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Qué ES CULTURA

Qué es cultura: misión de audaces

Hastings narra con maestría en ‘Operación Castigo’ el ataque que destruyó las presas del Ruhr

Estamos en 1943. Momentos cruciales en la II Guerra Mundial. Detrás de los grandes escenarios bélicos se desarrollan complejas y altamente secretas operaciones que pueden influir en el curso del conflicto. Una de ellas es la creación del Escuadrón 617 para destruir desde el aire las represas alemanas del Ruhr, inundar las tierras de cultivo y bloquear la industria en un valle clave para las hordas de Hitler. Un ejercicio militar de incuestionable audacia por parte de una tripulación intrépida y de personajes carismáticos dentro de la misión como el revolucionario ingeniero Barnes Wallis —el inventor de la bomba Upkeep, que podía rebotar en el agua, y que exigía atacar a una altura extremadamente baja–, y también de manipulación: los comandantes aseguraron a los aviadores que un éxito de la operación reduciría muy mucho la guerra.

Max Hastings vuelve a demostrar en Operación Castigo su pericia para rastrear la Historia en busca de episodios desconocidos que enriquezcan el conocimiento. Lo hace con un exhaustivo y preciso sentido de la documentación y unas altas capacidades narrativas para que el ritmo y el interés no decaigan. El lector viaja en los Lancaster con el alma en vilo. Su trabajo es riguroso y no omite los puntos más oscuros, como las terribles pérdidas humanas entre la población civil que causó el ataque: unos 1.400 civiles murieron en las inundaciones que destrozaron el valle de Möhne. Más de la mitad de las víctimas eran prisioneras francesas o trabajadoras forzadas rusas y polacas. Horrendos daños colaterales. Fueron 130 aviadores británicos, canadienses y australianos (más un estadounidense y dos neozelandeses), casi todos poco más que adolescentes, a lo sumo universitarios: “A sangre fría se embarcaron en una misión que probablemente les costaría la vida (muchos eran conscientes de ello) y que nunca saldría adelante sin una dosis excepcional de arrojo, pericia y buena suerte. Alzaron el vuelo con sus grandes y torpes bombarderos desde la tranquilidad de una tarde de verano, en mitad de los campos del condado de Lincolnshire (...) Durante dos horas y media, bajo la luz de la luna, volaron hacia Alemania a una altura tan baja que los cables de la luz resultaban amenazas tan letales como el fuego antiaéreo”. Allí atacaron las presas de Hitler, “en vuelo recto y regular, a una velocidad fija de 355 kilómetros por hora, muy por debajo de las copas de los árboles y a tan poca distancia de los embalses que no habría cabido ni un campo de críquet”. La mitad de los aparatos del 617 que lograron llegar hasta Alemania “no consiguieron volver; pero dos de las mayores estructuras artificiales del mundo se hundieron entre el barro y los escombros y liberaron sobre el Reich cientos de millones de toneladas de agua”. Menos de una cuarta parte de los hombres que atacaron las presas sobrevivieron hasta ser testigos del Día de la Victoria en Europa.

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