Cuando parecía que podíamos ganarle la guerra al coronavirus se desató el pánico. Miles de camiones parados sin poder cruzar el Eurotúnel, vuelos cancelados masivamente, trenes que ni siquiera parten hacia su destino. La lista de países que restringen la circulación de personas con el Reino Unido no para de crecer. Buena parte del sureste de Inglaterra, Londres incluido, están bajo restricciones muy estrictas. Se toman medidas precipitadas para blindarse ante el nuevo peligro.

La culpa de este desaguisado la tiene una nueva cepa mutante del SARS-CoV-2 originada en el Reino Unido y que se expande más rápidamente que cualquiera de las anteriores.

El Dr. E. Volz del Imperial College de Londres estimó que este mutante podría ser hasta un 70% más eficaz a la hora de transmitirse. M. Hancock, Secretario de Salud del Reino Unido, dijo que la nueva cepa estaba fuera de control. El Director Médico de Inglaterra, Dr. C. Whity, resumió la situación con un lacónico: “Creo que esta es una situación que va a empeorar mucho las cosas”.

Tres características de la nueva cepa mutante hacen saltar las alarmas:

1. Su genoma tiene una cantidad considerable de cambios (en concreto 22 nuevas mutaciones) algunos de las cuales afectan a una zona esencial implicada en el proceso de fijación-infección a las células.

2. En el laboratorio se demostró que estas mutaciones aumentan significativamente su capacidad de infectar.

3. Está reemplazando a las anteriores cepas a una velocidad extrema.

Los hechos son contundentes. En la zona sureste de Inglaterra, donde se está extendiendo con rapidez, la nueva cepa mutante apareció por primera vez en septiembre. Hacia noviembre ya era la responsable de 1 de cada 4 nuevo casos de Covid-19 en el área de Londres. A mediados de diciembre está causando 2 de cada 3 nuevos casos de Covid-19.

Los políticos reaccionan intentando tranquilizar a la población. Dicen que la nueva cepa no es más letal que las anteriores. Puede ser. Pero aunque tenga una tasa de letalidad parecida a la de las cepas actuales, como es mucho más infectiva al final afectará a más gente, colapsará los hospitales y causará más muertos.

Además, ahora la gran preocupación está en que las tan ansiadas vacunas terminen siendo menos eficaces contra esta nueva cepa mutante. En concreto, las vacunas de Pfizer, de Moderna y de Astra Zeneca “enseñan” a nuestro sistema inmune a atacar a las proteínas del pico, y una mutación de la nueva cepa afecta a la parte más importante de los picos (concretamente al dominio de unión al receptor). Ya se está comprobando en el laboratorio si esta nueva cepa mutante puede “escapar” de algún modo a la acción de las vacunas.

No son buenas noticias, pero no son nada inesperadas.

Ya ha habido otras cepas mutantes de SARS-CoV-2 bastante notables. Por ejemplo, al principio de la pandemia apareció en Europa la cepa D614G que después fue responsable de numerosas infecciones durante la primera ola de la pandemia. En el verano surgió la cepa mutante A222V que se diseminó por Europa gracias a los turistas que vinieron a España y fue responsable de buena parte de las infecciones de la segunda ola.

Las mutaciones son un hecho esencial en la biología del SARS-CoV-2. Seguirán siéndolo.

Se producen al azar por fallos que ocurren espontáneamente mientras se replica su genoma. Aproximadamente en uno de cada 100.000 nuevos virus se produce una nueva mutación. Como dentro de una persona infectada se replican millones de coronavirus, en cada uno de los infectados han aparecido muchísimos nuevos virus mutantes.

Lo que pasa es que la gran mayoría de las mutaciones son errores con graves consecuencias… para el virus. Casi todos los nuevos mutantes funcionan peor que las cepas originales y no constituyen ningún peligro.

Otras muchas mutaciones son neutras. No tienen consecuencia alguna, pues funcionan exactamente igual que antes de mutar.

Tan solo unas cuantas mutaciones son beneficiosas para el virus y consiguen que sea más eficaz a la hora de infectar. Es lo que ha ocurrido con esta nueva cepa mutante.

Pero incluso en este caso, la gran mayoría de las nuevas mutaciones se extingue. Por más eficaces que sean, su destino depende en gran medida del azar. Y de nuestro buen comportamiento.

Imaginemos que me contagio del coronavirus y dentro mía surge una cepa mutante muchísimo más eficaz a la hora de contagiar. Una cepa tremendamente infectiva que podría triplicar la tasa de infectados. Pero yo cumplo rigurosamente la cuarentena y supero la enfermedad sin contagiar a nadie. Ese nuevo mutante tan eficaz se extingue sin haber tenido la oportunidad de contagiar a nadie más.

Al principio de su vida la supervivencia de las nuevas cepas mutantes depende en buena medida del azar. Y siempre tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Es un fenómeno muy bien estudiado por los genetistas de poblaciones. Las cifras resultan muy ilustrativas. De cada 100 nuevos mutantes que aparezcan (que no tenga ninguna ventaja ni desventaja con respecto a la cepa anterior de la que derivan) solo 63 sobrevivirán a su primera generación, 27 a la segunda, 15 a la tercera, 9 a la cuarta, 4 a la quinta…

Incluso si el nuevo mutante es un 50% más eficaz que la cepa de la que se originó (lo que realmente es una eficacia enorme), de cada 100 mutantes solo 78 sobrevivirán a la primera generación, 60 a la segunda y 58 a la tercera.

Pero si ese nuevo mutante tan eficaz consigue contagiar a unos cuantos, entonces su mayor capacidad infectiva hará que se expanda rápidamente entre nosotros.

En cuestión de la expansión de nuevas cepas mutantes, los supercontagiadores (siempre ellos) pueden jugar un papel decisivo. Da miedo pensar en lo que ocurriría si esa cepa mutante tan eficaz aparece en un supercontagiador que no respeta la cuarentena o que no sabe que está infectado y no toma precauciones.

Una cepa mutante como la que actualmente nos preocupa tanto es un hecho muy raro. Tiene 22 nuevas mutaciones en su genoma. Algunos expertos piensan que se originó en un enfermo de larga duración que al final acabó contagiando a otros.

Pero el mayor problema al que nos enfrentamos es el enorme tamaño que actualmente tiene la población del SARS-CoV-2. Hay millones de seres humanos infectados y cada uno de ellos tiene millones de coronavirus replicándose en su interior. Es la circunstancia adecuada para que se produzcan muchas mutaciones. Incluso las más raras de ellas tienen una elevada probabilidad de aparecer. Jugamos tantísimos billetes de esta lotería que es muy probable que nos toque el “gordo”.

Desde que ha empezado la pandemia cada mes suelen aparecer 2 nuevas cepas mutantes de SARS-CoV-2 que consiguen aumentar significativamente su número. Son un poco más invectivas. Nosotros tomamos más medidas. Pero el virus es mejor.

Estamos disputando contra el SARS-CoV-2 un juego tipo Tom y Jerry (o Correcaminos – Coyote). El SARS-CoV-2 cada vez es mejor. Nosotros debemos responder haciéndolo mejor. Seguramente nos tocará ir actualizando periódicamente las vacunas contra el coronavirus, tal y como ya hacemos contra la gripe. Tendremos que seguir tomando medidas.

Es urgente terminar con los supercontagiadores que pueden dar el empujón inicial que necesitan las nuevas cepas mutantes.

Queremos certezas. No las hay. El virus es muy complejo y aún está lejos de decir su última palabra. Hay que seguir tomando medidas.

Pero mientras los que no saben sigan decidiendo, nos costará ganar.