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Novela

El miedo y la ira

Hijo de esta tierra, de Richard Wright, se mantiene, ochenta años después, como una novela poderosa sobre la tragedia negra estadounidense

Richard Wright. WIKIPEDIA

Medio siglo más tarde de haberse publicado por primera vez, Hijo de esta tierra (1940) seguía siendo una novela contundente hasta el extremo, violenta y poderosa, sobre la tragedia negra estadounidense. Para responder al clamor, Library of America se ocupó entonces de una nueva edición de dos volúmenes, incluyendo este título y cuatro obras más de su mismo autor. Cuando se cumplan otros cincuenta años, Hijo de esta tierra, que, traducida al castellano, ve la luz en Alianza, se mantendrá como uno de esos clásicos perdurables debido a que, igual que sucede hoy, presumiblemente no resultará difícil reconocer todo lo que cuenta Richard Wright en ella. Si bien la estructura de poder racial descrita en sus páginas ha evolucionado, los fundamentos básicos permanecen. Chicago, donde se desarrolla la brutal historia de Wright, proporcionó al país el primer presidente afroamericano, pero nadie se olvida de que es una de las ciudades con mayor segregación; la tasa de mortalidad negra casi equivale a la de Cisjordania, un tercio de los niños de esa raza vive en la pobreza y un altísimo porcentaje de adultos cuenta con antecedentes penales. Se podría decir que cualquier negro víctima de la represión policial de nuestros días en Estados Unidos es considerado descendiente del antihéroe de Wright, Bigger Thomas, que se ve atrapado en una espiral de violencia y desesperación tras matar a una mujer blanca accidentalmente cuando se hallaba presa del pánico. Chicago es multirracial, confiablemente demócrata y sospechosamente racista. La «descendencia» de Bigger está por todas partes donde un adolescente negro es acribillado a balazos.

La novela, con todo su éxito, o haber sido llevada al cine y al teatro en varias ocasiones, jamás ha dejado de estar envuelta en controversia. Los padres afroamericanos protestaron por la falta de personajes ejemplarizantes de perfil positivo cuando fue incluida como lectura obligatoria en muchas escuelas públicas y algunas universidades. James Baldwin hizo saltar los plomos al definirla como una historia mal escrita y tremendamente improbable. Para él, era solo un panfleto que ponía el impacto social por delante del estilo literario y la caracterización de los personajes. Puede que Baldwin exagerase. «Hijo de esta tierra» no está mal escrita. Aunque contiene pasajes forzados y abusa del formulismo en su dramatización, el estilo, creo yo, se salva igual que ocurre con otras novelas típicas supuestamente del realismo social.

La historia se las trae. La ambivalencia de colocar en el primer plano a un asesino y violador negro, empujado por el miedo, en 1940, es fácil de entender. De repente el joven Bigger se halla en una situación desconocida que no controla: es el chófer de 20 años de la mujer blanca rica, de novio comunista, con la que bebe durante una noche y por cuya cabeza pasa la idea de rebelarse contra los de su clase. Nada parece demasiado habitual, ni entonces, ni ahora, ochenta años después. Pero empiezan a desencadenarse los hechos y, a los ojos de la sociedad blanca, emerge como personaje reconocible: un violador y asesino negro lascivo y brutal. El autor siente esa presión de manera aguda; Bigger Thomas encarna para él la convicción de que el primer paso hacia lo positivo es estar infaliblemente seguro acerca del efecto absolutamente corrosivo de lo negativo. Intolerancia o prejuicio en tiempos de Wright, racismo hoy y mañana. En la vida de Bigger, hay un hecho sólido y firme: él y otros negros están aquí, y los blancos allá. Las líneas de todo tipo que mantienen a las razas separadas son sólidas, claras y distintas.

RICHARD WEIGHT. Hijo de esta tierra. Traducción de Eduardo Hojman. Alianza, 576 páginas, 27,50 €.

RICHARD WEIGHT. Hijo de esta tierra. Traducción de Eduardo Hojman. Alianza, 576 páginas, 27,50 €.

El poder en Hijo de esta tierra, paradójicamente, reside en la impotencia absoluta de su protagonista: él es el polo negativo de una batería que, cuando se conecta incorrectamente, no puede transportar nada más que energía destructiva. Wright está tan concentrado en examinar el impacto del racismo que no le cuesta nada crear un personaje que muchos blancos estadounidenses, de entonces y de ahora, reconocerían enseguida como el hombre negro que puebla su imaginación, la figura que fue moldeada por un sistema cuyas iniquidades inherentes reconocen. Por ese motivo la novela actuó desde el primer momento como si se tratase de una revelación: el relato de la desesperación de un joven negro desposeído, en un contexto que el público blanco estaba dispuesto a leer, discutir y debatir.

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