Inquisidores en Mallorca
Un apéndice comenta los inquisidores en Mallorca
De inquisiciones ya habló en su día Borges, no será el caso. Nos referimos ahora a la actuación del papel del Tribunal de la Inquisición en la Mallorca de 1580 a 1700, no sin antes apuntar dos publicaciones anteriores, como son el número 21 de Estudis Baleàrics (junio de 1986), y el número 745 de la revista Lluc dedicada al V Centenario de su implantación en la isla, publicado en verano de 1988, con aportaciones de importantes especialistas sobre materia tan espinosa y siempre motivo de revisiones historiográficas en la línea de considerar la Inquisición española como un tribunal más bien benévolo y comprensivo, abierto al arrepentimiento, y que además se lavaba las manos a la hora de ejecutar a los reos, que era tarea del brazo secular. Es decir, que muchos presos preferían caer en las garras de la Inquisición a ser juzgados por otros tribunales de esa época, opinión de historiadores como Henry Kamen, Jean Dumont o Joseph Pérez, que desmontan la célebre leyenda negra que recae sobre la monarquía de los Austrias. Recordemos la quema de brujas en Alemania, por ejemplo. El Santo Oficio vigilaba, sobre todo, a los judíos conversos y perseguía la herejía y el luteranismo. Inquirir es precisamente averiguar, y eso hacía entonces, con los consabidos métodos que podemos sospechar y que eran habituales entonces en toda Europa.
Mateu Colom Palmer, que ya había publicado en 1992 La Inquisició a Mallorca, realiza esta vez un recorrido por la actuación del Tribunal en el Reino de Mallorca desde finales del siglo XVI y durante el siglo XVII, pero sobre todo se centra en quiénes eran los inquisidores, su origen social y geográfico, formación jurídica y teológica, sus competencias, qué responsabilidades tenían y sus diferentes destinos; también cómo se financiaba el tribunal o dónde estuvo situado. Por supuesto hay referencias a los cruentos autos de fe de 1691, que fueron relatados en La Fe triunfante, de Francisco Garau. El libro lo prologa Miquel Deyà, profesor de Historia moderna de la UIB.
Creemos que la aportación más novedosa del autor es un apéndice dedicado a los inquisidores que actuaron entonces en Mallorca, la mayoría castellanos, con excepciones como Joan Baptista Desbach (1617-1688), natural de Pollença, y que tiene en Palma una calle dedicada. Al no hablar este libro del siglo XVIII, queda fuera la biografía de Jaume Fàbregues (1715-1785), que está enterrado en Llorito, y del que conocemos todos los detalles de su vida gracias a Joaquín María Bover y a Joan Rosselló Lliteras.
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