Cómic
Volver a empezar... otra vez
Este fue el cómic más vendido en España en 2021. Un manga protagonizado por adolescentes que pertenecen a distintas bandas

Volver a empezar... otra vez / Florentino Flórez
Florentino Flórez
Tiene todo lo mejor y lo peor que esperamos de una de estas largas sagas niponas. Por un lado una narrativa arrolladora, con fondos económicos y los trucos visuales necesarios para atrapar al lector. El principal: personajes atractivos. Los jóvenes delincuentes son puro carisma, uno alto y espigado como una garza, el otro, un querubín de aspecto andrógino y aniñado, que suelta ostias como panes. Aunque hay alguna novia orbitando por ahí el argumento gira alrededor de un mundo de hombres, de amistades masculinas inquebrantables, donde las chicas aparecen como algo lejano y no especialmente interesante. El sexo casi ni se menciona, importa más la reputación, quiénes son los amos y quiénes los perdedores, es un universo jerarquizado que decidirá el destino futuro de sus componentes. El guión juega con los viajes en el tiempo, con un protagonista que por razones inexplicables (o al menos inexplicadas) vuelve a su yo adolescente, con la conciencia del actual. Así que, como es un pringado sin novia en el presente, hace todo lo posible por mejorar su condición, alterando su comportamiento en el pasado. El mecanismo funciona bien, más al unirse a esas ralentizaciones y énfasis visuales que los japoneses emplean tan bien. Así que el perdedor poco a poco se transforma en una versión mejor de sí mismo, a base de recibir muchos palos y de aguantar el dolor, en exhibiciones de valor siempre al borde del masoquismo.
La historia corre el riesgo de convertirse en una infinita partida de un vídeo juego, con el héroe volviendo al momento anterior y reiniciando la partida una y otra vez, rectificando sus errores hasta conseguir cambiar de pantalla. Si al principio esos desplazamientos en el tiempo tienen interés y forman como un puzzle cuyas piezas completamos con emoción, luego se estira hasta límites intolerables. En una de las vueltas al presente la recuperada novia es asesinada de manera brutal. Mientras el estupefacto lector observa sus piernas destrozadas (en realidad, NO las observa) se declaran amor eterno. Todo es extremo, épico y exageradísimo, las peleas no pueden ser más grandilocuentes y prolongadas, todo se alarga, se estiliza, buscando en cada viñeta la pose chula, la importancia de la gota de sudor que se desliza con parsimonia de la nariz al suelo. Y un beso pasa a ser un instante crucial en la vida de los protagonistas. Los personajes siempre actúan siguiendo el clásico consejo de Kirk Douglas: sobre las puntas de los pies, a tope, dándolo todo.
Al final todo es excesivo y abrumador y el numeroso y creciente listado de nombres japoneses acaba con la paciencia del lector mejor dispuesto. Al menos con la mía. Me pierdo entre el ejército de secundarios, todos ellos con un relevante papel en una trama progresivamente más compleja. La serie ha alcanzado el quinto tomo pero yo me apeo en el cuarto. Seguiré disfrutando con «Arte», que mantiene un nivel altísimo y es de lectura más agradable que esto. Demasiada intensidad adolescente, yo ya no estoy para estos trotes.
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