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creación

Ahogados en las penas

Fernando Marías evoca un estremecedor clamor de la culpa

Fernando Marías. YOUTUBE

Damos la palabra a Fernando Marías: “Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro”. Esta es la primera frase de Arde este libro y también la causa de que fuera escrito. Mi compañera de muchos años, Verónica, que vivía ya en Francia, murió, una muerte largamente esperada, pero no me esperaba este impacto de la novela entre sus manos. Abrí el ordenador, era 2012, escribí esta frase y empecé a indagar en nuestra historia dispuesto a contar la esencia de lo que fuimos: amos, desamor, alcohol, desarraigo, autodestrucción... Una historia así solo se puede escribir desde la veracidad desnuda de pudor. Decidí establecer un diálogo con la memoria de Verónica. Concluir el libro en estas condiciones me ha hecho comprender que lo he escrito para que ella, una persona buena, no sea olvidada”.

Es Fernando Marías uno de los escritores españoles que mejor colocan la primera piedra de esa construcción compleja y armoniosa que es un libro. La frase inicial permite establecer una conexión inmediata con los lectores. “Te incineraron...”. Y luego podemos pinzar palabras sueltas en las líneas siguientes: nuestra historia, calvario, sin retorno ni piedad, el primer abrazo y este último diálogo. Y advierte que el texto que se avecina”no será cómodo ni limpio ni bonito, a pesar de que por algunas de sus páginas parpadearán señales de ese prestigios espejismo que nos empeñamos en llamar amor”.

Fugaces seres humanos, atención: esto os atañe. La presentación, el nudo y el desenlace ya irrumpen desde el principio: “poco importan el argumento o su conclusión”. Un libro sarcófago, tal vez. Vivir y recordar pueden ser dos formas contradictorias de lo real. Todos arderemos como libros arrojados al fuego, pero, mientras llega ese momento, Marías rescata de sus cenizas la memoria, su memoria, la memoria de dos personas que no se pudieron decir adiós. Les presento a Veronique Lebrun Lapierre, Verónica para quien la recuerda con palabras que dejan huella, rescoldos de un fuego que camina a nuestro lado.

Marías nos paga el billete para un viaje que empieza en los años 80 y mira a los ojos del abismo del alcohol, que exige un precio muy alto a quienes se arrojan a él. Hay paradas en las cicatrices del amor y las heridas del tiempo. O viceversa. Con escalas en el ayer que descifra el presente y especula con el futuro. Conexiones directas con vidas que serán muertas algún día, pero antes dejan inolvidables recorridos por la dulce intimidad compartida. Estamos hechos de contradicciones y errores, nuestra movida particular empieza con un buen trago y termina siendo una resaca continua, una caída en los infiernos donde se esperaba euforia y solo hay mundos en llamas. El sordo clamor de la culpa cruza como un latigazo unas páginas estremecedoras. Y entre sus pliegues quizá habite la luz a veces prodigiosa de la redención...

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