El déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos de comportamiento más habituales. Un 5% de los niños lo padece, o lo que es lo mismo, en cada clase de un colegio probablemente hay un niño o dos con TDAH. Tampoco es raro entre los adultos ya que se estima que el [...]Leer más...

El déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos de comportamiento más habituales. Un 5% de los niños lo padece, o lo que es lo mismo, en cada clase de un colegio probablemente hay un niño o dos con TDAH. Tampoco es raro entre los adultos ya que se estima que el 2,5% de los mayores también sufre este trastorno.

El TDAH se caracteriza por la hiperactividad, la impulsividad y el déficit de atención. Son niños con niveles muy altos de actividad, que les cuesta controlar sus conductas, emociones y pensamientos, y que presentan dificultades de atención o concentración.

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Pero son niños normales, con capacidad de salir con bien del colegio, acabar una carrera universitaria y tener una vida profesional plena. Quizás con más esfuerzo, pero no es una enfermedad insuperable, y además existen tratamientos que les ayudan a concentrarse.

Sin embargo, tienen situaciones de riesgo importante. Porque una de las particularidades más peligrosas de este trastorno es que más veces de las que quisiéramos se presenta junto a otras alteraciones psiquiátricas. Una de las patologías que más habitualmente acompaña al TDAH es el trastorno disruptivo del comportamiento (TDC), asociados a conductas antisociales y agresivas.

Tal y como explica el doctor Bru Cormand, catedrático del Departamento de Genética, Microbiología y Estadística y jefe del Grupo de Investigación de Neurogenética de la Universidad de Barcelona, “el TDAH y los TDC son alteraciones causadas por factores genéticos y ambientales. En el caso del TDAH, se calcula que la genética tiene un peso del 75 %, mientras que en los TDC oscilaría entre el 40 y el 70 %”.

Y como puede ser habitual que ambos trastornos se presenten conjuntamente, se ha llevado a cabo un ambicioso estudio entre 4.000 afectados por estas patologías, que ha permitido concluir que estos pacientes comparten cerca del 80% de las variantes genéticas asociadas a los comportamientos agresivos y antisociales.

Es decir, al comparar las muestras genéticas de los participantes con TDAH y TDC y compararlas con el de los pacientes que solo tienen TDAH, “observamos que las personas afectadas por los dos trastornos tienen una carga genética más alta: es decir, son portadoras de más variantes genéticas de riesgo” subraya Cormand.

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El equipo investigador ha identificado un segmento genómico en el cromosoma 11 que aumenta el riesgo de padecer TDAH combinado con TDC. “Esta región contiene un gen que está implicado en la regulación de los niveles celulares de calcio, la plasticidad neuronal, y la memoria y el aprendizaje”, destaca Bru Cormand.

Lo que permite concluir a los investigadores que “la genética es más determinante en las personas afectadas por TDAH y TDC que en aquellas que solo sufren TDAH”.

Estas dos patologías son más habituales entre los niños que entre las niñas, y cuando se presentan conjuntamente, la persona afectada “tiene más probabilidades de caer en conductas de riesgo, de consumir sustancias adictivas o de sufrir una muerte prematura”, explica el profesor.

Las conclusiones del estudio, publicado en la revista ‘Nature Communications’, abre muchas posibilidades según explica Marta Ribasés, jefa del Laboratorio de Psiquiatría Genética del Vall d’Hebron Instituto de Investigación.

“Si consideramos el TDAH como una vía de entrada a una trayectoria negativa, utilizar información genética para identificar a aquellos individuos más vulnerables tendrá un fuerte impacto en la prevención, la detección precoz y el tratamiento, y abrirá nuevas vías de investigación para encontrar terapias eficientes que podrían ser específicas del trastorno o compartidas entre diferentes trastornos», concluye Ribasés.

En el estudio han participado, además del catedrático Bru Cormand, el Instituto de Investigación Sant Joan de Déu (IRSJD), el CIBER de Enfermedades Raras (CIBERER) y los investigadores Marta Ribasés y Josep Antoni Ramos Quiroga, del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR), así como el CIBER de Salud Mental (CIBERSAM).