Los manuscritos de Juan Marsé merecen reposo

Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

No es la primera vez que el legado de un gran escritor pasa por un incierto destino. Las instituciones españolas son algo lentas en estos casos. No es cuestión de hablar de ello al poco tiempo de una marcha luctuosa, pero existen tiempos prudentes. Los responsables culturales del país deberían ser proactivos. Sobre todo el Ministerio de Cultura. Y no sólo con los escritores que puedan representar un espacio ideológico cercano en cada momento, sino con todos los que de forma amplia y académica tengan un interés para la Historia. La universal y la local.

El reportaje que publicamos en ABRIL tiene una mezcla de angustia y valor literario. La desaparición de un gran escritor como Juan Marsé provocó en los integrantes de su familia, entre ellos su hija, la también escritora Berta Marsé, una sensación de vacío, de detención del tiempo, que se explica a la perfección con las fotografías que acompañan el texto: en el despacho del autor no se ha movido un papel desde aquel 18 de julio de 2020.

Esa angustia en el tiempo es narrada muy bien por los periodistas Elena Hevia y Juan Cruz, autores del reportaje. Hevia dedicándose al contenido material en manuscritos y dibujos, y Cruz sumergiéndose en el estado de ánimo de su hija. La gran pregunta de Berta Marsé es muy clara: ¿qué hago yo con todo esto? El valor es incalculable. Se precisa lugar, especialistas que se zambullan en todos sus legajos y, por lo tanto, un presupuesto. Inversión en la obra de un autor que ha escrito bellas y desgarradoras historias de la realidad de la España del siglo XX. Eso es lo más importante.

Como ha ocurrido en otros casos, la familia se enfrenta a una serie de laberintos burocráticos que hacen cansino e insoportable el camino emocional por el que alguien debe pasar. Es lo que le ocurre a Berta Marsé: ve a su padre pasearse por su casa. En tres años nada ha cambiado en el lugar donde el escritor creaba. Algo habrá que hacer.

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