En la región canadiense de la Columbia Británica, a 260 kilómetros al nordeste de la ciudad de Vancouver, se asentaba el pueblo de Lytton.

Fundado a mediados del siglo XIX por buscadores de oro, originalmente esa zona fue el hogar de la tribu india de los Ntlakyapamick, quienes prosperaron durante siglos adaptándose muy bien al frío ambiente del lugar.

Eran hábiles pescadores de salmón, cazadores, recolectores y pastores, pues las bajas temperaturas limitaban su agricultura a unas pocas especies capaces de crecer en los pocos meses templados del verano.

Sorprendentemente, el último domingo de junio de este año se desató en Lytton una inusual ola de calor, alcanzándose la mayor temperatura registrada jamás en todo Canadá: 49,6 grados centígrados.

Lo peor fue que esas máximas se mantuvieron durante días. Mucha gente empezó a sufrir golpes de calor y se ordenó el desalojo de la zona.

Del calor al fuego

Era algo totalmente impensable en un lugar situado tan al norte. Pero los problemas no habían hecho más que empezar.

Al tercer día de la ola de calor fuertes vientos azotaron la región. Entonces se declaró un tremendo incendio forestal. Solo 15 minutos después de iniciarse, el fuego se había extendido a una velocidad nunca vista hasta entonces. Más del 90% del pueblo de Lytton quedó totalmente destruido.

El caso de Lytton (situado a una latitud de 50º 13.5´N) es un sorprendente ejemplo de cómo el calentamiento global está afectando con desastrosas consecuencias a lugares que están incluso mucho más al norte que el punto más septentrional de España (la Estaca de Bares a una latitud de 43º 47.2´N).

El calentamiento global nos afecta a todos, incluso a los países ricos del primer mundo como Canadá. Y eso que el continente americano es hoy en día uno de los lugares menos castigado por este calentamiento.

Pero lo que es aún peor es que el calentamiento global está destruyendo grandes áreas de países con pocos recursos, como los del Sahel, que no fueron responsables de la liberación masiva de gases de efecto invernadero.

Se da la paradoja de que muchos países que no tienen apenas culpa del calentamiento global son los más afectados por sus consecuencias.

Es un problema de salud pública

La esencia del problema está en que pensamos que el calentamiento global es un problema medioambiental. Y el daño ambiental nos preocupa poquito porque nos parece algo etéreo, difícil de concretar.

Pero estamos equivocados. El calentamiento global es ante todo un problema de salud pública extremadamente grave. En concreto uno de los mayores.

Y no debemos esperar.

Durante el presente siglo, el estrés térmico mató a más de 5 millones de personas al año en todo el mundo.

En lo que va de siglo las temperaturas extremas mataron a 20 veces más gente que la Covid-19. Y el número de muertos por calor se incrementa enormemente a medida que pasa el tiempo.

El peligro del estrés térmico

La gran cantidad de muertos que produce el estrés térmico ha hecho que centenares de científicos trabajasen coordinados por la Sociedad Internacional de Biometeorología para crear el Universal Thermal Climate Index (UTCI).

Y valiéndose del más avanzado modelo termofisiológico (el modelo UTCI-Fiala) los investigadores pueden valuar con enorme precisión el estrés térmico que sufrimos los seres humanos en función de parámetros meteorológicos como la temperatura, la humedad, el viento o la radiación.

Los resultados obtenidos son mucho más preocupantes de lo que creíamos.

Para tener una idea del riesgo real que corremos como consecuencia del estrés por calor vale la pena entrar en cifras. Para simplificar nos limitaremos a analizar los 3 parámetros más importantes: la temperatura, la humedad y el tiempo de exposición.

El estrés térmico tiene efectos agudos a corto plazo que nos pueden matar o enviar a la UCI solo tras unas pocas horas de exposición a las altas temperaturas, dependiendo de las condiciones ambientales y de nuestro estado físico.

Datos que nos llevan al límite

Tras analizar centenares de eventos de calor letal que afectaron a millones de personas, se sabe que exposiciones prolongadas por encima de 50ºC con muy baja humedad resultan letales incluso para personas jóvenes y sanas.

Períodos de unos 3 días bajo estas condiciones son mortales para la gran mayoría de las personas.

Pero a medida que aumenta la edad, o que existen factores que merman la salud, o para los niños pequeños, la muerte llega tras exposiciones mucho menores, de tan solo unas pocas horas.

El mayor problema se da en condiciones de elevada humedad relativa. Entonces la temperatura que podemos soportar antes de morir por estrés térmico es mucho más baja.

Por ejemplo, temperaturas de solo 32ºC con una humedad relativa del 100% ponen a la persona más sana en riesgo de muerte extrema tras exposiciones tan cortas como unas 6 horas.

Estudios muy rigurosos sobre millones de casos desvelaron la receta para no ponernos en peligro de muerte por calor:

Aunque no somos conscientes de ello, en muchos lugares de España las condiciones ambientales superan estos valores varias veces al año, sometiéndonos a condiciones de estrés térmico que ponen en peligro nuestras vidas.

Refugiados climáticos huyendo del calor

A día de hoy, algo más del 12% de la superficie terrestre resulta inhabitable por calor extremo.

Pero el área que el calentamiento global está volviendo inhabitable aumenta significativamente de año en año.

Se estima que para finales de siglo, incluso si conseguimos limitar de inmediato las emisiones de CO2, el 18% de la Tierra será inhabitable por calor extremo.

Pero es casi imposible que consigamos limitar a corto plazo nuestras emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero.

Y de seguir con el actual ritmo, para el año 2100 alrededor de la cuarta parte de la superficie terrestre será inhabitable por calor.

Grandes áreas de nuestro país entrarán en esa categoría.

Para entonces ocurrirán las mayores oleadas de migrantes, que serán refugiados climáticos escapando del calor letal en vez de ser gente que aspira a llevar una vida mejor.

Ya acorta la vida en demasiadas zonas

Pero ni siquiera tenemos que llegar a situaciones tan extremas para que el estrés térmico, aunque no nos mate inmediatamente, acorte de una manera significativa nuestra esperanza de vida.

En este sentido los resultados impresionan. Vivir en áreas cálidas de alta humedad reduce la esperanza de vida hasta en más de 15 años.

Aunque no nos damos cuenta, empezamos a sufrir estrés térmico por encima de los 30ºC.

Los niños menores de 5 años, las personas mayores de 60 y los enfermos crónicos son extremadamente vulnerables a este estrés.

En la mayor parte de nuestro país se superan ampliamente durante muchos días del año las condiciones que producen fuerte estrés por calor y que incluso podrían matarnos.

Desafortunadamente todavía somos muy poco conscientes de semejante peligro.

Debemos caer en la cuenta de los graves riesgos que corre nuestra salud. En Europa ya hay muchos niños pequeños que murieron por estrés térmico.

Tengamos en cuenta que liberar gases de efecto invernadero a la atmósfera no es solo un problema medioambiental. Es, ante todo, uno de los mayores riesgos conocidos para la salud pública.