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Música vista

Trabajo en equipo

Escena de ‘l’Elisir d’amore’ en el Teatre Principal. T.P.

Quizá solo a los amantes de las artes escénicas, en sus diversas variantes nos es dado el admirar, cuando así se tercia, no solo las obras que se representan en esos escenarios sino el extender esa admiración a todos los que las hacen realidad desde el admirable intérprete hasta el muy necesario tramoyista, todos y cada uno de ellos hacen posible el todo, aquella consideración atribuida y definida por el genio de Leipzig, del Gesamtekunstwerk, la obra de arte total.

Y los que acudimos año tras año a nuestro Teatro Principal, entre otros eventos, a presenciar la temporada de Ópera, no dejamos de agradecer la labor que todo ese equipo de abnegados partícipes, algunos visibles sobre el proscenio propiamente dicho y otros ocultos tras las bambalinas, de efectos que se perciben indefectiblemente por el espectador, o sumergidos en el foso de la orquesta, inundando de música la sala entera y que consiguen, todos a una, rejuntar en unas cuantas horas y tras una preparación de semanas un resultado más que loable para el disfrute de los asistentes. No debe caberles ninguna duda a todos ellos, a todos, en el sentido de considerar que los que acudimos de ordinario a esas representaciones no atesoramos el debido agradecimiento por su trabajo bien hecho, sobre todo cuando somos conocedores de las limitaciones, casi siempre económicas, que acechan al montaje de cualquier obra escénica de esas características.

Se nos ha ido ya la temporada de Ópera número 36 y ya estamos ansiosos de conocer cuáles van a ser los contenidos de la 37. El programa de ésta última temporada lo considero, si se me permite, muy equilibrado un L’elisir d’amore cabalmente llevado a escena de forma impecable aun cuando si tuviera que decantarme por una de las tres representaciones mi voto se dirigiría a la última de ellas; unos Cuentos de Hoffman más que acertados, trufados con los adecuados toques de sentido del humor, porque como diría Francis Bacon, se le dio imaginación al hombre para compensarlo por lo que no es y sentido del humor para consolarlo por lo que es, todo con una dirección musical superior y una interpretación simplemente insuperable, para mi gusto y a mi modesto entender, de una Olympia soberbia de Les oiseaux dans la charmille. Con que la temporada trigésimo séptima sea igual barrunto que ya será todo un éxito.

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