Literatura

Boyd, pensamiento y obra | William Boyd, una conversación

El autor inglés afirma que le interesa hacer que la ficción parezca real

William Boyd. Archivo Luis Abbou

William Boyd. Archivo Luis Abbou / Luis Abbou Planisi

Luis Abbou Planisi

«Deben ser varios millones», dice William Boyd (1952) cuando le pregunto cuántos libros ha vendido, «al menos dos millones en Inglaterra, lo mismo en Francia y probablemente más de un millón en Alemania. No vendo tan bien en Estados Unidos, pero sí en España y todas las otras publicaciones en el extranjero. Mis libros cada vez funcionan mejor en Italia. Por lo que sí, deben ser muchos millones. Son 40 años…» Es, de hecho, una ilustre carrera que abarca una veintena de obras de ficción. Sin embargo, los millones no importan: «lo que más me agrada es que mis libros están a la venta. Ese es el reto porque ¿cómo logras que la gente vaya a una librería a comprar tus libros? Sé de escritores que han tenido mucho éxito pero ahora todas sus novelas están descatalogadas». Boyd ha cubierto una amplia gama de géneros. Sus primeros libros (Un buen hombre en África y Como nieve al sol) parecen inspirados por el novelista Evelyn Waugh; otras obras como Playa de Brazzaville y Armadillo tratan temas contemporáneos. Sin respiro, Solo: una novela de James Bond y Esperando el alba son thrillers de espionaje. Algunas de sus novelas más célebres, como Las aventuras de un hombre cualquiera y Suave caricia, son las vidas de trotamundos desde su niñez hasta su muerte.

La entrevista transcurre en el hogar de William Boyd y su esposa Susan en Chelsea, Londres. A mi llegada Boyd me conduce –a través de una casa decorada con un gusto impecable y llena de la evidencia de su interés por el arte y la fotografía– hacia una luminosa sala de estar en el primer piso de la vivienda. Se respira cierto aire escocés: tiene un busto del novelista Walter Scott, un recordatorio del árbol genealógico de Boyd (nacido en Ghana, de padres escoceses). En el centro de la habitación hay una mesa de café repleta de libros de todos los tamaños y colores (me llama la atención Reino animal, de Jean-Baptiste del Amo). También hay un ejemplar de The Romantic – The Real Life of Cashel Greville Ross [El romántico – La historia verdadera de Cashel Greville Ross], su novela número diecisiete y el motivo de mi visita.

The Romantic nos transporta al inicio del siglo XIX. Su protagonista es Cashel Greville Ross, de quien seguimos sus aventuras en lo que Boyd llama una novela «de la cuna hasta la tumba». El siglo diecinueve puede parecer distante, pero Boyd pasó parte de su juventud dando clases de literatura Romántica en la Universidad de Oxford. «Estaba inmerso en ese período Romántico de principios del siglo XIX, con Wordsworth, Coleridge, Keats, [Lord] Byron... Llegué a saber mucho sobre los primeros 30 años del siglo XIX y su literatura, y nada se desperdicia», dice entre risas. A eso añadimos que leyó Vida de Henry Brulard, la autobiografía novelada del autor francés Stendhal. Y así nació Cashel: «Stendhal era un Romántico confeso, pero lo veía como una enfermedad porque se enamoraba de muchas mujeres. Era un hombre pequeño y feo, pero tenía esta naturaleza apasionada y la consideraba una maldición. Entonces pensé que existe este tipo de persona, una persona Romántica, y el período Romántico. Cashel es pues una fusión de estos dos conceptos, un Romántico que escucha su corazón, no su cabeza».

Lord Byron y Percy Shelley.

Lord Byron y Percy Shelley. / Luis Abbou Planisi

En la novela también aparecen los poetas Lord Byron y Percy Shelley, que según Boyd está «muy mitificado». Shelley, fallecido a los 29 años navegando con velero, «padecía psoriasis, su dentadura era fea y era muy alto, y todos sus retratos son póstumos. La imagen que la gente tiene de él es totalmente falsa». Lord Byron tampoco se salva: «era una persona desagradable. Cometió incesto con su hermanastra, no permitía que Claire Claremont viera a su hijo [en común]… un comportamiento horrible» –pero también hay elogios: «y, sin embargo, un poeta brillante». Me sorprendió gratamente en The Romantic la referencia a Mallorca, mencionando una insurrección. Boyd pasa más tiempo leyendo y preparándose para escribir que escribiendo. Durante el proceso, y para gran irritación de su mujer Susan, adquiere diferentes libros para crear una «pequeña biblioteca» sobre el tema que está tratando porque «la investigación de un novelista es muy aleatoria y normalmente encuentras cosas que no estabas buscando y que te resultan útiles. Para eso necesito libros».

