Roma no se construyó en un día. Y Glasgow, a pesar de las grandes promesas que lanzó al aire, tampoco ha conseguido construir la hoja de ruta definitiva para frenar el avance de la crisis climática. Tras dos semanas de intensas negociaciones, y una prórroga plagada de tensión, la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26) finalizó este sábado con el reconocimiento explícito de los gobiernos de que hasta ahora no han hecho lo suficiente para reducir sus emisiones y con la promesa de que, a partir del año que viene, volverán con políticas climáticas más ambiciosas. 

La principal convención global sobre crisis climática acabó, pues, con un acuerdo de mínimos para retomar el debate en las siguientes ediciones. Algunos han interpretado este compromiso como una señal de que, efectivamente, vamos en la buena dirección y que, poco a poco, la discusión se está encauzando. Otros muchos, en cambio, han visto el final de esta Cumbre del Clima con mucho pesar porque, una vez más, el despegue de los grandes pactos globales por el clima han vuelto a posponerse. El balance final de Glasgow, pues, se puede leer como un tímido éxito o un gran fracaso en función de cómo se mire.

Pero si algo ha quedado claro en esta Cumbre del Clima es que, más allá del debate oficial donde se lucha para conseguir el consenso de todos los gobiernos del mundo, los acuerdos y las alianzas multilaterales que se forjan al margen de las negociaciones oficiales sí tienen el potencial para convertirse en un punto de inflexión. Esto es, en resumen, qué ha cambiado y qué no ha cambiado después de los acuerdos de Glasgow.

 

Aumento global de las temperaturas

Antes de la Cumbre del Clima de Glasgow, el mundo se dirigía a un aumento global de las temperaturas de 2,7 grados de media. Los acuerdos cerrados en estos días han rebajado tímidamente esta previsión. La plataforma Climate Action Tracker estima que el escenario más realista es que los acuerdos de Glasgow hagan subir los termómetros hasta los 2,4 grados de media. El balance más optimista, publicado por la Agencia Internacional de la Energía, calcula que si todos los compromisos adquiridos en estos días se aplican al pie de la letra y en el calendario previsto el calentamiento global podría tocar techo a los 1,8 grados centígrados. Aunque, eso sí, el éxito de esta previsión depende de si los países cumplen sus compromisos o no. 

Sea como sea, la gran promesa de limitar el calentamiento global a un máximo de 1,5 grados ha vuelto a fracasar en Glasgow. También ha fracasado, una vez más, el compromiso global del Acuerdo de París, donde los gobiernos prometieron mover cielo y tierra para que el aumento de temperaturas no superara los 2 grados respecto a la era preindustrial. Los acuerdos conseguidos en estos días no consolidan ninguno de los dos objetivos

El futuro del carbón

Si algo ha conseguido Glasgow es poner sobre la mesa del debate sobre el futuro del carbón. Según argumenta un reciente análisis del Centre for Research on Energy and Clean Air (CREA), los pactos de Glasgow han conseguido poner fecha de cierre a 370 centrales de carbón y frenar la construcción de otras 90 plantas. Los acuerdos firmados estos días también ponen en duda otros 130 proyectos previstos para las próximas décadas, ya que al menos sobre el papel chocan con los compromisos de ‘cero emisiones’ a medio y largo plazo anunciados en estos días por algunos de los grandes productores del globo. 

Un activista se manifiesta ante las puertas de la Cumbre del Clima de Glasgow. Valentina Raffio

La gran duda que ahora mismo hay sobre la mesa es qué pasa con todo esto después del inesperado giro de guión que, a última hora, reclamaron países como India o China para el texto final del acuerdo. Según recoge el documento aprobado, los países se comprometen ahora a "reducir" (y no "eliminar") su producción de carbón durante la próxima década. Este matiz, acordado a regañadientes, volverá a ponerse sobre la mesa en la Cumbre del Clima de Egipto de año que viene.  

Subsidios a los combustibles fósiles

El discurso sobre los subsidios a los combustibles fósiles ha cambiado, al menos en parte, en estas dos semanas. Glasgow ha arrancado la promesa de una veintena de países para que, a partir del mismo 2022, acaben las inversiones públicas en petróleo, gas y carbón. Paralelamente, la coalición internacional 'Beyond Oil and Gas' ha sumado el compromiso de una decena de países más para poner fin a la explotación (y la financiación) de petróleo y gas. Según argumentan los impulsores de estos acuerdos, el objetivo de estas iniciativas es marcar un punto de inflexión y conseguir que cada vez más estados se sumen a la carrera para el fin de los combustibles fósiles. 

Un activista muestra una pancarta durante la cumbre del clima COP26 de Glasgow. Reuters

Antes de Glasgow, la industria del petróleo, carbón y gas recibía casi seis billiones de dólares anuales en subvenciones. Según apunta un análisis de la plataforma ‘Price of oil’, en los últimos tres años los países de G20 han aportado casi 200.000 millones de dólares de dinero público a estas industrias altamente contaminantes; más del doble del dinero invertido en energías renovables. Los acuerdos firmados en estos días en la Cumbre del Clima suponen un tímido cambio en esta tendencia. Según argumentan sus impulsores, a partir del año que viene se desviarán alrededor de 15.000 millones de dólares al año de los combustibles fósiles a las energías limpias. No es un gran cambio pero, al menos, es algo.