Diario de Mallorca

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QUÈ ÉS CULTURA

El viaje como descubrimiento

Hacía tiempo que Manuel Moyano quería hacer un libro de viajes por España, pero «no quería repetir ningún recorrido ya trillado. En algún momento se me ocurrió escoger Sierra Morena para recorrerla en toda su longitud, simplemente porque era algo que nadie había hecho antes; pero, además, estaba ligada a mi infancia, ya que yo nací en Córdoba, al pie de esa sierra. Por otro lado, deseaba hacer algo distinto a la tradición de la literatura viajera en España, marcada en buena parte por Azorín, pero sobre todo por el Viaje a la Alcarria y los otros libros que escribió Cela. Todas esas referencias me gustan, pero quería apartarme de ellas. Mis modelos a la hora de enfocar ese viaje iban a ser escritores anglosajones: Bruce Chatwin, Paul Theroux y, sobre todo, Colin Thubron, autor de libros tan admirables como En Siberia o El corazón perdido de Asia. Mi idea era recorrer un territorio consabido para los españoles con los ojos admirativos de un viajero anglosajón que surcara regiones remotas y exóticas. Quería impregnar el libro de cierto sentido de la aventura». Así nació La frontera interior.

La planificación fue «mínima, pero sí me cité con varias personas a lo largo del camino que luego fueron determinantes para el resultado final, ya que no sólo me informaron sobre sus respectivas zonas, sino que terminaron convirtiéndose en verdaderos personajes o protagonistas del libro. Luego, estuvieron las personas que me entregó el azar. Nunca pierdo de vista que la literatura debe entretener, así que, de entre las historias que iba encontrando a mi paso, fui seleccionando aquellas que me parecían más interesantes. Pero, en todo caso, he evitado explayarme». Podría decirse que La frontera interior es «una sucesión de historias, de relatos, hilvanados entre sí por el narrador viajero, quien además no actúa como una simple cámara fotográfica, sino que ocupa en ocasiones el primer plano. Hay muchas historias en este libro, muchas desconocidas, o tan poco conocidas para el lector como lo eran para mí antes de emprender viaje: los colonos alemanes de Carlos III, el culto a la Virgen de la Cabeza, el niño lobo de Sierra Madrona, los verdaderos escenarios del ‘Quijote’, la inmensa finca del duque de Westminster, el personaje fantástico del Enlutado o Pantaruja, la supervivencia de la influencia leonesa en la sierra de Aracena, el encierro del poeta Miguel Hernández en Rosal de la Frontera, el campo de refugiados de Contadinha, o la singularidad del pueblo de Barrancos. La lista es larga».

Un libro de viajes «no se puede planear. En éste ha terminado teniendo gran peso la historia, como un ente invisible que gravita sobre el paisaje y sobre el paisanaje. Y también la poesía. No imaginaba que fuera así cuando empecé el viaje, pero quizás aquellos paisajes salvajes, inmensos y desolados sean propicios para despertar al poeta que hay en todos nosotros».

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