"Cúúúper, Cúúúper, Cúúúper”, ha coreado el mallorquinismo tantas veces que incluso cualquier aficionado con edad para recordarlo lo tendrá fresco en su memoria. El argentino Héctor Raúl Cúper (Chabas, 1955) es uno de los grandes entrenadores ilustres de los cien años de vida del Mallorca, junto a Juan Carlos Lorenzo, Antonio Oviedo, Luis Aragonés y Llorenç Serra Ferrer. Su historia como bermellón está ligada al rotundo éxito en su primera etapa y al sufrimiento en la segunda, pero para entender los años dorados de la entidad es obligado recordar su figura.

Llegó como un gran desconocido en el verano de 1997. Bartolomé Beltrán, asesorado por la empresa Bahía Producciones, apostó por un joven técnico, de apenas 41 años, que había conseguido brillar en los banquillos de su país con el subcampeonato en el torneo de Clausura con el Huracán en 1994 y el título sudamericano de la Copa Commebol con el Lanús en 1996. Cúper buscaba que el Mallorca fuera rocoso, “con mucho orden”, una frase que repetía constantemente. Y lo consiguió con creces. Con una plantilla plagada de futbolistas con hambre de triunfo, como los fichados Roa, Romero, Iván Campo, Engonga, un jovencísimo Valerón, Mena y Amato, entre otros, más la base de los que habían ascendido el curso anterior, como Olaizola, Soler o Stankovic, entre otros, los rojillos fueron la gran revelación de Primera División. Fueron quintos, que suponía la primera clasificación para Europa y alcanzaron la final de la Copa del Rey, que perdieron de forma dramática en los penaltis ante el Barcelona en Mestalla. “Es lo contrario a todos los entrenadores de su país. Este tiene mucha pala y poco pico”, decía siempre sobre Cúper el popular periodista José María García. Su primer curso ya había sido todo un hito para un club recién ascendido, pero es que la segunda fue todavía mejor.

La temporada 1998/1999 empezó con el primer título de la historia del Mallorca, ya que conquistó la Supercopa de España al vencer al Barcelona (2-1 en el Lluís Sitjar y 0-1 en el Camp Nou). Cúper consiguió elevar el nivel con un equipo que habían abandonado algunos de sus referentes y al que habían llegado Siviero, Miquel Soler, Ibagaza, Lauren, Dani y Biagini, entre otros. Los bermellones llegaron incluso a ser líderes arrancando elogios por su fiabilidad en defensa y pegada en ataque. “Y algunos nos acusaban de que no jugábamos bien a pesar de que ganábamos muchos partidos”, decía el de Chabas años después recordando con nostalgia aquella campaña. Alcanzar la final de la Recopa no fue casualidad, después de eliminar al Chelsea en las semifinales, pero en la final el Lazio de Roma, lleno de estrellas como Vieri y Nedved, fue mejor. En la Liga, además, consiguió la mejor clasificación de su historia, tercero. El Mallorca, que dos años antes militaba en Segunda, iba a disputar la Liga de Campeones. Beltrán intentó por todos los medios que el técnico renovara una temporada más. “Nosotros te queremos, Cúper quédate”, se escuchaba en las gradas del Sitjar, pero su prestigio era imparable. El mallorquinismo se quedó sin su gran ídolo. Finalmente apostó por el Valencia en el verano de 1999, donde siguió triunfando alcanzando dos finales consecutivas de la Champions y conquistando una Supercopa.

Después de dirigir al Inter de Milán, y tras un año sabático, Cúper acudió al rescate del Mallorca, que estaba en puestos de descenso en la décima jornada del curso 2004/2005. Sustituía a Benito Floro, que apenas aguantó tres meses en el cargo. Es la temporada del ‘milagro’, ya que consiguió salvarse tras recortarle al Levante once puntos en las últimas siete jornadas. Una hazaña en toda regla porque el propio entrenador había reconocido que estaba “casi imposible”. Hizo debutar a un jovencísimo Víctor Casadesús para salvar un curso terrorífico. Eso le valió continuar, pero las cosas no le salieron nada bien. El 13 de febrero de 2006, con el equipo camino de Segunda-colista con diecinueve puntos en veintitrés partidos-, dimitió antes de que le despidieran y perdonó su salario. “Se va un amigo y un ídolo”, dijo el entonces presidente Vicenç Grande. Ahora es el seleccionador de Egipto, pero tiene fijada su residencia en una Mallorca que le adora.