Le pregunto si es nadador o no. Parece sorprendido, pero luego se da cuenta: es una distinción que se hace en The Romantic. Ríe. «¡Nadador!», exclama, «pero es una diferenciación bastante interesante. A principios del siglo XIX la mayoría de la gente no sabía nadar. Yo conozco a gente que no sabe. Byron era un gran nadador. Clare Claremont descubrió la natación en Livorno y le encantó. Cashel es nadador. Shelley no sabía nadar muy bien…» dice pícaramente, «¿Por qué aprenderías a nadar en el siglo XIX? Es un talento inusual».

La intersección de Cashel, su personaje ficticio, en medio de dos figuras reales (Claremont y Shelley) parece corroborar esa frase (suya) que describe su literatura: «un intento de hacer que la ficción parezca tan real que empieces a olvidar que es ficción». Boyd consigue esto de diferentes maneras: usando fotografías obtenidas en mercadillos (Suave Caricia), pintando los cuadros que su supuesto artista habría realizado (Nat Tate 1928-1960: El enigma de un artista americano, publicado junto al cantante David Bowie) o usando notas al pie de página citando lugares reales u otras obras. «Es como una misión para mostrar cuán poderosa puede ser la ficción. Cuando se trata del comportamiento humano, la novela es la mejor forma de...», argumenta antes de ser interrumpido. «¿Will?, ¿Puedes ir?», se oye desde otra habitación –es Susan. Hay alguien en la puerta. Boyd se disculpa y se levanta. A los pocos minutos regresa sonriendo y con cara de sorprendido, o tal vez confuso. «Alguien dando biblias gratis. Qué raro. ¡Puerta a puerta!» Me da la sensación de estar en una de sus novelas. Realidad y ficción parecen fusionarse una vez más.

Boyd, pensamiento y obra

The romantic / William Boyd

Cambiamos de tema. Hablamos de sus personajes y como en numerosas ocasiones parece que sus vidas están gobernadas por la buena y mala suerte. «Lo articulé en Las aventuras de un hombre cualquiera», explica Boyd con su aterciopelada voz, «cuando Logan dice que la vida es una combinación de toda la buena y mala suerte que has tenido, y para la mayoría de la gente los dos montones son iguales, pero en ocasiones hay personas que tienen mucha buena suerte y otras que tienen mucha mala suerte». También añade que es muy consciente de que su existencia es limitada y que no hay más, que la vida no es un ensayo: «Piensas que mañana te despertarás y te sentarás en tu escritorio... pero es posible que no. Sin embargo, me parece tranquilizador, carpe diem, aprovecha el día, aprovecha al máximo el presente».

Antes de despedirnos menciono a Javier Marías, que tristemente había fallecido tan sólo unos días antes de nuestro encuentro. Marías era el rey Xavier I del ficticio Reino de Redonda y nombró Duque de Brazzaville a Boyd. Sólo se conocieron una vez «hace unos 25 años en Francia, en casa de mi editor porque nos publicaba a los dos». Sin embargo, se mantenían en contacto ocasional, y a menudo relativo a Redonda, a través de fax o email. «Me parece que Javier sólo era un año mayor que yo, una especie de figura asombrosa que rechazaba premios y toda tecnología, y creo que estaba obstinadamente orgulloso de ello, y escribió todos estos libros extraordinarios, traducidos al inglés. No muchos escritores españoles tienen todos sus libros traducidos. Era muy anglófilo. Es un shock. Es muy triste porque en cierto modo estaba en la cima».

Unos días después de esta entrevista, William Boyd dio una charla en Brighton a un público interesado, y creo que de alguna manera asombrado por su presencia. Al finalizar, se formó una larga cola para que firmara ejemplares de sus libros. Semanas después, en la antigua librería Blackwell’s de Oxford veo un cartel anunciando su visita. Las entradas están agotadas. Ya planea su próxima novela (un retorno al mundo del espionaje ambientado en la España franquista, un tema «notablemente inexplorado en la literatura anglófona»). A sus 70 años William Boyd sigue imparable, y eso es algo que suma en el montón de buena suerte del lector.

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