excepcional acuarelista que vivió sus últimos 33 años de vida entre los sollerics y que se convirtió en un personaje relevante de Sóller. Dejó una magnífica y abundante obra de ilustración botánica y ahora, treinta años después de su muerte, su gran sueño se hace realidad. Todos sus dibujos se han recopilado en un libro gracias a la iniciativa del Jardí Botànic de Sóller. Es el mejor homenaje que se le puede rendir una artista “terriblemente enigmática”. Así la define Josep Maria Gradaille, director del Jardí Botànic, que firma esta publicación junto a Lleonard Llorens. El proceso de creación ha sido lento y costoso. Los dos autores han contado con la colaboración de Josep Bonet, Jean Paul Dagnac, Maria José Garrido y Llorenç Gil. Colette, plantes y flores de les Balears se presentará el viernes, día 11, a las 20 horas en Sóller. Lluis Castaldo será el encargado de divulgar la obra de la artista, una ilustradora cuyas “magníficas láminas traslucen el vigor, la tenacidad y la sensibilidad de quien es capaz de detenerse frente a la aparente insignificancia de la naturaleza y extraer de ella la esencia”, describe el presidente de la Fundació Jardí Botànic, Andreu Ramis.

Una mujer fascinante

Gradaille rememora que Colette era una mujer fascinante y muy avanzada. De padres suizos, nació en Francia en el seno de una familia desestructurada. Sus padres le pusieron el sobrenombre de Colette por la revolucionaria novelista francesa Sidonie-Gabrielle Colette y ella no podía estar más orgullosa. A los 16 años se encontró sola y desamparada. Tuvo que ganarse la vida como costurera y realmente la costura era lo que le daba de comer o más bien de beber (el alcohol y el tabaco eran sus grandes vicios) cuando aterrizó en Sóller. Un año después de su llegada, en 1954, fue cuando ella misma empezó a descubrir que existía otra Colette, una gran acuarelista de gran sensibilidad. Es verdad que entre hilos y agujas, empezaron los primeros dibujos. El profesor de Botánica de la UIB, Lleonard Llorenç, recuerda que una acuarela de un lirio fue el motivo por el que Frederik Price, un británico afincado en Biniaraix, descubrió la vena artística de la costurera. Gradaille recuerda que Price le dijo “dibujas muy bien y podías vivir de la ilustración. “Nadie me los comprará”, respondió ella. Prince fue el primero en adquirir una de sus creaciones. Empezó con las flores y sus exposiciones tenían mucho éxito. “A finales de los años 50 vendía sus obras por mil y dos mil pesetas”, señala Gradaille. En una de las muestras organizadas acudió el botánico Jeroni Orell. “Es una lástima que solo pintes rosas. Yo te enseñaré un mundo mucho más rico, el de las flores silvestres”, le espetó Orell. “En casi 25 años, de 1953 a 1977, desde su primer Iris a Centaurea balearica, pintó más de 500 acuarelas. La mayor parte de ellas dedicadas a más de 120 especies de flora silvestre, la mitad endémicas de Balears”, describe Llorens. “La época más fructífera incluye la década de los 60 y la primera mitad de los 70 porque a partir de 1975 merma de modo fehaciente su salud”, añade. “Orell le ayudó a descubrir la riqueza de formas y colores de nuestra naturaleza y sus acuarelas contribuían a un mejor conocimiento de las plantas, especialmente de las más raras y amenazadas”, concreta Gradaille. “Ella no era botánica pero tenía unos mecenas que le decían exactamente lo que debía pintar”, aclara.

Los lectores descubrirán en este libro de gran formato la vida de Colette a través de las plantas. En total se reproducen 165 imágenes. “Las láminas incluidas en esta publicación, que van acompañadas de una ficha técnica, han sido seleccionadas siguiendo criterios estrictamente botánicos y de divulgación”, especifican los autores. Unos autores que se encontraron con una dificultad añadida a la hora de arrancar en mayo del año pasado este proyecto: el desconocimiento de Colette como persona. Pero “la maleta” que heredó su amiga Aina Colom les sirvió de gran ayuda. Gradaille cuenta que cuando visitó a Colom, le confesó que nunca la había abierto. No había sido capaz. “Abrí la maleta con mucha emoción. Allí dentro había su alma. Encontramos fotos y documentos que nos descubrieron los sentimientos escondidos de la artista”, una figura excéntrica, algo desgarbada y muy popular en Sóller. Ahora, justo cuando se cumplen 30 años de su muerte, el pueblo que la adoptó le rinde el mejor homenaje y presenta un libro con sus dibujos, un forma muy peculiar de descubrir la realidad de la vida de Colette.

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