Las islas imposibles, las islas protegidas
Judith Schalansky además de escritora es diseñadora gráfica y eso se trasluce en esta obra por su singular estética
De pequeño no se viajaba como ahora, era algo mucho más excepcional. Por ese motivo los atlas en casa eran la vía de escape. Por eso, del mismo modo que las «Aventuras de Tintín» (de Hergé) nos transportaban a un imaginario de lugares recónditos, islas perdidas, tesoros ocultos y un sabor clásico exploración, hay libros que ahora pueden convertirnos en exploradores. Es el caso del «Atlas de islas remotas» de Judith Schalansky.
Casi como una radiografía del presente, este libro de islas extrañas y apartadas despliega una narrativa visual de todo lo opuesto al cotidiano urbano, a la dictadura competitiva, a los espacios comunes etiquetados y homogeneizados. Hay más mundo que el que vemos, y es muy probable que sólo sintamos en las carnes una fracción diminuta del globo. No somos, habitualmente, aventureros, arqueólogos o exploradores. Pero la posibilidad existe, siempre.
También se puede caer de rodillas, o ser arrollado por la impaciencia, hundido en la supervivencia o seducido por las bondades -nunca profundas- de la eficacia y las estrategias. Somos barcos a la deriva, bajeles perdidos en un proceloso -tormentoso- océano, toda visión de éxito es un espejismo, cuando al menos te ciegas en ese círculo vicioso de la mera supervivencia o la inquietud. Antón Chéjov lo deja claro: «Puede que no tenga victorias notables, pero puedo sorprenderte con las derrotas a las que logré sobrevivir». Regresando a cómo nos engatusa lo raro -o las islas inescudriñables- cabe razonar y deducir que la normalidad es el motivo, la apisonadora cotidiana nos deja hechos unos zorros para salir a navegar o explorar, pero deberíamos hacerlo.
A veces que sea difícil no es excusa, no importa si nuestro sueño está a leguas de distancia de nuestras decisiones. Lo remoto nos atrae, invita a la dificultad del deseo, y por eso hay que perseverar. En la tormenta aparece el valor ante los fenómenos extraños, como el fuego de San Telmo, esa llama en los mástiles de los barcos durante las tormentas eléctricas en el mar. San Telmo en la arboladura, mal tiempo augura… Las brújulas se volvían locas y los marineros desesperaban. Pero hay islas en las que perderse, del mismo modo que estupideces, por eso mejor escoger libros selectos y deliciosos, que te abofetee tanta tontería. La vida, como exploración sagrada merece un trato acorde, digno y generoso.
Circunvala tu sorpresa y capacidad de asombro surcando islotes desde el Océano Glaciar Ártico al Antártico para comprobar historia a historia que «el paraíso es una isla, y el infierno también», algo que los mallorquines sabemos perfectamente.
Volvamos a la ruta. Judith Schalansky además de escritora es diseñadora gráfica y eso se trasluce en esta obra por su singular estética, creando su particular atlas de los lugares más solitarios del mundo... una selección de medio centenar de islas alejadas e ignotas. Libro exótico y hermoso, de cuidada edición y buen cartoné, se nota que ha sido elaborado sin prisas, pero con pasión. Fruto de una exploración personal nos abre a la recóndita belleza de lo duro e inhóspito. Con traducción de Isabel G. Gamero y cuidada edición de Capitán Swing + Nórdica Libros, un ejemplo de cooperación editorial brillante y sensible.
No hay que ser en extremo temeroso, hay que zarpar, grumetes… Soledad, Isla del Oso, Isla Rodolfo, Santa Kilda, Ascensión, Brava, Año Bueno, Santa Helena, Trinidad, Isla Bouvet, Tristán de Acuña, Thule Sur, Posesión, Diego García, Ámsterdam, Navidad, Tromelín, Napuka, Rapa Iti, Robinsón Crusoe, Isla Macquarie, Fangataufa, Puka Puka, Isla de las Antípodas, Socorro, Floreana, Iwo Jima, San Jorge, Tikopia, Pagana, Isla de los Cocos, Isla Decepción, Isla de Pascua, Clipperton… y muchas más.
Cada página alberga en las páginas pares, a la izquierda, una descripción de eventos históricos de cada isla, además de una ubicación en un globo terráqueo, y las distancias descomunales a urbes continentales. En la página opuesta, impar, a la derecha, tenemos una lámina cartográfica de la isla en cuestión. Y no, no sale Mallorca, o islas de souvenirs, no es así, es un personal selección de mundos perdidos. Como subtitula la autora Cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré. No deja de ser curioso que la lejanía de las rutas trilladas proteja el voluptuoso exotismo que nos sugieren estas islas perdidas…
Lo alcanzable se instagramiza como padecimiento común, y consecuentemente lo remoto queda protegido, invisibilizado y miniaturizado en la omnipresencia de los océanos. Dice Mario Benedetti que «en un comienzo fuimos sólo islas, ahora somos urgentes archipiélagos». Para perderte no necesitas un Atlas, pero para encontrarte necesitas explorar, tu relación con los demás, la plasticidad de tu imaginación. Las islas de Schalansky te ayudarán a no naufragar.
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