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Arquitectura

El grito vertical

El Museo Munch, obra del español Juan Herreros, se ha inaugurado recientemente en Oslo

Juan Herreros. Estudio J. H

Como se sabe, hay una gran afinidad, no solo de lengua, entre los países escandinavos, y el Báltico es mar que une. Los pintores de Skagen, que, si seguimos la teoría de placas de Wegener, coincide como un trozo de Oslo arrancado del mapa, eran más bien “sorollanos”; de hecho, Krøyer a veces se toma como predecesor del valenciano. Aunque yo me quedo con los interiores de Hammershøi. De cualquier manera, Nolde (que era danés de nacimiento) o el propio noruego Munch (que veraneaba al otro lado del mar, en Alemania) representan el expresionismo que escapa de tanta belleza para rasgar el alma con ese grito que todos conocemos. Anterior, puro Sturm und Drang, es el alemán Caspar David Friedrich, y en su cuadro Mar de hielo parece inspirarse este museo que vamos a ver saliendo del cristal helado en invierno.

En el Civic Center de Oslo, cerca del magnífico Ayuntamiento y de la Galería Nacional, y compitiendo con la vecina Ópera de Snøhetta en modernidad, se ha abierto hace poco el Munch Museum. El honor de que un español, Juan Herreros (San Lorenzo del Escorial, 1958), sea el responsable de su diseño, que haya ganado el proyecto en un concurso (2009) y que lo haya además realizado (estudio Herreros & Jens Richter), debería llenarnos a todos de orgullo. Es el arquitecto español más internacional de su generación. Es profesor en la Universidad de Columbia de Nueva York y además Catedrático de la de Madrid. Ha construido obras tremendas, como el Ágora-Bogotá en Colombia, torres de oficinas en Panamá o México, bloques de viviendas en Francia o Rumanía... Sus proyectos siempre parten del programa, del rigor constructivo y también de la utilización de la propia volumetría y piel exterior como signos de la singularidad o imagen propia del edificio. Hace ocho años en Pamplona, y con humor, nos ponía una imagen de un señor muy viejo y nos decía que así sería él cuando se acabara la obra del Museo Munch. Fue muy difícil, porque, precisamente por el carácter vertical del edificio, y por la efectiva información pública de los noruegos, hubo posturas individuales que pretendían cambios por visuales alteradas, y todo este proceso de diálogo alargaba tremendamente el desarrollo del proyecto.

Museo Munch. Estudio J. H.

También nos mostró fotos de manifestaciones nocturnas solidarias, marchas de artistas noruegos con antorchas, que pedían que se le dejara de una vez hacer su trabajo.

Aquí, primero, crea un basamento horizontal, luego sube el cuerpo principal, que, de repente, se empieza a asomar, a perder verticalidad y a generar, con el propio muro cortina, una especie de visera inclinada. En esta pieza escandinava, la piel, conformada por elementos de chapa ondulada y perforada que muestran diferentes transparencias (que fragmentan y pixelan la presencia del edificio y se confunden con los grises del lugar), se convierte arriba (cafetería, terraza...) en mirador de cristal y con su plano inclinado refleja, visto desde afuera, sucesos que pasan por debajo de manera casual, incluso el mar... Las comunicaciones verticales, en gran parte a base de escaleras mecánicas, se producen en el ámbito más abierto y común que da al agua, y, dentro, una caja de hormigón, cofre, garantiza la estabilidad térmica (y acústica) de las salas de exposición (esperamos que así no vuelvan a robar El grito). Esta formalización responde a un planteamiento museístico innovador en el que el nuevo edificio se convierte en un espacio público con tienda, biblioteca, restaurante, cine... en esta parte de contacto urbano (como el propio Herreros planteó en el museo MALBA de Buenos Aires), y provocará un revulsivo urbano para la ciudad, y me atrevo a decir que para todo el país.

¿Qué pensaría Munch en Warnemünde, en su cabaña de verano, de este museo que le han montado? ¿Qué sentirá ahora Herreros, subido a la terraza, viendo Oslo debajo, y viendo este legado que deja tras de sí? Seguro que está pensando en un proyecto nuevo en su mesa en Madrid.

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