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NOVELA

La familia en plano americano

Jonathan Franzen afila aún más su capacidad de observación en su última novela, ‘Encrucijadas’

Jonathan Franzen. EL PERIÓDICO

En un artículo publicado en “The Guardian” dedicado a examinar el estado de salud de la narrativa norteamericana justo después del 11-S, el crítico James Wood hablaba de “realismo histérico” como uno de sus más febriles síntomas. Novelas épicas con conciencia social como Las correcciones, que se caracterizaban por “temer al silencio”.

Era una curiosa manera de definir la literatura de Jonathan Franzen, que acababa de abandonar los palimpsestos de la posmodernidad para abrazar la posibilidad de firmar una Gran Novela Americana que fuera, a la vez, una epopeya familiar en registro Tolstói y un comentario político sobre una generación, un país y un signo de los tiempos. Ahora Franzen sigue renegando de sus inicios posmo, aunque la densidad de Encrucijadas, con sus tupidas subtramas, suturadas con hilo de oro a las identidades quebradas de los miembros de otra familia disfuncional, los Hildebrandt, es típicamente “fosterwallaciana”, si no fuera porque su estilo es fluido y accesible y, ahora sí, los grandes temas de Las correcciones y Libertad (el cambio climático, el nuevo puritanismo, la guerra cultural y de clases, etcétera) han sido sustituidos por historias de gente corriente y moliente del Medio Oeste que Franzen quiere convertir en la primera parte de una trilogía que sumará, especulamos, dos mil páginas de texto. A Franzen se le ha afilado la capacidad de observación, si eso realmente podía llegar a mejorar después de Libertad, para este crítico su mejor novela (después vino la más discutida Pureza).

Si hay algo por lo que vale la pena leer estas magníficas Encrucijadas es por la profundidad abismal con que aborda la complejidad de sus personajes. Las piedras rosetta de su “dramatis personae”, brillando en un pueblo ficticio de Illinois en 1971, son Russ, pastor de un barrio residencial que se cuelga de su atracción torpemente pasional hacia una viuda de su congregación, y Marion, su esposa, que vive colgada de un amor pretérito que la sumió en la depresión.

JONATHAN FRANZEN. Encrucijadas. Traducción de E. Vázquez. Salamandra, 672 páginas, 24 €.

JONATHAN FRANZEN. Encrucijadas. Traducción de E. Vázquez. Salamandra, 672 páginas, 24 €.

De este matrimonio infeliz, que se repele en los límites de un hogar marcado por la crisis de fe no en Dios, sino en la vida terrenal, nacen cuatro hijos que multiplican las encrucijadas del título (que, por otra parte, pluraliza el nombre de una secta evangélica que funciona como némesis de la parroquia de Russ), abordando un abanico de temas –entre otros, el deseo, la frustración, la adicción, el amor, la hipocresía– que no dependen de ese plano general sobre la sociedad norteamericana al que Franzen aludía como trampantojo de sus anteriores novelas, como si hubiera descubierto, de algún modo, que la verdad sobre la sociedad norteamericana se encuentra en el plano americano, ese plano tres cuartos que nos permite ver el cuerpo y el rostro de sus protagonistas como un todo que aúna, armónicamente, lo psicológico y lo emocional. Como en un western, a Encrucijadas se le ven las pistolas y la mirada, y es un placer viajar de unas a otra.

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