Una reciente investigación científica ha descubierto que algunas células dentales contienen proteínas sensibles ante las bajas temperaturas, lo que puede provocar una sensación de dolor, sobre todo si existen caries.

A muchos nos ha ocurrido. Nos disponemos a tomar un helado y cuando el frío entra en contacto con nuestros dientes, sentimos un dolor punzante que nos paraliza durante un momento. Es una sensación muy desagradable, y hasta ahora no se conocía exactamente la razón por la que las bajas temperaturas generan ese estímulo negativo en muchas personas. Pero la ciencia por fin ha desvelado el porqué.

Un equipo internacional de científicos ha estado investigando durante una década para publicar este estudio médico amparado por el Howard Hughes Medical Institute. Con él, han descubierto cómo los dientes perciben el frío y han identificado a los actores moleculares y celulares involucrados.

La clave está en unas células dentales llamadas odontoblastos, que son las que contienen proteínas sensibles al frío y que detectan las caídas de temperatura. Todo apunta a que estas señales celulares sean las responsables de generar una sensación de dolor en nuestro cerebro.

El hallazgo tiene repercusiones importantes, ya que ahora se podrán desarrollar medicamentos enfocados en paliar este “sensor del frío” y, con ello, disminuir e incluso eliminar la sensibilidad de nuestros dientes hacia las bajas temperaturas.

«Una vez que se tiene una molécula a la que apuntar, existe la posibilidad de tratamiento», afirma la electrofisióloga Katharina Zimmermann, coautora de este estudio publicado en la prestigiosa revista Science Advances.

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Las caries, un actor fundamental para el frío

Los dientes se van desgastando cuando las bacterias y el ácido corroen el esmalte, que es la cubierta dura y blanquecina. A medida que el esmalte se erosiona, se forman unas fosas que son las famosas caries.

Alrededor de 2.400 millones de personas, es decir, un tercio de la población mundial, tienen caries sin tratar en los dientes permanentes. Esto puede provocar un intenso dolor en nuestra dentadura, y aquí se incluye una extrema sensibilidad ante el frío.

De este modo, cuanto más cuidemos nuestros dientes, menos probabilidad tendremos de sufrir caries y menos nos dolerá la dentadura cuando entre en contacto con el frío tomando un helado, por ejemplo.

El canal iónico TRPC5, la clave del descubrimiento

Para llegar a las conclusiones finales, el equipo de investigadores ha tenido que trabajar durante años. La luz al final del túnel se empezó a vislumbrar cuando estudiaron el TRPC5, un canal iónico especialmente sensible al frío.

Los canales iónicos son poros de las membranas celulares que actúan como puertas moleculares. Al detectar un estímulo como un cambio de temperatura, por ejemplo, los canales se cierran o se abren de par en par y dejan que los iones entren en la célula. Esto crea un pulso eléctrico que va de una célula a otra y es una forma rápida de enviar información crucial en el cerebro, el corazón y otros tejidos.

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El equipo localizó la ubicación de TRPC5 en un tipo de célula específica, el odontoblasto, que reside entre la pulpa y la dentina, y es aún más frecuente en los dientes con caries.

Para comprobar cómo afectaban los cambios de temperatura en el TRPC5, hicieron un experimento con ratones de laboratorio.

En los ratones normales, el contacto con el frío desencadenó una actividad nerviosa. No fue así en los ratones que carecían de TRPC5 o que tenían los dientes tratados con una sustancia química que bloqueaba el canal iónico.

De este modo pudieron llegar a la conclusión de lo que ocurre en nuestros dientes cuando mordemos un helado: nuestras células dentales, repletas de TRPC5, captan la sensación de frío y una sensación de dolor acaba llegando al cerebro.

Lo bueno es que ahora ya sabemos qué produce ese malestar, y podremos remediarlo hasta ¿poder comer helados a mordiscos?