Fue el primer piloto español en conseguir el título y la licencia de piloto sin motor siendo discapacitado. Nacido el 13 de febrero de 1976, la vida le ha convertido en un personaje ilustre de la escena barcelonesa; bone vivant, deportista, y, ante todo, amigo de sus amigos.

Trabaja en vueling desde hace más de once años promoviendo proyectos tales como mejorar el trato a los discapacitados durante los vuelos.

De marcado carácter impulsivo, claro y racio-pasional. Es un hombre que siempre dice lo que piensa, sin andarse con rodeos.

Nos citamos a la entrada del emblemático palau Savassona, sede del Ateneu de Barcelona que acoge la biblioteca civil privada más importante de Catalunya, y la reconocida escola d ´escriptura. Le veo llegar en su silla a una velocidad considerable, esquivando a la gente que pasea tranquila por la calle Canuda, pequeña callejuela que une la abarrotada Porta Ferrissa con las Ramblas.

El sol brilla con fuerza y decidimos atrincherarnos en una mesa del hermosísimo patio interior, donde los peces del estanque parecen haberse puesto de largo para lucir, por fin, sus brillantes vestidos primaverales.

¿Cómo era de niño?

Un gamberro. Lo suspendía todo y no dejaba de hacer trastadas.

¿Tenía alguna pasión? (Suele sucederle a los niños que muestran cero interés por el temario escolar).

Sí, me encantaban las motos, soñaba con ser motorista y ganarme la vida con ello. Durante las navidades trabajaba duro en la pastelería Vilaplana para poder financiar mi afición y comprar mis primeras motos.

¿Qué le fascinaba o le fascina del mundo del motor?

Me gusta la velocidad y la posibilidad de ganar a otros. Retaba a mis amigos a hacer carreras, y a menudo les ganaba.

La velocidad puede ser peligrosa.

Lo sé, choqué con un árbol a unos ciento veinte por hora.

A esa velocidad podía haberse matado.

Tenía veinte años. Recuerdo que estábamos pasando una semana santa en Vidreres (Girona), y después de dar unas vueltas en un circuito de cross, fui con un amigo a conducir por unos caminos de tierra cercanos.

Yo conducía una Honda CR250. Nos retamos, miré a mi amigo y en fracciones de segundo me ví adelantándolo por el aire hasta impactar contra un árbol que estaba a un lado del camino. No recuerdo nada más. Al día siguiente desperté en el hospital con un fuerte dolor en el hombro, y no sentía mis piernas.

¿Qué hizo?

Mantener la calma como pude y preguntar a quienes me rodeaban, pero se hacían los tontos. Entonces cogí al médico que me trataba por el cuello y le pregunté si volvería a andar, a lo que respondió que aun tenía que bajarme la inflamación pero que tenía una lesión medular muy grave, y que probablemente no volvería a andar nunca. Había que ver si se podía o no operar, pero no se pudo.

Debió entrar en estado de shock.

Me dije a mí mismo que mi vida ya no sería la misma a partir de ese momento, y que lo que había vivido hasta entonces sería sólo un bonito recuerdo. Y tal como me lo dije, me puse manos a la obra.

¿No necesitó ayuda psicológica?

Estuve cuatro meses en el hospital, dos en el Valle Hebrón postrado en una cama, y dos en la Guttman haciendo rehabilitación. La gente suele necesitar alrededor de un año hasta ponerse en marcha. Yo aprendí a levantarme, a controlar mis esfínteres, y a ir en silla en tiempo récord porque no tuve problemas psicológicos añadidos.

¿Qué tal le trataron en la Guttman?

Muy bien, pero no deja de ser un gran centro de rehabilitación, como un supermercado. No tienes especialistas para ti en todo momento que te hagan un control exhaustivo. Hay buenos fisios pero están para muchos pacientes, y yo tenía ganas de salir de allí cuanto antes.

Me compré un coche, me lo adapté y acabada la rehabilitación me saqué el permiso de conducir. Mi coche serían mis piernas.

Y entonces…

Entonces tuve que quitarle hierro al asunto y reírme de mí mismo para romper el exceso de respeto que la gente sentía frente a aquella situación.

El sentido del humor siempre es un gran aliado.

La gente que te rodea a veces cambia frente a un minusválido y deja de ser ella misma. O se sienten incómodos, o te quieren ayudar demasiado. Es vital cómo vivas las cosas para que eso no ocurra, y tomar las riendas para que los demás te vean como a uno más.

Y decidió probar con nuevos retos.

Pensé que para qué tener pies si uno puede tener alas. Esa frase de Fridha kahlo me inspiró, y decidí aprender a volar. Tenía que aprender a volar para sentirme libre.

Uno se siente libre haciendo lo que le gusta.

Contacté con una mujer, Elizabeth Heilmeyer, que también se había quedado en silla. Era una experta piloto de vuelo sin motor que en un mal aterrizaje quedó minusválida. Ella ha sido mi compañera de batalla. Cuando nos encontramos, unimos nuestras causas. Elizabeth estaba luchando por volver a volar a pesar de su minusvalía. Fundó la asociación sin ánimo de lucro “Sillas voladoras” (www.sillasvoladoras.com) a la que me adherí y, aprendí a volar. Logramos obtener las primeras licencias para volar siendo discapacitados. Elizabeth y la junta me nombraron vicepresidente de la asociación.

Por lo que veo usted tiene alma de pájaro.

Cuando vuelo tengo la sensación de estar enteramente en mis manos, puedo ir a donde quiera, en la dirección que quiera, y las vistas son maravillosas.

Como experimetado piloto de vuelo sin motor, acostumbrado a tener usted enteramente el control del avión, ¿qué opinión tiene de accidentes en los que son los hombres los que fallan, como el caso del accidente de Germangwings?

Personalmente, pienso que estos accidentes de marcado fallo humano dejarán de suceder cuando los aviones estén completamente informatizados. Si el piloto hace alguna mala maniobra, el ordenador del avión debería ser capaz de bloquearal e impedirla. Cuando esto ocurra, bajará la media de accidentes de avión considerablemente. Aun así creo que, hoy día, volar sigue siendo el medio de transporte más seguro.

¿Qué diría a la gente que se queda de golpe en silla?

Les recomendaría que salieran de su casa, que no se encerraran, que volaran.

Hombre, pero eso de volar tal vez no sea para todo el mundo.

Me gusta practicar el esquí. He obtenido seis platas compitiendo en diferentes campeonatos de España y de Europa.

El día debe quedársele corto.

Duermo poco. Hay muchos deportes adaptados, y la gente debería saberlo y probarlos. El Karting me permite no renunciar a mi pasión por las curvas y la velocidad. El deporte ha sido crucial en mi recuperación. Cada uno debe pensar en lo que más le vaya.

Usted se ejercita a diario.

Me mantengo en forma para estar bien. Cada día me pongo en pie con unos Bitutores, unos aparatos ortopédicos que me mantienen las piernas firmes y evita que se doblen al ponerme de pie. Lo hago por si algún día pudiera volver a andar. Nunca he perdido de vista ese deseo aunque no me obsesiono con ello.

Nada es imposible con los nuevos avances en medicina.

Y si eso ocurriera, si en algún momento pudieran volver a unir mis cables, entonces estaré muscularmente preparado.

Me deja sin palabras.

Yo creo que ir en silla es un gran aprendizaje y se lo recomendaría a todo el mundo por una temporada. Pero sólo por una temporada.

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