Un libro de viaje
Se estructura en los quince días del recorrido que el autor realiza a la región italiana de Umbría
En un posible viaje a la Umbría italiana –me han entrado repentinas ganas de programarlo–, voy a llevar “El tiempo de los lirios” de Vicente Valero como acompañante. Aquello que el autor dice en referencia a Stendhal de que «con Paseos por Roma se puede en verdad recorrer aún la ciudad con más provecho que con una vulgar guía de nuestro tiempo» se aplica a este. ¿Por qué viajar con una «vulgar guía» pudiéndolo hacer con un libro tan completo?
Todo parte de una portada ilustrada con lirios de mano de Piet Mondrian. Vicente Valero, como autor de culto que es –aunque creo que empieza a alcanzar una difusión merecida– no da puntada sin hilo. Todas sus menciones y citas visuales o bibliográficas tienen un sentido, y su viaje, que es real pero también bibliográfico, y cinéfilo, y artístico-religioso, se puede materializar tan solo en la lectura sosegada; una de las grandes maravillas de la literatura.
En realidad, “El tiempo de los lirios” toma la forma de diario de viaje. Se estructura en los quince días del recorrido que el autor realiza a esa región italiana. Todo comienza con la cita bíblica de «¿A qué vienes, amigo? (Mateo 26:50)» porque, ¿a qué viajamos, cuando lo hacemos? Esa es una pregunta capital del libro, que comienza con la llegada a Asís un mediodía de principios de primavera.
En ese viaje hay paseos, degustación de gastronomía y vinos locales, arte y arquitectura de una región entera «fielmente determinada por un solo personaje histórico»: san Francisco de Asís y el nacimiento de la orden franciscana. Sin embargo, la peripecia consiste en que son dos los personajes rastreados: los homónimos Giovanni di Pietro. Místico y asceta el uno, pintor el otro. «El destino de Giovanni di Pietro, detto Lo Spagna, estaba escrito: ser un discípulo» (del pintor Perugino). «Pero el destino de Giovanni di Pietro, detto Francesco, estaba escrito también: ser un maestro» (de la espiritualidad).
Vicente Valero hace un libro de viaje imprescindible. Nos adentra en un entorno, en una filosofía de la vida, en unas lecturas que lo explican y lo complementan, en la obra pintada y, sobre todo, en el patrimonio conservado. Nos adentra en el auténtico sentido del viaje. Ya lo había hecho especialmente en su Breviario provenzal, aunque en realidad muchos de sus libros son viajes en los que habita la presencia de sus moradores o de otros visitantes.
«Aquel que viaja se lleva a sí mismo consigo», dice Valero sobre Walter Benjamin en “Duelo de alfiles”, y aquí, “El tiempo de los lirios” podría ser la búsqueda de las Anunciaciones en pintura, pero acompañado de pájaros con su simbolismo del vuelo liberador, de músicas y cantos, es el aprendizaje de la pureza desde san Francisco. “El tiempo de los lirios” como ese «tiempo nuevo, espiritual, lleno de paz y justicia, de amor, con una iglesia renovada y un mundo organizado en pequeñas comunidades contemplativas».
No dejen de leerlo para viajar con él, que la butaca también sirve. Es un placer exquisito.
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