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Ensayo

Cronotopos del Espíritu

La búsqueda incesante de nuestra ruta en Ella. Un ensayo

Cronotopos del Espíritu

Este libro de Pedro de Silva comienza con el propósito de descifrar el espíritu de los 1960’s a través de un método derivado de El Danubio de Claudio Magris, que indaga río arriba hasta encontrar la minúscula fuente original, la génesis fluvial propiamente dicha. Hablar de génesis ya nos introduce en la mítica y la épica, que ya no vamos a poder abandonar. Esa búsqueda nos demostrará que el río tiene tantos afluentes y subafluentes que se necesitan continuas paradas explicativas que exigen otras explicaciones: el Espíritu se multiplica ante nuestros ojos.

El viaje nos sitúa en la geografía, a la que el tiempo da sentido, y en la historia; en esa búsqueda del origen, pasamos por la prehistoria, la arqueología, el Big Bang y la ciencia, que marca este recorrido. Surgen entonces los porqués, los conceptos que nos mueven, tales como utilidad, dinero o amor al conocimiento; con el término “amor” saltamos a la mística, a la frontera entre “realidad” y deseo, a la “sensación de que un límite se ha roto, y hay un Más Allá”, en el que topamos con deidad y deidades, con la religión, con el mito y, consecuentemente, con el cíborg. Tal cúmulo de posibilidades nos obliga a recurrir a la memoria del ser humano, ente que recibe e irradia tales desarrollos, que está delimitado por un cuerpo físico que le predefine y le determina; fachada que “no solo puede aguantar por un edificio, sino modelar su interior”, que encierra percepciones sensoriales y gestualidad anímica que conforman la ética y la estética personales.

Esta multiplicidad de brazos fluviales viene debidamente subrayada por análisis de los hechos históricos básicos, de las obras de arte que marcan el camino de Occidente y que nos permiten entender el cambio hacia el Espíritu de los 60. El autor centra esta década en la tríada Beat por excelencia, en William S. Burroughs, Jack Kerouac y Allen Ginsberg, y en quienes les confieren sustancia: Ken Kesey, Neal Cassady y Charles Manson. Pedro de Silva nos cuenta hechos y anécdotas, elabora razones y suposiciones, antecedentes y derivaciones que van dando consistencia al Espíritu.

Dicho universo, aparentemente inabarcable e inaprensible, es tan potente que se puede analizar desde las fronteras exteriores como un eco, como la percepción de la reverberación del Espíritu, que conmueve la conciencia crítica de quien observa desde lejos y que se suele manifestar por medio de epifanías. Así, Astria, el escenario de esta historia, es el lugar idóneo para iniciar un análisis. La novela / ensayo está contada por un anciano al borde de su muerte, anunciada y narrada por una joven doctoranda en los comienzos de su indagación vital e intelectual, con lo que De Silva salva muy inteligentemente los contrastes temporales de percepción y opinión.

Los cambios en cada afluente siguen rutas semejantes, o así las percibimos, en su devenir hacia el Espíritu, la corriente principal: son como isobaras culturales que se imbuyen del espíritu básico siguiendo la inercia de su propio cronotopo, porque se manifiestan a través de la palabra, que es cautiva de su lugar y de su momento. Llegamos, pues, al meollo de lo que somos: lenguaje, “la capacidad de convertir en palabras algo que está latiendo en el aire”. “La cosa reside en que la historia esté bien contada, caiga en buena tierra y prenda”, es decir, hablando y escuchando prende la idea y se inscribe la vida, en toda la multiplicidad que refleja Ella. La vida se inscribe continuamente en una historia alimentada por lo que consideramos “realidad”, con todos los caveats, y se multiplica ad infinitum por cada cual.

Este proceso no constituye un viaje tranquilo y placentero, está lleno de simas que el discurso dominante incita a soslayar, pero que se ensanchan hasta que constituyen un clamor que hay que escuchar, argumentar e incorporar al caudal del Danubio. De Silva lo reconoce como “el fin de la individualidad”, como el Horror de El corazón de las tinieblas o Apocalypse Now, como la Bomba, real o figurada, que conmociona un momento dado y “abre las puertas a ideas cuya existencia yo no sospechaba”.

La Bomba de Ella está ya en el título, determinante, breve y sucinto, pero complejo, múltiple y diverso en su apelación. Ella, las mujeres, tuvieron que nadar en su propio afluente desde la misma fuente originaria, porque fueron sistemáticamente expulsadas de todos los demás. Un afluente que el autor denomina “Danubio subterráneo”, ya que, aunque invisibles, ellas siempre estuvieron presentes en el “continuum del universo”. Ella aparece en el libro a un cuarto del final, que es proporcional con la visibilidad de las mujeres en la Historia. Ahora que se han abierto los ojos a su presencia, sólo cabe reescribir, inscribir, repensar y repensarnos. La generación Beat sólo estaba alargando el último sueño del Hombre exclusivo.

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