Luz Casal tiene dos grandes virtudes: una voz extraordinaria, reconocible como pocas, y que cae muy bien. Más allá de ello es difícil adjudicar una trascendencia fundamental a su obra musical. Siempre se ha dicho que le cuesta encontrar un estilismo personal tanto como un estilo musical que la enguante. Se le quiso adjudicar la banderola de “dama del rock”, apoyándose tal vez en el eco lejano de Rufino, lo cual es tan injustificado como llamarla “dama del bolero” por muy excelsa que sea su interpretación del clásico Piensa en mí. ¿ “Dama de la balada” por la emocionante Te dejé marchar? Tampoco.

No es cuestión de ningunearla, pero tampoco de sobredimensionarla. Un premio que aspira a ser referencia tiene que tener en cuenta inevitablemente varios parámetros. Uno de ellos, que la figura señalada tenga una gran influencia fácilmente detectable en su campo artístico. Que cree escuela y sea reivindicada por sus coetáneos. No es el caso. No existe la “escuela Casal”, como sí existe la “escuela Munro” (último Nobel de Literatura) merced a sus cuentos, o la “escuela Kiko Veneno” (Nacional de Músicas Actuales en 2012) debida a su rica y muy personal heterodoxia en músicas y letras.

La desconexión de la realidad es la penosa característica principal de los premios musicales en España. ¿Se premia la cocina, la arquitectura o la fotografía más popular, es decir, la que más sale en televisión, o se reconoce la de más categoría? Todo ello resulta especialmente torpe y sangrante dado que la música, en este país, es acojonantemente exuberante, diversa y genuina. Para estar mínimamente al día es necesario escuchar unos 100 discos al año. ¿Lo ha venido haciendo un jurado que en el caso de Casal parece haber elegido de oídas?

El consumo masivo surge de lo que te plantan en las narices de forma omnipresente y masiva. La gran masa tiene mejores cosas que hacer que ponerse a culturizarse con criterio y paladar. Alguna conexión debe haber entre que medios e instituciones, con sus premios, distingan y expongan masivamente al gran público masivo a mediocres sonrojantes como Alejandro Sanz o Pablo Alborán y que éstos metan 10.000 personas en la plaza de toros.